Nada de esto tiene sentido ¿Cómo pudo pasar esta desgracia? ¿en que momento nuestra paz fue perturbada? La incertidumbre me carcome el alma, nunca vi semejante expresión en el rostro de mi amado, era dolor puro, una agonía insoportable, su pecho comenzó a teñirse de negó, al igual que sus venas resaltadas y contaminadas por aquella extraña entidad ¿Qué es lo que buscaba? ¿realmente la bruma oscura salió de su cuerpo? Si es así… ¿Por qué mi rey sigue viéndose tan desmejorado?
Aquel portal se abrió en el castillo, Igorif y Lía ayudaban a Valeska a sostenerse, seguía muy agitado, transpirando, completamente empapado en sudor, nadie debía verlo en ese estado, los únicos que debían saber lo que pasaba era el príncipe y sus allegados, sus hombres de confianza y nadie más, era la primera vez que el señor de todo se veía en ese estado.
—¡Tráiganle sangre fresca! ¡paños con agua fría! ¡apresúrense! —gritó Igorif alarmado.
—Ya les dije que estoy bien, no es necesario todo este alboroto. —expresó Valeska agitado.
—Por favor mi rey, déjeme revisarlo, solo queremos descartar cualquier amenaza, su salud es lo más importante. —exclamó Lía tratando de esconder su angustia.
—¿Por qué estas tan preocupada? Soy un dios, yo no puedo morir, deja de mortificarte. —le dijo el rey mientras acariciaba su mejilla.
—Se que su poder es inimaginable, aun así…se ve muy cansado, desnude su torso por favor.
Mientras Lía lo revisaba, Valeska la miraba con profundidad, trataba de aguantarse el dolor que estaba sintiendo, pero su cuerpo presentaba signos de estrés y agotamiento excesivo, nadie sabía lo que estaba pasando con él.
Igorif mando llamar a Leonardo y Beatriz, al igual que a Calipso y a las brujas de mayor rango para que entre todas trataran de examinar su cuerpo y ver si no había nada dentro de él.
La noticia del regreso de la bruja de la invocación se corrió por donde no debía, el castillo estaba conmocionado ante la noticia de que el rey había acortado sus días de exilio y la había aceptado de nuevo, la incógnita si se convertiría en la guardiana que todos estaban esperando se plantó en sus corazones, pues a pesar de contar con brujas capacitadas como Beatriz y Calipso, había otras más que deseaban aquel puesto, pero el rey no terminaba de aprobarlas, era como si estuviera esperando el regreso de su obsesión, la bruja de la invocación que había acabado con Bitchancy.
—¡Mis señoras! Igorif a mandado traerlas, dice que es urgente, nadie debe saber a que las ha citado, manda llamar a las cinco brujas más poderosas del reino además de ustedes.
—¿El rey está bien? ¿a qué se debe tanto misterio? —preguntó Beatriz con incertidumbre.
— Parece que el rey está enfermo… —dijo la criada con la mirada en el suelo.
—¿Qué? Eso es imposible, nuestro rey es un dios. —exclamó Calipso con el ceño fruncido.
—Además…su hija ha regresado, el rey le ha perdonado los años restantes que le quedaban de exilio y ahora se encuentra con él y el señor Igorif en sus aposentos.
—¿Lía a regresado? —Beatriz y Calipso se miraron y después apresuraron el paso, Calipso agarró a la sirvienta del cuello y la amenazó.
—Si te atreves a decirle a alguien más esa blasfemia de que el rey está enfermo te mataré con mis propias manos ramera, serás uno más de mis títeres ¿entendiste? —le preguntó Calipso mirándola fijamente.
—¡Si! Lo lamento…. —La sirvienta se fue corriendo, estaba llena de miedo ante las palabras de Calipso.
Beatriz y Calipso mandaron llamar a las cinco brujas que estaban junto con ellas como aspirantes al puesto de guardianas, sus nombres eran los siguientes: Rowena Grimm, Asha Wood, Larin Kobe, Irina Sahadowwalker y Alexia Taburn, una vez que todas se encontraron, se dirigieron a los aposentos del rey.
La noticia también había llegado a oídos del príncipe Emir, una vez que lo mandaron llamar, supo del regreso de Lía y su corazón se encontró confundido, ante la alegría de volver a verla y la angustia de no saber que pasaba con su hermano mayor y fue llevado al castillo con sentido de suma urgencia.
Lía extendió sus manos sobre Valeska, saliendo un poder purpura de ella, el rey sentía su cuerpo cálido debido a la magia de su pelirroja, era como escanearlo para tratar de detectar aquella anomalía.
—Maldita sea…no puedo detectar nada, creí que al haber estado tanto tiempo en el inframundo podría reconocer alguna maldición demoniaca o algún ente maligno, pero no encuentro nada. —se dijo Lía en sus adentros, comenzaba a llenarse de frustración.
—Señor, no me miré con esos ojos, me cuesta trabajo concentrarme… —exclamó Lía al sentir la intensidad de su mirada.
—Tendrás que aprender a soportarla, te vere todo el día, de arriba abajo, con ropa y sin… —Igorig lo interrumpió de manera respetuosa.
—Por favor mi señor, tómese esto con seriedad, es por su bien. —Igorif no podía creer el hombre tan cambiado que era su rey con esa chica, parecía un adolescente con los sentimientos a flor de piel.
—Las hechiceras se encuentran afuera mi rey. —dijo uno de los guardias haciendo una reverencia.
—Diles que pasen.
Beatriz, calipso y las cinco brujas entraron a la habitación del rey, todas querían ver a su apuesto señor y al mismo tiempo tenían la curiosidad de ver a la humana que se había vuelto famosa con tantos escándalos y rumores, la mayoría maliciosos.
Una vez que la puerta se abrió, se quedaron boqui a viertas al ver al rey de todo sin camisa con Lía sentada en sus piernas.
—Las han llamado por nada, me encuentro perfectamente. —manifestó el rey con su voz grabe y seductora.
Las brujas se asombraron al ver a Lía, era muy hermosa y hacia una pareja espectacular con el rey, pero en cuanto Beatriz los vio, carraspeo la garganta y Lía inmediatamente se puso de píe.
No era momento de abrazarla, aunque las dos se morían por estrujarse entre sus brazos, tenían que ser profesionales, Lía se apartó mientras su madre tomaba el liderazgo.
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Editado: 11.03.2024