Mi historia comienza como cualquier cliché.
Soy una chica de 17 años en su último año de preparatoria, esperando por su futuro y pensando en lo poco que me queda para poder comenzar con mi vida independiente, como toda mujer graduada.
El año anterior todos mis cercanos hablaban sobre que tengo que pensar qué hacer con mi vida, que estoy a tan solo un año de poder ser parte de la sociedad adulta y que disfrutase muchísimo de cada cosa que dejaré atrás luego de terminar la preparatoria.
Y seguiré el consejo de esas personas, porque aunque no me guste hay algo, mejor dicho alguien que dejaré de ver tras terminar la preparatoria y es algo que aún no puedo asimilar, no quiero dejarlo atrás, no estoy lista para dejar de verlo a él, el chico más hermoso de toda la preparatoria que calienta mi corazón, y otras cosas, con tan solo su existencia.
Christian Harrison.
Alias el Christian Grey de mis sueños más oscuros y maliciosos. Pero también es el chico que derrite miles de corazones, volviendo el mío uno entre muchos otros.
El chico que me atrajo desde que entré en esta secundaria y esa atracción se volvió demasiado fuerte. Es un chico realmente apuesto e intentaron apodarlo de tantas formas que hicieran justicia a su belleza pero nadie lo logró.
Sin embargo comenzó un rumor entre las chicas sobre que él es como Christian Grey en la cama y aunque no me guste el hecho de que hayan chicas ya experimentadas para asegurar esa comparación, me gustó llamarlo así y desde entonces se volvió una costumbre.
Es el primer día de clases y mi último año en la preparatoria Belmont. Aunque he estado aquí desde el primer año, no puedo dejar de sentir esa ansiedad que se apodera de mí con el comienzo de cada año. Puede ser la emoción o la desesperación de saber todo lo que me espera tras terminar esta etapa.
Camino por los pasillos de la preparatoria pasando entre toda esa gente que como yo, algún día terminarán su misión aquí.
Aunque la mía no es solo terminar la preparatoria. Sino encontrar una forma de poder seguir viendo desde lejos a mi lindo Grey.
Encuentro mi casillero y lo abro con mi combinación para dejar unos libros que no voy a usar en la primer hora. Lo cierro y veo a alguien descansando su espalda en el casillero de al lado, sus ojos me observan con emoción y sus labios se curvan en una sonrisa brillante.
—Mason.— Su nombre deja mis labios, también esbozando una sonrisa, lo abrazo con tanta fuerza que él hace lo mismo mientras me levanta en el aire durante unos segundos.
—Como te extrañé.—Me dice dejándome nuevamente en el suelo sin separarse del abrazo.
—Y yo a ti.— Le respondo, sintiendome muy feliz de verlo.
Mason es mi mejor amigo desde que entré a la secundaria. Él fue el primer chico que me habló y me trató bien desde el principio, haciéndome sentir cómoda como la chica nueva que fui en ese entonces.
Desde entonces somos inseparables y me atrevo a decir que es como mi hermano mayor, así lo sentí desde siempre porque es como él suele actuar conmigo, además de que es unos meses mayor que yo.
—¿Te divertiste el verano pasado?—Le pregunto ansiosa mientras comenzamos a caminar por el pasillo nuevamente.
—Tal vez,— Me responde dudoso.— El viaje no fue tan bueno como esperaba pero no me quejo.
—Claro que no debes, ¡se supone que fuiste a Disney!
Él se rasca la cabeza riendo,— Solo te diré que no es divertido subirte a los juegos luego de comer papas con cheddar.
Yo niego con la cabeza, haciendo una mueca de asco y él cambia de tema,— ¿Y tú qué tal?, ¿qué hiciste además de extrañarme?
—Lo mismo de siempre.— Le respondo y él levanta una ceja disgustado.
—¿Acosar a tu Christian Grey?
—¡No es acoso!— Bufo, cruzandome de brazos.— Solo lo stalkeo en instagram, twitter y facebook para ver sus fotos, nada fuera de lo normal.
—Olvidas lo de imprimir cada foto y pegarla en tu altar deseando poder ser su Anastasia Steele.
Le doy un golpe en el hombro, molesta por ofenderme de esa forma,— No es un altar, solo es una mesa con algunas fotos.
—No olvides las lapiceras mordidas por él y que sigo sin saber cómo rayos lograste conseguir.— Dice acariciando su hombro.
Suspiro frustrada,—Déjame en paz.
—Ya ya pequeña acosadora.—Mason soba mi cabeza y llegamos a nuestro salón.
Entramos y reconozco cada cara, al parecer es la misma clase del año anterior, sin ningún cambio. Eso me decepciona, hace dos años dejaron de llegar alumnos nuevos y me frustra no poder ver chicos lindos nuevos.
Si hay chicos así en mi clase, pero ya pasaron por mi radar de hormonas y los superé, el único que permanece ahí es Christian y dudo profundamente que salga de ese lugar.
Tomo un lugar al lado de las ventanas, las cuales me permiten ver las canchas de básquet. Mi corazón revolotea al saber que puedo ver a Christian jugar en sus prácticas de básquet desde mis clases. Me siento como una fangirl afortunada.
Mason se sienta delante de mí y le regalo una sonrisa. Tiene un nuevo corte de cabello, donde sus costados son más cortos que el cabello de en medio, dejando intacto su flequillo que le cubre la frente.
Vuelvo a mirar por la ventana y mis ojos se entrecierran un poco, inspeccionando más allá de los aros de básquet hacia las canchas de fútbol y mi cara se ilumina al ver un escenario con parlantes a sus costados y sillas frente a ellos.
Como todos los años, los directivos de Belmont deciden hacer una presentación donde el alumno con el mejor promedio de la preparatoria da un discurso de bienvenida al nuevo año y aquellos estudiantes nuevos de cada año.
Y como cada año, estoy segura de que Christian será el que dará ese discurso, mi Christian Grey, es el chico con el promedio más alto. Sí, es tan inteligente como apuesto, un golazo.
Tras unos minutos antes de que suene la campana de la primera clase, llega el profesor quien prepara su escritorio, todo el salón se llena de alumnos y arrugo mis cejas preocupada. Me volteo hacia Mason y él parece leerme perfectamente.