Mi amante el villano (libro 3)

El hijo que lleva mi sangre.

 

 

Se supone que esto no debía pasar, iba en contra de las reglas del imperio, las reglas que le habían impuesto en contra de su voluntad “debes odiarlos” “debes avergonzarte de ellos” “tienes que despreciarlos” “aborrecerlos” toda esa absurda enseñanza quedó hecha pedazos cuando vio a sus padres  con el rostro empapado de lágrimas, al sentir los brazos de su madre que lo rodeaban transmitiéndole tanto amor, Emir se desarmó, no pudo apartarse de ella, no podía rechazarlos, no cuando su mente estaba llena de recuerdos amorosos que atesoraba en lo más profundo de su corazón.

—¡Emir! ¡has vuelto! ¡mi precioso Emir!

Aun si me golpea apartándome de su lado, aun si me maldice por tocar a un dios sin permiso, él es mi hijo, dueño de mis pensamientos al igual que sus hermanos, una parte de mi corazón a regresado a mí, no importa se me lleva una vida pedir perdón por haberlo dejado ir, yo lo amo y no puedo dejar de besarlo y decirle lo mucho que lo he extrañado.

Ginebra tomó el rostro de Emir y lo besó hasta el cansancio, Reynar aun empuñaba su espada, a la espera de cualquier falta de respeto para poder alejarlo de su madre, pero el príncipe estaba temblando, no pudo contener las lágrimas y lloró como un niño pequeño.

—Mamá… —Exclamó Emir ahogado en llanto y se sumergió en los brazos de su madre apretándola tan fuerte para que no se le fuera.

—Si este es un sueño, no quiero despertar jamás, cuanto soñé con este momento, viví reprimido durante tanto tiempo, obligado a negar mi tristeza a ocultar mi añoranza, mi agonía, me separaron de ustedes cuando no podía defenderme, mi alma gritaba sus nombres en la oscuridad de la noche, con la esperanza de que regresaran por nosotros, aun sigo deseando que todo sea un mal sueño y que esta cruel separación solo haya sido una pesadilla y despertar en medio de ustedes a la espera de un gran día, poder ver tu hermoso rostro y sentirme seguro otra vez con esa ternura con la que hablas, mamá….madre mía, dueña de mi corazón, no me sueltes jamás que si este es un sueño, quiero vivir soñando por la eternidad. —pronunció Emir entre sollozos, dejando a todos con un nudo en la garganta.

—No es un sueño mi vida, el cielo escuchó nuestras plagarías, a contado nuestras lagrimas y hoy nos ha concedido el sueño de volver a vernos, hijo de mis entrañas, te amo y siempre te he amado. —le dijo Ginebra llenándolo de amor.

Alejandro se acercaba lentamente, temeroso de que si lo tocaba pudiese desvanecerse, esto era demasiado para ser real, no podía contener las lágrimas, aquel hombre imponente y poderoso temblaba lleno de emociones intensas y dolores de años atrás, su hijo estaba frente a él y no esperaba más que reproches, pues creía que se lo merecía, cuando Emir lo vio, se tapó la boca he hizo una muestra de reconocimiento y respeto inimaginable.

—Mi señor, padre mío. —Emir se arrodilló delante de Alejandro reconociendo su autoridad sobre él como su padre sin importarle que él fuera un dios, se reverenció ante su papá mostrándole respeto.

—Emir…hijo mío… —Alejandro se hincó delante de él para abrazarlo y le besó la frente.

—Papá…te extrañé tanto…

Aquel reencuentro fue tan conmovedor que nadie pudo contener las lágrimas, gracias a Babani, este reencuentro había sido posible, Alejandro y Ginebra lloraron tanto que no soltaron a Emir hasta que los tres sintieron un descanso en el alma, Reynar no sabía que pensar al respecto, no sabía si sentirse celoso, conmovido o a la defensiva, estaba confundido, pero pudo ver el gran descanso en el corazón de sus padres y pudo notar como parte de aquella gran tristeza había desaparecido y se daba bien servido por eso, Lucia se acercó a él y le tocó la espalda recargándose en su hombro.

—No pienses demasiado, esa es tu familia, no es una amenaza, es una bendición, el príncipe Emir es bueno y tiene un gran corazón, si Magnolia lo dice yo le creo, además, mira como llora, parece un niño pequeño, se ve que extrañó mucho a tus padres, deberías darle una oportunidad, al fin y al cabo, es tu hermano.

Reynar apretó los puños y después los suavizó, suspiró cabizbajo y entonces Víctor se acercó a ellos con lágrimas en los ojos.

—¿Hay espacio para mí también? —preguntó él conmovido.

—¿Abuelo? Creí que… —Emir pensaba que Víctor estaba muerto, eso fue lo que les dijeron a él y a su hermano, pero al verlo con vida lo abrazó y ambos lloraron de felicidad, todo esto era demasiado para Emir, demasiada Alegría y esperanza.

—Estoy vivo hijo.

—Me alegra mucho verte.

—Hay alguien más a quién nos gustaría presentarte, no creerás la noticia. —le dijo Ginebra limpiándose las lagrimas y volteó a ver a Reynar y este se puso nervioso y su mamá lo llamó con la mano, pero el no estaba seguro de ir, así que Lucia lo aventó para que se acercara y este no tubo más remedio que ir.

—¿Quién es él? —preguntó Emir al ver el gran parecido con su padre.

—Él es tu hermano menor, su nombre es Reynar, tu madre y yo lo tuvimos años después de haberlos perdido a ustedes, tu hermano es un hábil guerrero y un gran orgullo para mí, es mi mano derecha y mi alegría. —expresó Alejandro dejando a Reynar impactado, su padre lo estaba afirmando, reconociéndolo y valorándolo para despejar cualquier inseguridad en él y se ruborizó aliviado de no ser excluido por el hombre que más respetaba y admiraba que era su padre.

—¿Mi hermano? ¿tuvieron otro hijo además de nosotros?

Ginebra se preocupó al pensar que Emir pudiera llegar a sentirse reemplazado y cuando iba a explicarle las cosas, Emir se puso de píe y se abalanzó contra Reynar abrazándolo con tal fuerza que lo dejó son palabras.

—Otro hermano…que alegría tan grande saber que no se quedaron solos, agradezco todo el amor que les has dado a nuestros padres, saber que te aman y están orgullosos de ti, me confirma el buen hombre en el que te has convertido, hermano mío, que la vida sea prospera para ti, que tus años sean incontables y tu decendencia sea como la arena del mar, que tu nombre sea un alivio para tus aliados y un terror para tus enemigos, te deseo lo mejor mi querido Reynar.




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