Mi amante el villano (libro 3)

Brujas en la hoguera 3

 

No cabe duda de que la ignorancia puede destruir a un pueblo entero, el ser tan influenciables y tener un criterio de papel, terminó por causarle desgracias a todo Valle de cobre, desde lo sucedido con Alejandro, este fue un pueblo asediado por la maldad, por la falta de unión entre ellos y por no cuestionarse los métodos de sus líderes que al final, solo abusaban de ellos, Holowar murió de la peor manera, se hizo justicia y su alma y su cuerpo sintieron el ardor de ser abrazados por las llamas, Lía ya no podía permitir tanta torpeza por parte del pueblo que alguna vez fue su hogar.

—¡Ustedes no pueden seguir así! ¿Cuánto tiempo más quieren seguir oprimidos por los abusadores? ¿acaso no están cansados del abuso que sus dirigentes rigen sobre ustedes? ¡tienen que despertar y salvarse a sí mismos! ¿Qué hubiera pasado si nosotros no hubiésemos encontrado el pueblo? ¿habrían permitido que ese falso sacerdote acabara con sus madres, hermanas, esposas y amigas? ¿Cuánto más tienen que sufrir por su necedad?

El pueblo estaba temeroso, pues tenían a una verdadera bruja delante de ellos.

—¿Por qué me miran de esa forma? ¿acaso quieren quemarme? ¿serían capaces de asesinar a quienes les han salvado la vida? —Lía estaba furiosa, le dolía ver que Valle de cobre siguiera en lo mismo y solo quería que despertaran, le pueblo se quedaba callado, atemorizado de que Lía les lanzara alguna maldición como castigo y añadió con voz fuerte. —¡Tienen que redimirse! Se lo deben a las mujeres que asesinaron…tienen una deuda de vida con ellas y con cada uno de ustedes incluyendo a Katherine, no pueden seguir destruyéndose de esta manera, ni tolerando que otros vengan y los conviertan en escoria ¡mírenme! No todos los seres sobre naturales son malos, tampoco todos los humanos son buenos, arrepiéntanse por la negligencia que han cometido por generaciones y comiencen a ser justos y velar por este pueblo, si no lo hacen perecerán y no a manos de los monstruos, si no de ustedes mismos. —Lía se sacudió las ropas en señal de protesta y se marchó con el abuelo Fray, mientras Eira cargaba a Katherine y la sacaba de ahí.

Valle de cobre siguió sin pronunciar palabra, sentían tanta vergüenza, dolor y arrepentimiento que lloraron desconsoladamente, una vez que Lía y sus amigos se refugiaron en la granja, ella decidió estar a fuera, en donde eran los sembradíos que alguna vez plantó su padre, acariciaba las hojas del maíz recordando momentos y atesorándolos en su corazón.

—Hola papá, no se si me escuchas, si el cielo puede hacernos ese favor…me siento triste, he regresado al que alguna vez fue mi hogar y me duele que siga siendo un lugar frio y sin amor, me hubiese gustado regresar y ver a Valle de cobre en otra situación, un lugar alegre, lejos de la violencia, pero es todo lo contrario, la muerte sigue persiguiendo a nuestra gente, desearía que todos pudieran arrepentirse, ojalá pudieran vivir lejos del odio y el desprecio.

Mientras ella seguía reflexionando y desahogando su corazón, Eira estaba dentro de la casa con el señor Fray y con Katherine, a quién le habían curado las heridas.

—Jamás podríamos pagarles por lo que hicieron, gracias a ustedes, mi querida nieta esta a salvo, no se que hubiera sido de nosotros si ustedes no hubiesen tenido la valentía de intervenir, nos libraron de las garras de ese malvado y por consecuencia, salvaron la vida de muchas mujeres. —exclamó El señor Fray lleno de gratitud.

—No fue solo idea mía, agradézcanle a mi ama, ella fue quien le mostró a todos la verdad sobre ese charlatán. —externó Eira con seriedad, se veía muy atractivo y misterioso.

—¿Tu ama? Eres…su familiar ¿no es así? —le preguntó Katherine mirándolo fijamente, le aprecia extraño que un hombre con apariencia de príncipe fuera el familiar de una bruja.

Eira asintió con la cabeza y dijo:

—¿Tienes miedo de nosotros? —le preguntó Eira al verla mirarlo tan fijamente.

—¡No! Claro que no…mi corazón esta lleno de gratitud, no de miedo, creo firmemente lo que tu ama dijo, no todos los seres sobrenaturales son malos, ni todos los humanos son buenos, me alegra haber conocido a seres tan bondadosos como ustedes, estoy en deuda.

Katherine tenía diecinueve años, su piel era blanca y pecosa, su cabello era castaño, casi rubio y era muy agradable y simpática y tenía un corazón noble como su abuelo.

—Me alegra que estes bien, talvez te quede una cicatriz en la cabeza, pero estarás bien, buscaré a mi ama para saber si quiere quedarse o partir.

—¡Por favor quédense con nosotros! Hospédense en nuestra casa, es lo mínimo que podemos hacer por ustedes, aunque sea esta noche, pero quédense con nosotros. —exclamó el señor Fray junto con Katherine, quien no quería separarse de su salvador tan pronto.

—¡Les prepararé algo delicioso para la cena! Yo cocino muy bien ¿verdad abuelo? —Katherine miró a su abuelo con urgencia y él rápidamente respondió.

—¡Si! Cocina delicioso.

—Le avisaré, ya regresamos. —dijo Eira con una sonrisa que hizo que a Katherine le brincara el corazón y salió por la puerta cerrándola con delicadeza, en cuanto se fue, Katherine exhaló con el corazón acelerado.

—Ay abuelo…me arde la cara.

—Estas tan roja como un tomate ¿te sientes mal?

—No…nada de eso, me apresuraré hacer la cena, ojalá que puedan quedarse. —dijo ella nerviosa.

—Si.

Eira buscó a Lía y después d e unos minutos llegó al sembradía y ahí estaba ella, se notaba que había estado llorando, así que Eira le llegó por la espalda y le rodeó la cintura, susurrándole en el oído.

—La estaba buscando ama. —el aliento cálido y suabe de Eira hizo brincar a nuestra bruja y ella se apartó rápidamente de él, pero Eira la jaló a sus brazos.

—Eira… ¿Qué te pasa? De repente actúas muy raro. —expresó Lía con nerviosismo.

—Jaja, lo siento, me gusta la forma en al que reaccionas, es divertido. —le dijo Eira con una bella sonrisa.




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