Mi amante el villano (libro 3)

La última oportunidad.

 

 

La situación ya era demasiado critica, los tres reinos ya estaban al borde de la desesperación debido a las raíces de aquel dios intruso que había llegado a su universo a plantarse para devorar el núcleo de la tierra y de cada uno de los reinos que ya estaban sufriendo las consecuencias de su violenta conquista, no solo los humanos estaban a la espera de una guerra por la sobrevivencia, si no que el reino marítimo como el celestial ya estaban por levantar el puño contra su opresor.

Los primeros que estaban listos para la batalla eran los arcángeles y dioses celestiales que ya no toleraban la maldad irracional de Valeska, y más ahora que la bruma se había apoderado de él y Maori había obtenido información directamente del inframundo cuando fue a consultar a las brujas que lo saben todo, ahí le dijeron lo que ya sabemos, que solo había una criatura capaz de asesinar a un dios, pero ningún arcángel estaba dispuesto a que Lía descubriera su verdadero potencial por temor a en un futuro ser puestos a raya por ella.

Pero Maori no pensaba como ellos, creía firmemente que los titanes existían por una razón, precisamente para momentos como este, en los que un dios se creía con el derecho de dañar la vida sin recibir consecuencia alguna, no importaba si eran de naturaleza vil o benevolente.

Además, Maori estaba muy arrepentida por haber asesinado a los titanes que en el pasado intentaron poner orden con ellos, pues en cualquier momento los dioses podían perder la cabeza por el poder que tenían, así que para tener absoluta libertad llevaron a l extinción a esta raza, pero las consecuencias de sus malas acciones los llevaron a esto, quizás era su castigo por sus muchos pecados.

Pues un titan con un poder aun más asombroso había nacido en una mujer que no tenía limites cuando se trataba de defender al desvalido y al desamparado, la personalidad benevolente e Lía no era una casualidad, si no su verdadera naturaleza, ella era la verdadera guardiana de este universo y no lo sabía.

Esta era la única oportunidad que sus hermanos arcángeles le habían dado a Maori, antes de declarase como enemigos del rey de todo.

—Ya fue suficiente dios de la oscuridad y rey de todo, Valeska, llegó el momento de hablar. —pronunció Maori extendiendo sus alas para proteger a Emir, a quien defendía a capa y espada de sus hermanos, pues ella aseguraba que el dios Emir era de buen corazón y gracias a su defensa, los arcángeles lo descartaron como objetivo.

Al verla, Emir se quedó impresionado, pues nunca antes había visto un ángel, la presencia de Maori era completamente celestial.

—¿Quién te invitó a mi palacio diosa de la vida y los recién nacidos? Te atreves a interrumpir mi conversación con mi hermano ¿quieres recibir el castigo en su lugar? No me molestaría asesinar a un ángel entrometido. —le dijo Valeska mirándola con desprecio.

—No me parece que estuvieran conversando, no te acerques más, tienes que detenerte. —le dijo Maori mirándolo fijamente.

—¿A que has venido exactamente?

—A darte una advertencia en nombre de los tres reinos a los que has afligido con tu maldad, dime la verdad ¿con quién estoy hablando en estos momentos? ¿con el rey de todo o con el dios de la destrucción que amenaza nuestra existencia?

Valeska sonrió maliciosamente y su presencia se hizo más oscura he imponente, Maori pudo ver la gran bruma emanando de él y retrocedió instintivamente y se acercó a ella como un depredador y añadió con voz grabe:

—¿Tu quien crees que soy?

Maori se sintió tan pequeña delante de aquel hombre, por más que buscó, en su mirada no encontró ninguna pista de bondad, parecía que aquel dios había tomado el control absoluto del rey de todo.

—No hay bondad en ti… —externó Maori con lágrimas en los ojos.

Valeska se acercó a ella y extendió su mano derecha y le cortó un ala con tal rapidez que no pudo defenderse, el dolor era insoportable.

—¡Ahhhhh! Y con la otra mano le terminó de cortar sus alas haciéndola sangrar y gritar de dolor.

—¡Ya basta hermano! —Gritó Emir con desesperación y abrazó a Maori y antes de dar uno de sus saltos para alejarse del rey Valeska pronunció sin remordimiento alguno:

—Esta es mir respuesta a tu maldita propuesta, no pienso retractarme, destruiré su universo y me alimentaré de el hasta dejarlo vicio, haré los mismo que le hice a las otras realidades que visité, agotare sus recursos, me apoderare de su núcleo del corazón de su planeta, no soy más el señor de todo, mi nombre es devastación, yo soy el dios destructor y también les declaro la guerra.

Con dolor en su corazón, Emir abrazó a Maori y dio un salto de velocidad alejándose del castillo, ella se había desmallado por la sangre que había perdido y Emir no tubo más opción que llevarla ante su madre para que la sanara.

—¡Esta es la guerra! ¡ese monstruo nos ha declarado la guerra! — exclamó Sephora el arcángel de la muerte al enterarse de lo que Valeska le había hecho a Maori y él junto a sus hermanos intentaron bajar a la tierra para hacerle frente al rey de todo por la agresión contra su hermana, pero su hermano mayor se los impidió, Teldrasil no se los permitió.

—Sería demasiado estúpido bajar ahora y atacar a un dios al que no podemos vencer solos, su poder es devastador, no sabemos si podremos vencerle nosotros cuatro, guarden sus energías para la verdadera guerra, tendremos que bajar a la tierra y tragarnos nuestro orgullo, el príncipe de los vampiros se ha llevado a Maori con él.

—¿A dónde se la lleva? —preguntó Sent el arcángel del amor con rabia.

—A la ciudad de los cazadores, Azazel irás con ellos, te alcanzaremos en breve, busca al señor de los cazadores, al hombre que representará a la humanidad en la batalla por la sobrevivencia, Sent, tu te dirigirás al reino marítimo, no te irás de ahí sin conseguir una alianza, Sephora y yo iremos al inframundo para pedirle apoyo al rey de ese lugar, tampoco saldremos de ahí sin un aliado.




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