Mi amante el villano (libro 3)

Maori, el arcángel que reencarnó.

 

Teldrasil y Sephora habían logrado conseguir su alianza con el rey del inframundo Eira, quien no pensó dos veces al querer levantar la espada contra su enemigo entrañable, Valeska, el pretexto perfecto para desquitarse por todo el daño que había provocado por fin había llegado y ansiaba él mismo borrarlo de la faz de la tierra, pues creía que solo así podría asegurarle a Lía, una vida feliz y pacífica.

Mientras tanto, el príncipe Emir llevaba en sus brazos a Maori, estaba bañado en su sangre y ella seguía inconsciente, tenía miedo de que se muriera antes de llegar, así que dio varios saltos con todo lo que tenía para poder llegar a tiempo y cuando lo hizo, gritó con todas sus fuerzas llamando a su madre.

—¡Mamá! ¡por favor ayúdame! —Emir aterrizó de golpe, ocasionando un fuerte estruendo, asustando a todos, Alejandro y Leonardo corrieron hacia el lugar para ver que sucedía y cuando Ginebra escuchó que Emir la llamaba se apresuró para asistirlo y cuando lo vieron lleno de sangre con aquella criatura celestial, todos se llenaron de incertidumbre.

—¡Emir! Dios mío… — exclamó Ginebra angustiada, atrás de ella venían Magnolia, Lucia y Reynar.

—¿Qué fue ese ruido? —gritó Reynar a lo lejos.

—¡No corras Magnolia! —añadió Lucia quien la cuidaba mucho.

—¡Es Emir! ¡huele a sangre! —manifestó Magnolia angustiada.

—¿Qué sucedió hijo? ¿tú también estás herido? — le preguntó Alejandro acercándose a él y al ver que aquella mujer era un ángel, Alejandro tendió su capa para que la recostaran de urgencia dejándola boca abajo.

—No, yo estoy bien, Valeska le cortó sus alas, esta muy grabe, por favor ayúdenla. —manifestó Emir con gran pesar.

Magnolia se tapó la boca al ver al ángel lleno de sangre y al mismo tiempo se alivió de que Emir no estuviera herido.

—Ginebra, por favor. —Alejandro se hizo a un lado para darle espacio a su esposa y Ginebra se arrodilló y extendió sus manos sobre su espalda y comenzó a usar su poder, pero ella no se curaba.

—No sirve de nada, no puedo curarla… —manifestó Ginebra con frustración pues la sangre no dejaba de salir.

—¿Que está pasando? —preguntaron Beatriz, Lía y Lilith, quienes llegaron por todo el alboroto.

—¿Mamá puedes sostenerme un momento a Aspen? —le preguntó Lía a Beatriz mientras se decidía acercarse.

—Si ¿Qué piensas hacer?

—Concederle alivio, esta muriendo… —dijo Lía con pesar.

Lilith se acercó también a Maori, quién la atrajo naturalmente, pues ella era un demonio y nunca había visto a un ser celestial y la olfateó.

—Es verdad, no le queda mucho tiempo. —añadió Lilith con seguridad.

Gracias a la magia de Lía, Maori pudo despertar con un dolor mínimo, pero su debilidad le anunciaba que estaba por morir y bebía hacer lo posible para reencarnar, pues no quería morir, así que comenzó a brillar como una estrella y extendió su mano sobre el primer vientre que encontró digno que fue el de Lilith y posó su mano sobre ella.

—Lo siento lobita…pero tomaré tu vientre prestado, te quitaré la infertilidad y me gestaré en él, pero necesito a tu amado también ¿podrías llamarlo? —le preguntó Maori con la dulzura que la caracterizaba, Lilith no entendía nada, pero poco a poco comenzaron a sospechar de la intención de aquel hermoso ángel.

—¿Qué? ¿Vinland? —preguntó Lilith confundida.

—Si… ustedes desean ser padres ¿verdad? Lo sé…he escuchado sus ruegos mientras observaban el cielo, te escojo a ti como la madre de mi próxima vida…por favor…se gentil conmigo, me esperan muchos desafíos.

—¿Qué sucede? —preguntó Vinland quién corría hacia el lugar acompañado de los demonios bélicos.

—Acércate Vinland, Maori tiene una última petición antes de morir, nuestro ángel guardián esta apunto de hacer algo maravilloso… —expresó Lía entre lágrimas, pues cuando la tocó, Maori le mostró todo lo que había vivido, especialmente los momentos donde invisible cuidaba los pasos de aquellos que consideraba amigos y la bruja de la invocación hizo un hechizo de proyección donde les mostraba a todos lo que Maori había hecho.

—¿Qué es todo esto? —se preguntaban todos asombrados de todas las veces que Maori tomó un papel de ángel guardián, desde cuidar cada uno de los partos de Ginebra y Lía, hasta permitir que Magnolia quedara en cinta, aunque no era el futuro que le esperaba y su cariño especial por Emir y Aspen, a quienes protegía a capa y espada de sus hermanos quienes no querían más dioses en esta tierra por el bien de sus intereses.

Pero Maori era noble y de buen corazón, no abusaba de su autoridad y era justa, constantemente se escapaba del cielo y bajaba a la tierra para mezclarse con la familia de Alejandro aveces visitaba a Emir y a Valeska con al esperanza de que sus corazones algún día se inclinaran a la luz, trataba de influenciar a Valeska para que tomara buenas decisiones y aveces la escuchaba, como susurros de su conciencia, otras veces se paseaba por la ciudad de los cazadores y contemplaba con alegría el buen hombre en el que se había convertido Reynar y le encantaba bendecirlos con cosas pequeñas que los hicieran felices, ella estaba arrepentida por haber asesinado a los titanes que habían nacido para aniquilar a los dioses que abusaban de su poder, por eso decidió velar por Lía y su bebé aun a pesar de que esto provocara la expulsión del paraíso y estuvo presente en el parto y gracias a ella Aspen y Lía sobrevivieron.

Cuando nuestros amigos vieron esto, se llenaron de gratitud y tristeza, pues sin saberlo, un miembro más de la familia siempre estuvo con ellos, aunque no la conocían, Maori se había encariñado tanto que se sacrificó para poder persuadir a Valeska de detener su maldad, pero ya era demasiado tarde, la bruma ya lo había consumido, al cortarle las alas, le estaba quitando y acortando la vida.

Aun que no por completo, pues si no eran asesinados por un titan, aun podrían reencarnar, y esto era algo que Maori quería hacer, los dioses tenían la decisión de nacer de nuevo o de extinguirse para siempre dejando que otros dioses ocuparan su lugar, pero Maori amaba la vida y a esa familia y quería estar cerca de ellos.




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