Mi Amor de Secundaria

Capítulo 33.— La decisión

No puedo tener muy en claro cuántas veces estuve así de mal.

El sentir como mi corazón de estruja fuertemente dentro de mi pecho, doliéndome tanto, pero no lo suficiente como para poder expresarlo en palabras. A veces las personas pueden estar realmente heridas con cualquier pequeñez, pero jamás podrán expresarlo de una forma que pueda entenderse. El dolor solo se comprende completamente cuando alguien más pasa por lo que tú.

Y en mi caso, de seguro a más de una persona le habrán roto el corazón en mil pedazos, así que sabrán cómo me siento ahora.

—¿Qué?—Pregunto torpemente, aún anonadada por la respuesta de Christian.

El chico que me gustó por años, y que aún me gusta, incluso de una manera más profunda que antes, se voltea a verme y la indiferencia y tranquilidad en sus ojos hace que se agolpen leves lágrimas en los míos.

—No seremos nada oficial.—Repite, aún con su voz gélida.

—Por... ¿p–por qué?—Digo como puedo, luchando contra el enorme nudo que va formándose en mi garganta.

—Porque eso de tener una relación no va conmigo, Erica. Los cuentos de amor, en donde el chico y la chica terminan enamorándose y sintiendo algo... No, no creo en eso, mucho menos en los finales felices.—Suelta un suspiro, pasándose una mano por el cabello—Tú y yo no debemos llegar a algo más lejos que esto.

—Y tu idea de no llegar más lejos era decirme que te gusto, invitarme a una cita y llevarme a un lugar que según tú tiene mucho significado.—Espeto molesta, mi voz sonando toda de corrida esta vez.—¿Por qué hiciste todo eso entonces?, ¿era parte de tu juego?, ¿esto fue un juego?

—Nunca diré que fuiste un juego, porque no fue ni es así.

—Entonces por qué–

—Pero me arrepiento de haber hecho todas esas cosas.—Me interrumpe antes de que pudiera formular otra pregunta.

Mi garganta para automáticamente al oírlo y mi boca queda entre abierta por la sorpresa de sus palabras.

—Lo siento, no quería lastimarte o hacerte ilusiones, solo me dejé llevar. No esperaba que tú quisieras algo más, y ahora que lo sé, te soy sincero, yo no quiero lo mismo que tú.—Sus hermosos ojos azules tienen un brillo que no puedo descifrar. Al verlo más directamente, me doy cuenta de las leves ojeras debajo de ellos.

—¿Qué te pasó?—Susurro.

—¿Con qué?

Sin importarme las palabras de recién, llevo una mano hacia su rostro. Christian mueve ligeramente la cabeza hacia atrás y me ve con sorpresa, pero no me detiene cuando ahueco su mejilla y paso mi dedo pulgar por sus ojeras. Él cierra los ojos un momento, sintiendo mi caricia y una calidez inexplicable me recorre el cuerpo.

—No estoy durmiendo bien.—Dice Christian en voz baja.

—¿Por qué?

—Eso no es importante.

—A mi me importa.—Digo, aunque mi subconsciente me reprocha, recordándome su rechazo de recién, que por alguna razón, no puedo creer que no quiera estar en una relación, al menos no del todo.

Levanto mi otra mano para ahuecar su otra mejilla y cuando lo hago, siento algo espeso en su rostro. Christian, a su vez, arruga sus facciones, comprimiéndolas en una expresión de ¿dolor?

Él abre sus ojos y mi torpe corazón no puede evitar dar toda una voltereta cuando su precioso mar azul se encuentra con mi simple mirada. Christian tarda en reaccionar, viéndome tan fijamente como yo a él y por un instante creo verlo echando un vistazo rápido a mis labios, deseoso por besarme otra vez. Pero él inhala pesadamente y quita mis manos de su cara con cuidado, frunciendo el ceño.

—Deja de hacer eso.—Dice molesto.

—¿Hacer qué?

Christian hace una breve pausa, volviéndome a ver pero luego desvía la mirada.—Nada.

—Dime—Insisto.—Puedes hablar conmigo, Christian.

—No tenemos nada de qué hablar.—Su voz es tan hiriente ahora,—Tú y yo no somos nada, así que no tengo porqué decirte algo.

Y su actitud tan dolorosa vuelve, haciéndome recordar el dolor que estaba sintiendo segundos atrás. Él no me ve y eso me hace sentir peor, porque yo aún lo estoy viendo fijamente, teniendo la esperanza de que se arrepienta de sus palabras y quiera estar conmigo. Mi torpe corazón, el cual fue suyo desde hace mucho tiempo, todavía puede soportar unos instantes por su respuesta.

Lo sé, tengo muy poca dignidad también, pero eso seguro ya lo sabían.

Christian deja pasar unos momentos más antes de voltearse hacía mí otra vez y evito la sonrisa que mis labios intentan formar de manera no intencional. Él me ve mientras la duda baila en su rostro, hasta que por fin sus lindos labios se abren para hablar.

—Escucha, Erica.—Comienza él.

—¿Sí?—Pregunto con el corazón casi en la boca.

—Estoy consciente de que acabo de lastimarte de la peor forma.—Suspira, mirándome con algo de arrepentimiento, acelerando aún más mis latidos.—Pero no quiero dejarte ir tampoco, si es que estás pensando en alejarte de mí después de esto.

Pienso un momento aquella opción y recuerdo las palabras de Madison, diciéndome que debía alejarme en caso de que Christian no quisiera una creación formal, pero se me había olvidado, y no porque quisiera, sino porque una parte de mí dudaba de que Christian realmente no quería nada. Tal vez esté equivocada, pero es que nadie hace todo lo que él hizo por mí para divertirse, o quizás sí, pero me niego a pensar tan mal de él aún.

Hasta que vuelve a hablar.

—Quiero que sigamos como estamos, no tenemos porqué cambiar las cosas, no tiene porqué existir un compromiso.

Y es entonces cuando ya no importa si quiero evitar pensar mal de él, porque así es como es.

Sin poder tener tiempo de evitarlo, mis ojos se llenan de lágrimas y estas no tardan en rodar por mis mejillas, demostrando así todo el dolor que mi corazón está sintiendo.

Me levanto, mirando hacia el frente y noto como Christian me imita a mi costado, su cuerpo mirando en mi dirección, pero no soy capaz de verlo a los ojos. Ya no.

—Erica...—Su voz suena preocupada. Veo de reojo como su mano se acerca a mí pero, llevada por la ira, la abofeteo antes de que pudiera alcanzarme y me armo de valor para volverme hacia él.




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