Mi Amor de Secundaria

Capítulo 6.— La charla

Recuerdo que durante el verano estaba impaciente por el inicio de las clases y rogaba por todas las creencias que existían a que comenzaran ya.

Me arrepiento.

¿No les ocurre que luego de un tiempo ya odian la escuela?

Es como si ese lugar estuviera hechizado por nuestros antepasados y luego de unos días no soportas estar ahí dentro por alguna clase de aura aburrida y deprimente.

Ha pasado una semana y ya estoy harta.

Gruño en frustración al verme al espejo con el uniforme del instituto, no soy una chica con bajo autoestima pero esto me queda realmente horrible.

La falda me llega hasta las rodillas y la camisa es más grande que yo. Reviso el pequeño reloj que está sobre la mesita al lado de mi cama, es temprano aún y eso me da una idea.

Tomo unas tijeras e hilo del cajón de debajo de mi cama y comienzo con la falda. No soy una costurera profesional pero doblo el final de la misma dos veces y comienzo a coserla por dentro en una línea muy recta. Sigo con la camisa, la cual corto un poco y decido coser sobre sus costuras ya hechas, achicandola.

Nuevamente me paro frente a mi espejo y sonrío al ver la mejora en mi ropa.

Esos vídeos de ideas en 5 minutos sí que sirven.

Aún concentrada en mi reflejo escucho como tocan la puerta y doy un pequeño brinco ante la interrupción,—Pase.

La puerta se abre y Betty se asoma,—Señorita, su desayuno está listo.

Yo le sonrió,—Betty, ya lo hablamos, no tienes que decirme así.

—Lo siento,—Se disculpa y me regala una sonrisa genuina,—Es la costumbre con sus padres. Baje pronto, Eri.

—Ya voy, Bet.—Me da una última sonrisa antes de irse.

Betty es la sirvienta que papá y mamá contrataron cuando comenzaron a trabajar en la agencia. Al principio era mi niñera ya que ellos notaron lo sola que estaba en casa así que decidieron traer a alguien que jugara conmigo, pero Betty era una mujer algo mayor y decidieron que sería mejor que fuera el ama de casa.

Fue una buena decisión ya que en ese entonces yo ya no estaba en una edad donde jugar fuera lo mío, además a Betty le gusta su trabajo actual y aún cuida de mí. Es una mujer muy agradable y buena.

Bajo las escaleras y me dirijo por el pasillo hasta una de las salas donde se encuentra la cocina. Betty lava los platos y yo tomo el sándwich que me hizo.

—No creas que no lo noté.—Me dice sin mirarme.

—¿Qué cosa?—Le digo intentando tragar la comida.

—Tu ropa, si que tienes mano para eso, tal vez termines siendo diseñadora de modas en la agencia de tus padres.—Se voltea y me sonríe.

Yo le devuelvo la sonrisa,—Yo lo veo más como un hobbie.

—No seas obstinada, tienes talento.

Me termino el sándwich—Ya me voy al instituto.

—Mucha suerte, mi niña.

Me acerco y le doy un abrazo antes de salir de casa.

Camino por el césped de la entrada revisando mi celular y no pasa ni un minuto cuando un auto blanco de dos puertas frena frente a mí, voy hacia él y a pesar de que las ventanas sean transparentes, Mason baja el vidrio del copiloto y me observa.

—Hola chiquita, ¿a dónde te llevo?—Me guiña un ojo y yo volteo mis ojos entrando al auto.

Abrocho mi cinturón y lo observo detenidamente durante unos momentos, él se tensa y arruga sus cejas,—¿Qué?

—Tienes dos.—Le digo, señalando su cabeza y luego al cuello de su camisa, donde tiene lentes de sol,—Y no usas ninguno.

Echa un vistazo arriba y abajo y luego vuelve a mirarme,—Demasiado cool para ti.—Dice y se quita el de la cabeza avergonzado, enciende el auto y arranca.

Asomo mi rostro por la ventana, el aire fresco de la mañana acaricia mi rostro me relaja y llena mis pulmones. Sonrío ante la paz del momento.

Y es entonces cuando mi mente viaja a esos recuerdos que me estuvieron atormentando toda la semana.

Lo que ocurrió con Christian.

Aún siento como mi corazón se estremece al recordarlo todo.

Sus besos.

Sus susurros.

Su forma de sostenerme.

No puede ser que sienta calor cuando hay viento golpeando mi cara.

Maldito Grey. Si supieras cómo me dejaste ese día.

No volvimos a hablar, ni he vuelto a verlo. Me hice un pacto a mi misma de no buscarlo visualmente durante la escuela, ni en sus prácticas de básquet o pasar de forma "no intencional" por sus clases usuales para verlo desde la ventana e imaginar lo lindo que sería si estuviéramos en las mismas clases cada día o conseguir más lápiceras usadas por él.

Sí, intento ser una persona normal.

Sin embargo, mi mente divaga en cada oportunidad que tiene para regresar a ese momento tan excitante y vergonzoso...

—¿Erica?—La voz de Mason me devuelve al mundo y me enderezo en mi asiento, mirándolo.—¿Estás bien?

—Por supuesto.—Afirmo intentando calmar mis emociones.

—Pero tu rostro.

Arrugo mis cejas y él baja el pequeño compartimento del techo donde hay un mini espejo pegado. Acerco mi rostro a él y suelto un chillido al ver lo rojo de mis mejillas.

—¿Estabas pensando en el niño Grey?—Lo observo molesta y Mason sonríe,—Tranquila, no te pienso juzgar, puede pasarle a cualquiera.

—Claro, como no,—Lo señalo acusatoriamente,—Tú nunca te has sonrojado.

—Tú nunca me has visto así, pero aún así..

—¿Te ha pasado entonces?—Él abre y cierra la boca dudoso, como si no estuviera seguro de si decirme algo o no.

—Tranquilo, no tienes que decirme.

—Sí me ha pasado.

—Oh.—Digo sorprendida,—Entonces tú, el chico que nunca ha sentido interés alguno por ninguna chica desde que te conozco, ¿te has sonrojado?, ¡Eso significa que has sentido algo por alguien!

—Tengo corazón, ¿ok?

Me encojo de hombros—Pero no creí que tuvieras sentimientos.

—Es complicado.

Lo observo y noto que porta un semblante de tristeza a pesar de estar sonriendo. Pongo mi mano sobre su hombro y le doy una sonrisa genuina.




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