Mi amante el villano (libro 3)

Rastros de conquista.

 

Era un clima realmente frio y nublado, la lluvia se hacia presente deprimiendo a la creación con aquel semblante sombrío de la naturaleza, el rey de todo estaba de campaña, recorriendo los lugares que recientemente había conquistado, sus pasos firmes, su postura erguida he intimidante, esa aura sombría y toda su esencia  se abría paso ante la mirada de sus soldados que le hacían reverencia, no sabían que era más fuerte, si el miedo o el respeto que le tenían,  pero la presencia del rey era igual que presenciar una calamidad, su mirada era fuerte y dificil de sostener.

—Mi señor, es un honor tenerlo entre nosotros. —exclamó el general Navir, comándate de aquel ejército.

—Ponte de píe, enséñame las tierras. —le ordenó Valeska con seriedad.

—Por supuesto, acompáñeme.

Navir guio a Valeska por aquella región, había escombros por todos lados y aun había cosas en llamas, el lugar reflejaba la devastación por la que había pasado, había sangre, muchos cadáveres que estaban incinerados y otros que se encontraban regados como si no valieran nada, el llanto y los gritos de los desafortunados sobrevivientes se había ahogado en la desesperanza, sabían que su vida ahora era incierta, enjaulados como animales yacían aquellos miserables.

 —Este lugar es un desastre. —exclamó el rey con desprecio.

—Por ahora no parece nada llamativa esta tierra, pero es fértil y hermosa, una vez que sane y sea restaurada podrá construir un palacio o incluso crear más granjas, le aseguro que la próxima vez que visite este lugar le encantará su majestad. —pronunció Navir con seguridad.

—Eso espero. —dijo Valeska mirándolo fijamente.

—Por otro lado, me gustaría mostrarles a todos los esclavos que hemos recolectado para usted, esta vez la cosecha fue abundante, no solo hay humanos si no que también mucha variedad de seres sobrenaturales para diversos trabajos de carga y… —El rey lo interrumpió de manera tajante.

—No me interesa verlos, hagan lo que quieran con ellos y distribúyanlos según tu juicio, probablemente use este lugar como un campo de entrenamiento para los soldados, vean si pueden construirlo antes del siguiente alistamiento.

—Como ordene majestad. —respondió Navir despidiéndose del rey con una reverencia.

—Amo, acompáñenos, visitaremos el siguiente campamento. — le dijo Igorif, su secretario.

Valeska se subió a una de sus bestias malditas, que era una especie entre caballo y dragón y siguió a Igorif quien era un vampiro milenario que lo acompañaba a todas las campañas y recorridos que hacía, Igorif ya era muy anciano, estaba encorvado y su piel era grisácea, era de una extraña apariencia, a pesar de su edad, era muy bueno en todo lo que hacía.

Valeska recorrió un gran territorio para que personalmente pudiera decidir que hacer con ellos, distribuyó las tierras para construir fortalezas, granjas, campos de entrenamiento militar y algunas mansiones, la riqueza de los dioses gemelos crecía de manera descomunal, convirtiendo el rey de todo en el ser más poderosos de todos los tiempos.

Valeska se encontraba fastidiado por todo el recorrido y una vez que había terminado con su trabajo, decidió apartarse de todos y comenzó a ensillar a su Magrodo, así se llamaba la especie que el rey montaba.

—¿A dónde va amo? La lluvia esta cada vez más insistente ¿no quiere resguardarse y descansar? Si requiere de algunas doncellas para entretenerse tenemos algunas para su distracción.

—Hazte a un lado Igorif, soy un dios, no me voy a resfriar, quiero estar solo. —le dijo Valeska mirándolo con enojo he inmediatamente Igorif lo dejó ir.

—Con cuidado mi señor.

La fuerte lluvia azotaba aquella región, el hermoso rey cabalgaba con su bestia de ojos infernales, aquel campo era amplio y el magrodo corría rompiendo el viento, que hermoso era aquel monarca de piel pálida y aterciopelada, mantenía el ceño fruncido, revelando en todo momento su sombría personalidad, tenía pensado distraer su mente, estaba cayendo una fuerte tormenta, la cual estaba acompañada de relámpagos, mientras Valeska cabalgaba, los rayos caían al suelo  haciendo su recorrido más interesante, un rayo lo iba siguiendo, justo detrás de él el brillante hilo de electricidad quemaba lo que tocaba, el rey sonrió al percibir que estaba por alcanzarlo y redireccionó al magrodo y paró el rayo con la palma de su mano extinguiéndolo por completo.

Después extendió su mano hacia el frente y disparó un rayo de poder semejante al relámpago que había extinguido, se abrió paso entre los arboles creando un gran agujero, Valeska siguió cabalgando con sus hermosos ojos brillantes.

—Veamos que nos depara el otro lado. —exclamó el rey con su voz gruesa y esa sonrisa malévola.

Mientras tanto, el frio y húmedo clima azotaba a toda esa región, a unos cuantos kilómetros se encontraba el pueblo de san Bernardino, un lugar hermoso y tranquilo, con una arquitectura gótica y elegante, aquel pueblo no siempre gozó de paz y tranquilidad, tenía tan mala suerte que seguido era saqueado y violentado por los viajeros y criminales, había sido asediado por todo tipo de mal, incluyendo seres sobre naturales, pero una noche todo cambió, en su desesperación su corazón clamaba por un milagro que los salvara de las garras de un terrible mal, un hombre lobo había entrado al pueblo asesinando a muchos de sus habitantes, dejando una gran destrucción en le proceso, indefensos y resignados a morir devorados por aquella criatura, los pueblerinos de San Bernardino solo pedían un milagro y cuando pensaban que sus vidas habían llegado a su fin, apareció un hombre que terminaría ayudándolos y después de una ardua batalla, el hombre misterioso logró asesinar al hombre lobo, la luna llena alumbraba su figura y para la sorpresa de todos, los ojos de aquel héroe brillaban como brazas encendidas, se dieron cuenta de que se trataba de un vampiro y se llenaron de terror.




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