En nuestro universo, existían estos cinco reinos, el reino vampírico y de los seres sobrenaturales, señoreado por el rey de todo y el príncipe Emir, el reino de los humanos que iba encabezado por sus diferentes dirigentes, pero protegido por Alejandro de Romaní antiguo rey de los vampiros y ahora señor de los cazadores, el reino marítimo gobernado por las sirenas madre, el reino del inframundo señoreado por Eira Eltsney y por último, el reino celestial del cual no se tenía mucho conocimiento y algunos dudaban de su existencia, este ultimo reino se mantenía en el anonimato y estaba gobernado por cinco arcángeles encargados de la reencarnación y la extinción de las almas, estos cinco señores celestiales también eran dioses, sus nombres eran los siguientes:
Maori, Hazazel, Sephora, Sent y Teldrasil, quienes instruían a los querubines y a los seres espirituales y de luz para que las almas que en su mayoría de vidas habían sido perversas fueran mandadas al inframundo para renacer como demonios y seres del bajo astral, cuidaban que ningún ser de su reino interviniera con la humanidad ni sus problemas, pues cada uno debía vivir según sus acciones y acepar sus consecuencias, de vez en cuando concedían milagros y se aseguraban de que las almas nuevas tuvieran una vida fácil.
Ellos estaban al tanto de todo lo que sucedía y al presenciar el nacimiento de dos nuevos dioses se extrañaron pues hacia mucho que no nacían más deidades, al ver que los nuevos dioses eran oscuros y con inclinación al mal, no hicieron mayor esfuerzo en acercarse, estas cinco deidades celestiales eran selectivas y aborrecían la idea de contaminarse con la creación y convivir con los otros reinos les parecía innecesario.
Maori era la única arcángel hembra, su cabello era rosado y sus ojos color verdes, tenia una apariencia dócil y pacífica, delicada y femenina, ella era la encargada de ayudar a las mujeres a embarazarse y dar a luz, también recogía las almas de los recién nacidos que habían muerto o de los bebés que no habían logrado nacer y a ellos los convertía en estrellas, era muy callada y siempre tenía una sonrisa suabe en la cara, era muy extraño escuchar su voz y era muy hermosa, también era la causante de hacer estériles a las humanas y hacer que perdieran a sus bebés si ella creía que era lo correcto.
Hazazel era el arcángel de la guerra, recompensaba a los guerreros que morían heroicamente en la batalla y los llevaba a un paraíso antes de darles otra oportunidad para nacer, les daba a escoger entre el descanso y la vida, su aspecto era hermoso, su cabello era blanco y sus ojos azules, su piel era pálida y era muy reservado, parecía soberbio he indiferente.
Sephora era el arcángel de la muerte, cuando alguien moría, ya fuera un ser humano o un animal el se encargaba de encaminar a las almas a su destino, al paraíso o al infierno, también existía el limbo y ahí mandaba a quienes consideraba que lo merecían, detestaba a las almas que vagaban en la tierra y no trascendían y no se involucraba con ellas, él tenía el cabello negro y los ojos color rojo, también tenía una apariencia atractiva y tenía sentido de superioridad.
Sent era el arcángel del amor, otras personas lo llamaron cupido, era quien cuidaba los corazones rotos y los enamorados, bendecía a quienes se amaban de verdad con un amor duradero, era el ángel de la alegría y el optimismo y tenía un gran sentido del humor y era muy vanidoso, su cabello era azulado y sus ojos eran color gris.
Por último, estaba Teldrasil, el arcángel de la justicia, el juicio y el equilibrio, él era quien estaba a la cabeza, su apariencia era casi inexpresiva y parecía intimidante, era hermoso y de cabello dorado y sus ojos eran color violeta.
Los arcángeles no podían interferir en las decisiones de los humanos, tampoco incitarlos al mal, debían respetar su libre albedrío y también el siclo natural de la vida y la existencia, pero al ver que la violencia iba en aumento y la crueldad del dios de todo sobrepasaba cualquier ante cedente antes registrado se vieron tentados hacer algo al respecto.
—Nunca antes intervinimos en esto ¿Por qué hacerlo ahora? —preguntó Sent al ser convocado a esa reunión urgente.
—Parece que las cosas se están saliendo de control. —dijo Sephora quien estaba sentado en su trono.
—Es evidente que ya nos tardamos, por eso la humanidad perece cada día, el rey de todo es una amenaza para la creación. —manifestó Hazazel con molestia.
—Debimos visitarlo cuando nació, quizás pudimos guiarlo por un mejor camino, no podemos controlar el nacimiento de un dios, no sabíamos que sería dado a luz por un clan tan oscuro como el de los vampiros, esos demonios… —Añadió Sent sintiéndose arrepentido.
—El segundo hermano tiene un corazón más noble, quizás podamos ponerlo de nuestro lado. —externó Hazazel y de pronto, Teldrasil apareció y descendió en medio de ellos.
—¿Por qué nos has llamado exactamente Teldrasil? —le preguntaron los arcángeles mirándolo fijamente.
—¿Acaso soy el único que ha sentido esa presencia abrumadora? —les preguntó con voz fuerte y añadió. — ¡esto va más allá de algo que se nos haya ido de las manos! algo ajeno a nuestro universo a entrado como un parasito para destruir todo lo que conocemos, ningún maldito reino quedará en pie si no hacemos algo, ni siquiera el nuestro prevalecerá.
—Creímos que solo se trataba del rey de todo. —dijeron ellos desconcertados.
—El rey de todo es ahora el mayor de nuestros problemas, la entidad que vaga por la tierra solo es la sombra del verdadero devastador, debemos averiguar si nuestras sospechas son ciertas y ejecutarlo antes de que la semilla florezca.
—¿Quieres que asesinemos a un dios? —le preguntó Sephora desconcertado.
—A los dos si es necesario… —le respondió Teldrasil sin titubear y con la mirada fiera.
—¡No podemos hacer eso! Uno de ellos es …bueno…
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Editado: 11.03.2024