Mi amante el villano (libro 3)

Reencuentro.

 

El momento de partir había llegado, nuestro grupo temerario se embarcaba a su ultimo recorrido hacia la ciudad de los cazadores, pero ahora con la compañía de Víctor y Elena, el pueblo de San Bernardino despidió a sus amigos con alegría, solo estarían fuera por un tiempo, pues ese lugar era su hogar, Anabel recorría el bosque, las praderas y los campos con sus patas largas y su forma de cabaña en donde guardaba a sus viajeros, ella tenia la habilidad de encoger o agrandar la casa y ahora tenía otra forma y una habitación más.

—¿Cómo es posible que estemos dentro del estomago de Anabel? —preguntó Elena asombrada.

—Se acostumbrará, al principio nos parecía igual de raro, pero esta es una de las habilidades mágicas de Anabel, ahora creemos que es genial. —le dijo Lucia mientras cocinaba.

Babani les había enseñado a limpiar, lavar, cocinar y ha remendar ropa, ahora Magnolia y Lucia podían valerse por ellas mismas.

—Pero hay agua, camas, muebles, la madera se ve autentica, es como una cabaña de verdad. —se guía diciendo Elena maravillada.

—¿La magia es increíble verdad?

—Si, lo es…

—Para nosotras que somos humanas comunes, todo esto nos resulta fascinante, la magia tiene muchas formas, distintos colores y puede ser de gran ayuda, las brujas y sus familiares son geniales. —exclamó Lucia con una sonrisa.

—No entiendo como podemos despreciar tanto a los distintos seres sobrenaturales, hubo un momento donde repelábamos a las brujas, incluso yo llegue a odiarlas, pero la abuela me ha cambiado esa perspectiva, quizás…no existe una raza superior y todos somos iguales, todos lloramos, reímos, nos enojamos, nos enamoramos, es tonto creer que como vampiros somos superiores.

—Vaya, acabas de decir algo muy profundo. —le dijo Lucia haciendo que Magnolia se sonrojara y esta le lanzó un trapo a la cabeza.

—Solo digo lo que pienso. —refunfuño Magnolia avergonzada.

—jajaja, esta bien, ahora eres más humilde.

—Las dos lo son, antes no sabían hacer nada por si solas, eran unas niñas caprichosas, egoístas y con aires de grandeza, no era su culpa, ambas eran como princesas, han madurado y me siento orgullosa de ustedes. —les dijo Babani dándoles unos golpecitos en la espalda y depsues las abrazó.

—Yo prefiero no recordar mi pasado jeje. —exclamó Lucia apenada.

—Gracias por tenernos paciencia abuela. —le dijo Magnolia acorrucándose en ella.

—Creo que ustedes también hacen que mi perspectiva sobre los seres sobrenaturales cambie un poco, creo que…no todos son unos monstruos, supongo que hay de todo en este mundo, seres buenos y malos, un equilibrio natural. —exclamó Elena entre suspiros.

—No estamos muy lejos de la ciudad de los cazadores, miren, se pueden ver sus murallas desde aquí. —les dijo Víctor y todas se asomaron por las ventanas, su destino estaba frente a ellos.

—¡Wuao! Es más grande de lo que imaginé. —respondió Elena asombrada.

—Tenemos suerte de que el clima este nublado, este suele ser un lugar muy cálido y soleado, me alegra que ustedes vayan a estar bien. —exclamó Lucia aliviada.

—¿Es normal sentirme tan nerviosa? —preguntó Magnolia agarrándose el pecho.

—Lo es, pero estamos contigo, juntas vamos hacer que sus sueños se hagan realidad. —les dijo Babani agarrándolas de las manos.

—¿Y si mi madre no esta aquí abuela? No se si podré soportarlo. —le dijo Lucia angustiada.

—Estará, ten fe, tu madre es muy fuerte, ella te espera.

—Vamos cariño, todo saldrá bien, Ginebra se alegrará de verte. —le dijo Elena mientras lo abrazaba.

—Ya no hay vuelta atras, que pase lo que tenga que pasar.

Los centinelas se desconcertaron cuando vieron aquella cabaña andar en dos patas, anunciaron la llegada de aquella cosa extraña, alertando a los guardias de las puertas principales y los arqueros se pusieron en poción de ataque si el capitán les daba la orden.

—¡Sigue aproximándose!

—¡Atentos a la señal!

—Señor, aquella extraña criatura sigue acercándose. —le dijo uno de los guardias a Alejandro que tenía la mirada fija al horizonte.

—Pídanle que se detenga, si sigue avanzando dispárenle. —exclamó con el ceño fruncido.

—¡Si señor!

—¿Qué esta pasando padre? Da la orden he iré yo mismo a enfrentarlo. —le dijo Reynar quien ya era todo un hombre, era tan hermoso como su padre, alto, fornido y con su cabello castaño amarrado en media coleta, sus ojos tenían un azul intenso y era salvaje en la batalla.

—Veamos cual es su siguiente paso.

Mientras esto pasaba, todos se preocuparon cuando vieron a los arqueros apuntándoles.

—Oigan…esto no se ve nada bien, deberíamos sacar una bandera blanca o algo así. —propuso Lucia y ella y Babani sacaron dos trapos blancos por la ventana.

—¡Abuela! ¿esta es tu ropa interior?

—¡No había otra cosa a la mano! Al ver tan sensuales prendas se rendirán al instante.

—Eso parecen carpas…son enormes. —exclamó Magnolia al ver la tela desgastada.

—Soy de caderas anchas niña, dejen de quejarse y agiten esas banderas.

—¡no funciona! —exclamó Elena preocupada.

—Quédense adentro, saldré yo mismo a rendirnos. —añadió Víctor y abrió las puertas de par en par y gritó con voz fuerte.

—¡No somos una amenaza! ¡mi nombre es Víctor Borgues! ¡venimos en paz! ¡solo vine a ver a mi hija Ginebra!

—¿Qué? Es un vampiro…

—Deberíamos dispararles.

—¡Díganle al señor lo que está pasando! —gritó uno de los centinelas y dos mensajeros corrieron a decirle todo a Alejandro.

—¿Víctor Borgues?

—Si…dice que es el padre de la señora Ginebra y ha venido a verla. —expuso el mensajero casi sin aliento.

—¿El abuelo está aquí? —preguntó Reynar extrañado.

—Avísenle a mi esposa y tráiganla aquí, dejen entrar a quienes lo acompañan.




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