Mi amante el villano (libro 3)

Arrancando la flor más bella.

 

 

Esto no me puede estar pasando a mí…soy la mujer más bella del imperio, soy la debilidad de los caballeros, el deseo del rey y el placer del príncipe… ¿Cómo es que estoy aquí? Encadenada como una prisionera, en este lugar tan indigno de mí.

Freya estaba recluida en el calabozo preparado para los peores criminales, estaba en shock, completamente incrédula ante lo que estaba pasando, sus ojos rojos brillaban en la oscuridad como fuego que pronto se extinguirá.

—Maldita bruja… ¿Cómo es que estoy yo en su lugar? ¿en que momento el rey la puso por encima de mí? Ella es quien debería estar llena de lodo y suciedad, encerrada en este calabozo húmedo y desagradable.

La concubina favorita del rey se encontraba perpleja, balbuceaba tan rápido que parecía que hablaba otra lengua, el estrés que sentía al no saber que sucedería con ella la hacia sudar a grandes gotas.

—¿Seré juzgada por adulterio? No…eso no…es igual que ser juzgada por traición, es aun peor, no puedo ser sentenciada, no pueden afirmar que soy culpable, yo debo ser la reina…todos saben que yo seré la emperatriz del reino vampírico, al ver mi belleza, no dejaran que me condenen, me adoraran, no permitirán que el rey me ponga un dedo encima, él mismo se arrepentirá y me pedirá perdón de rodillas, soy igual que ellos, una diosa, la diosa de la hermosura, soy perfecta, no podrá deshacerse de mí…soy su favorita, soy su dueña, soy su debilidad…

El tiempo de Freya se estaba acabando, los guardias estaban por abrir la cerradura de la puerta, la vampiresa no podía sentirse más hundida que ahora, pareciera que su castillo se había derrumbado, no era más que arena apilada, su mayor miedo, era el hecho de no poder ser la emperatriz de aquel prospero reino, debido a la ansiedad se rascaba los brazos y se rasguñaba la piel sacándose la sangre.

—¿El rey a ordenado mi liberación? —les preguntó Freya tratando de mantener la dignidad.

—Nos ha ordenado que te llevemos por la calzada de la vergüenza. —exclamaron ellos con seriedad.

—¿Qué? ¿piensa humillarme de esa forma? ¿Cómo se atreve hacerme esto? ¡no iré a ningún lado! ¡exijo hablar con el rey de todo! ¡yo soy su mujer! ¡tengo el derecho de tener una audiencia privada con mi señor! —Gritaba Freya con histeria, pero los guardias le pusieron mano y la llevaron en contra de su voluntad.

—¡Suéltenme! ¡Esa mujer lo ha hechizado! ¡Ella lo planeó todo! ¡quiere gobernar en mi lugar! ¡Castíguenla a ella! ¡Yo soy inocente!

La noticia de que el rey había tomado la decisión de enjuiciar a Freya, llegó a oídos del príncipe Emir, este se sorprendió de la determinación del rey para llevar acabo esta condena, el hecho de que no dudara ni un segundo en hacerla pasar por todo esto lo dejó sin palabras, creyó que al menos le tendría algo de consideración por haber sido su concubina favorita por tantos años, pero la frialdad de Valeska demostraba lo temible que era y el hecho de que una traición era algo imperdonable para él, sin importar de quien se tratare.

Emir trató de impedir aquel acontecimiento, pero ni siquiera el príncipe podía anular un decreto sellado por el rey, ni si quiera pudo persuadirlo para encerrarla de por vida en el calabozo o exiliarla mandándola al castillo del este, Emir se sentía muy culpable por haber aceptado acostarse con ella, creía que era su culpa toda esta situación.

Freya no tenía escapatoria, estaba siendo acusada de adulterio y esto solo tendría un final y este sería la muerte, una muerte deshonrosa y una humillación publica donde ella le serviría de ejemplo al reino que cualquiera que se atreviera atraicionar a su majestad, sería ejecutado.

—Debe despojarse de sus prendas y objetos de valor, a partir de este tramo, deveras caminar sin nada encima. —le dijeron los guardias y ella lloraba de impotencia.

—¿Ni siquiera me ha juzgado y ya me considera culpable? —preguntó ella temblorosa.

Freya se despojo de sus joyas y de la corona que usaba en al cabeza que la distinguía como una princesa, se quitó los zapatos y el vestido de gala que llevaba dejándose una bata debajo.

—Debes despojarte de todo. —le ordenaron los guardias sin respeto alguno.

—¿Quieren que camine desnuda por la calzada? ¡no lo haré! al menos permítanme usar mi camisón…. —exclamó angustiada.

—Son órdenes del rey, obedece o serás flagelada por rebeldía ante los mandatos de su majestad.

—Esto no me puede estar pasando a mí… —Freya miró al cielo y se despojó de su camisón quedando completamente desnuda y así fue obligada a recorrer aquella calzada mientras la gente murmuraba sobre ella y al señalaban, comenzaban a lanzarle piedras y toda clase de insultos, Freya estaba siendo humillada y se sentía en el infierno.

—¿Cómo es posible que el rey condene a su concubina favorita? Si eso le hace a la candidata a emperatriz, imagínense lo que le hará alguien como nosotros si le faltamos al respeto.

—Es un desperdicio, mira que hermosa es y el rey ni siquiera se le nota afectado.

—Dicen que trató de dividir la nación, acostándose con ambos hermanos para asegurar la corona.

—Es una prostituta, una cualquiera, me alegro que este pasando por todo esto, su belleza no le sirvió para nada, el rey la ve como una mosca más.

—Ojalá se pudra en el infierno.

—Ojalá la ejecuten.

Estas eran algunas palabras que los vampiros y seres sobrenaturales murmuraba en contra de Freya, algunos estaban temerosos y sorprendidos por la decisión del rey, pero otros cuantos, se alegraban de la situación, especialmente las concubinas que eran oprimidas y humilladas por ella, especialmente estas mujeres del aren, eran quienes la insultaban y le arrojaban piedras, deseaban fervientemente su muerte, pues creían que sería su oportunidad para ganarse el favor del rey.

Freya caminaba erguida, orgullosa y digna, aunque por dentro estaba llena de vergüenza, odio, rencor y miedo, sabía que no saldría viva de esta, era la primera vez que veía ese lado tan temido del rey, al ser su amante, jamás vio en él la crueldad que lo caracterizaba, no conocía el miedo que la mayoría si sentía, pero ay no tenía en frente a su amante, si no al rey de todo, el emperador más sanguinario que conocía, el hombre cruel que se había olvidado de ella.




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