Luego de verificar que estuviera bien, exceptuando claro el vestido lleno de tierra y mi cabello despeinado, Christian recoge la canasta pequeña que traía consigo cuando apareció.
—¿Me explicas por qué pareces salida de Posesión Infernal?—Pregunta él mientras se acerca a mí nuevamente.
—Gracias por recalcar lo horrorosa que estoy.—Respondo irónica, cruzando los brazos sobre mi pecho.
Christian llega hasta mí y su mano libre sube a mi cara, donde acomoda gentilmente mi cabello detrás de mi oreja. Se inclina hacia delante, su rostro quedando a centímetros del mío mientras me sonríe.
—Incluso cubierta de tierra tengo ganas de besarte.—Susurra, su aliento mentolado chocando contra mis labios.
Está lo suficientemente cerca como para que su suave colonia golpee mi nariz, enviándome una satisfacción olfativa. Muerdo mi labio cuando mis ojos examinan su cara; sus simétricas facciones son gloriosas en toda la extensión de la palabra, sus ojos azules como el mar, sus pestañas largas, su nariz perfectamente respingada, su piel libre de acné o cualquier otro defecto de pubertad. Es como si lo hubiese creado algún arquitecto en un intento de materializar la belleza masculina en todo su esplendor, convirtiéndolo en la estatua andante más perfecta de la historia.
Mi vista baja a sus labios y siento la fuerte necesidad de probarlos, pero sé que es muy pronto. Sin embargo, tenerlo así de cerca sabiendo que puedo dictar cuándo nos besamos o no me provoca una tentación muy difícil de controlar. Es cierto que las personas con poder pueden volverse locas.
Yo estoy loca por besarlo.
La realidad es que estaba tan hipnotizada por la hermosa criatura que tenía delante de mí y que dijo que quiere besarme, que comencé inconscientemente a cerrar mis ojos, esperando a que Christian tomara la iniciativa para acercarse lo suficiente y besarme. Pero mis labios jamás tocaron los suyos, su voz habló antes de que pudiera pasar cualquier cosa.
—¿Ya puedo besarte, eh?—Dice en tono divertido, alejando mi hipnotismo.
Al abrir los ojos, me encuentro con una expresión arrogante delante. Pero no es lo único que veo. Unos ojos intensos de color azul, como un océano a mitad de la noche, están mirándome fijamente y con destellos de deseo tan claros que casi puedo sentir mi corazón en la garganta.
—No me malentiendas,—Susurra, su voz ronca y grave provocandome estragos.—Estoy tan ansioso de perder el control y besarte ahora mismo, Erica.—Su vista cae en mis labios medio abiertos y con su pulgar acaricia el inferior,—Pero ahora es tu turno de sufrir la espera.
Cierro la boca y me incorporo, dando un paso atrás, alejandome de él. Me aclaro ma garganta, desviando la mirada. Apostaría a que mis mejillas están sonrojadas y maldigo las luces colgando de los árboles que iluminan excelentemente la zona en donde estoy parada.
—No te dije que pudieras.—Afirmo.
Christian ríe y niega con la cabeza, me da la espalda y camina hacia el río, haciéndome señas para que lo siga. Cuando nos acercamos, puedo ver con mayor claridad la gran desembocadura del agua corriente. La zona se expande en un precioso lago, rodeado de árboles. Miro hacia arriba una vez que los árboles no tapan nuestra visión, inclinándose sobre nosotros y me quedo deleitada por la hermosa imagen del cielo nocturno, repleto de estrellas. Vuelvo a ver el lago y me doy cuenta de que el agua refleja el cielo volviendo el ambiente más precioso.
—Christian.—Susurro impresionada,—Esto es increíble.
Me vuelvo hacia él con una sonrisa y lo veo abrir la canasta que trajo al principio. De ella saca una manta a cuadros de color rojo y blanco que coloca en el suelo rocoso en el que estamos parados, extendiéndolo todo lo que puede.
—Eso dije la primera vez que vine aquí.—Responde con nostalgia, sentándose sobre la manta y me señala un punto a su lado para que lo acompañe.
—¿Quién te enseñó este sitio?—Pregunto curiosa, sentándome a su lado.
Él no dice nada y su sonrisa nostálgica desaparece. Nos quedamos en silencio por unos instantes y siento que mi pregunta no fue de su agrado. Christian vuelve a meter sus manos dentro de la canasta y saca dos termos rojos pequeños.
—Aún no me has dicho cómo terminaste cubierta de tierra.—Vuelve a hablar mientras destapa los termos y comienza a servir en las tapas de ambos algo parecido al café.
Me extiende una de las tazas improvisadas y cuando la tomo, inhalo el delicioso aroma que desprende de este, confirmándome que su contenido si es café. Me permito darle un sorbo a la caliente bebida antes de responder.
—Estaba asustada porque oía ruidos raros en los árboles y arbustos, creí que se trataba de un animal salvaje intentando atraparme, entonces salí corriendo. Las ramas alborotaron mi cabello...—Bajo la vista, avergonzada,—...luego entré en pánico y me tiré dentro de un arbusto.—Añadí, apretando los labios.
—¿Animal salvaje?, ¿En serio?—Pregunta Christian en tono de burla y lo fulmino con la mirada mientras él toma un sorbo de su café.—No hay animales salvajes por aquí.
—Entonces eras tú queriendo asustarme.—Aseguro, mirándolo acusatoriamente.
—No te vi en ningún momento cuando atravesé el camino.—Responde inocente.
—Eso significa que...—Hago una pausa, tragando saliva,—Significa que Pie Grande existe.
La risa de Christian suena por toda la zona y no puedo evitar sonrojarme luego de oírme a mi misma decir lo anterior.
¿En serio?, ¿Pie Grande? Dice mi subconsciente y vuelvo a darle otro sorbo a mi taza, mirando hacia la bella laguna con el reflejo del cielo estrellado en ella.
—¿Qué?, piénsalo, si tú no me estabas gastando una broma, entonces algo me perseguía.—Sigo defendiendome, a pesar de que mi subconsciente me grita que pare de hacer el ridículo.—Creo en las leyendas, la evolución es extraordinaria, tal vez si—Crujidos detrás de nosotros suenan, interrumpiendome y tanto Christian como yo nos volteamos a ver. Mi miedo regresa y comienzo a temblar tanto que casi derramo mi café.—¡Regresó por mí!, ¡Pie Grande!