Mi amante el villano (libro 3)

Una mente frágil

 

 

Nuestras tres aventureras habían emprendido el viaje al misteriosos pueblo de San Bernardino, el lugar donde Víctor Borgues y su esposa Elena se hacían cargo de la comunidad que los apreciaba y valoraba por su arduo trabajo, en su caminar, habían escuchado de una médico que aliviaba casi cualquier enfermedad, pero el lugar las desviaba varios días de camino hacia la ciudad de los cazadores, pero aun así, Magnolia y Lucia concordaron que la salud de Babani era más importante, pues ella realmente las preocupaba.

Constantemente se olvidaba de las cosas más sencillas, si iba a cocinar se quedaba parada por varios minutos tratando de recordar lo que iba hacer y eso le sucedía muy a menudo.

—¿Segura que nos dieron bien la información del lugar? Estamos en medio del bosque, este pueblo esta más escondido que las garrapatas de Anabel. —exclamó Lucia creyendo que estaban perdidas.

—Seguimos todas las indicaciones, es imposible que estemos perdidas, tal vez nos dieron la dirección mal. —manifestó Magnolia con pesar y añadió, no podemos perder más tiempo, la memoria de la abuela cada vez está peor.

De pronto, un alboroto las alarmó a todas, Babani comenzó a gritar desesperadamente y buscaba como loca aventando todo a su paso.

—¡No puede ser! ¡no está!

—¿Qué pasa abuela? ¿Por qué estas tan preocupada?

Lucia y Magnolia corrieron hacia Babani para ver lo que sucedía y ella se encontraba al borde de la desesperación.

—¿Qué estas buscando abuela? —le preguntó Lucia agarrándola de los hombros.

—¡No encuentro a Anabel! ¡no está por ningún lado! 1la dejamos en el camino! —gritaba Babani llena de angustia.

—¡Abuela no! Anabel esta con nosotras, ella es la casa ¿recuerdas? Asómate por la ventana y veras sus patas caminar, ella es quien nos lleva en su estómago.

—¿Qué? —Babani se asomó por la ventana y al ver las patas que se asomaban ella sintió alivio.

—¿Lo ves? Anabel siempre nos ha acompañado, jamás la olvidaríamos. —Le dijo Magnolia mientras la abrazaba.

—Cielos, lo siento, no se que me pasó, creí que la habíamos dejado.

Babani se entristeció mucho, esos episodios eran cada vez más frecuentes y se puso a llorar, tenía miedo de olvidarse de todo y no recordar a sus seres queridos.

—Mi mente me esta fallando más de la cuenta, cada día esta peor. —dijo la bruja entre lágrimas.

—No llores abuela, pronto te llevaremos con esa doctora, veraz que tu diagnostico no será grabe. —Lucia trató de consolarla y entonces, Magnolia se puso alerta.

—Guarden silencio y manténganse adentro, huelo a otro vampiro y esta muy cerca de aquí. —exclamó Magnolia y añadió. —iré a ver que quiere, no salgan por nada del mundo, no importa que escuchen, puede que intente comérselas.

—¿Qué? ¿Un vampiro?

—Yo me encargaré de esto ¡detente Anabel!

Anabel se detuvo y Magnolia bajó de la ventana de un salto y le clavó la mirada al vampiro que tenía delante de ella.

—¿Qué es lo que quieres? Te olí a kilómetros atrás y ahora estas aquí. —le preguntó Magnolia sin apartar la vista de él.

—Lo mismo te pregunto yo a ti ¿Qué haces en este lugar? Si vienes a comer, te sugiero que regreses por donde viniste vampiresa.

Le dijo Víctor mirándola de arriba abajo, pues sus ropas eran muy finas y parecía una princesa, por eso le dijo vampiresa.

—¿El pueblo que dices se llama San Bernardino?

—¿Por qué lo preguntas?

—¡Aléjate de mi amiga maldito vampiro! —gritó Lucia aventándole unos ajos en la cabeza a Víctor.

—¡Lucia! ¡por un demonio te dije que no te escondieras! —gritó Magnolia histérica pues no quería que nada malo les pasara.

—¡No te preocupes! ¡le di en la cabeza! —exclamó Lucia orgullosa de sus actos.

—¡Ya te dije que el ajo no sirve!

—¿Estas con una humana y una bruja? —le preguntó Víctor al ver que Babani lo espiaba desde el techo de la casa.

—¿Qué? —Magnolia se dio la vuelta y al ver a Babani en el techo casi le dio un infarto y añadió con un grito ¡Abuela bájate de ahí! No puede ser… ¡oye tú! no te atrevas a comerte a mis amigas o te juro que te arrancaré el corazón.

—No pienso comerme a nadie, soy el protector del pueblo de San Bernardino, ningún monstruo es bienvenido aquí, ni siquiera un vampiro de fina cuna como tú.

—Yo tampoco intento asesinar a nadie, estamos buscando a una doctora que vive en ese pueblo.

—¿Elena? ¿para que buscas a mi esposa? —le preguntó Víctor confundido.

—Necesitamos que revise a nuestra abuela y pueda darle un diagnóstico, creemos que su mente está enferma.

—¡Vamos Anabel sácale las tripas a ese vampiro!

—¡No abuela! La doctora es su esposa, si lo matas no querrá atenderte. —le gritó Lucia desde la ventana.

—Mi esposa no puede tratar a brujas dementes. —dijo Víctor pensando que Babani estaba loca.

—La abuela no está loca, así actúa normalmente, tiene un carácter especial.

—¡Nieta! ¡dile que se haga aun lado o lo vamos aplastar!

—¿nos va a llevar con su esposa o no? — le preguntó Magnolia avergonzada.

Después de examinarlas un rato y ver que no eran malas personas, Víctor aceptó llevarlas con él a San Bernardino.

—¿Piensan traerse toda la casa?

—No es solo una casa, también es una gallina y se llama Anabel.

—¿Qué?

Babani le dio la orden a Anabel de que tomara su forma animal y rápidamente se convirtió en una gallina negra de ojos rojos, esto asombró mucho a Víctor pues nunca había conocido a un familiar tan peculiar.

Acto seguido, las guio por el bosque hasta que por fin llegaron al pueblo, era tan bonito que se quedaron asombradas.

—Bienvenidas a San Bernardino, lamento haber sido tan meticuloso, pero como ven, la paz es algo que valoramos mucho aquí.

—Qué bonito lugar… —exclamó Lucia mirando a todos lados.




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