La casa de Madison es extremadamente grande, por si no sabían.
Por fuera, se ve tal y como lucía la última vez que la vi aquella noche que Christian nos trajo a ella y a mí a nuestras casas. Su jardín delantero no es tan grande si se mide desde la calle hasta su puerta, pero si lo es si se hace desde ambos lados. Un simple camino pavimentado con rosas alrededor recorre el medio de este hacia la puerta de su extensa casa de dos pisos color blanca y gris.
Madison se detiene frente a la puerta, soltando su enorme vestido y se voltea con dificultad hacia mí y Mason, quienes la seguíamos, evitando pisar la parte de atrás de su disfraz.
—Cubre tus ojos.—Me dice mi mejor amiga con una sonrisa en sus labios brillantes gracias a su labial.
Arqueo una ceja irónica,—Ya sé lo que me espera ahí dentro, Madison.
—¡Solo cúbrelos!—Insiste ella molesta y miro a Mason, quien me ve con una expresión seria.
—Hazle caso.—Dice él con voz de asesino serial.
Ruedo los ojos ante las amenazas poco tenebrosas de ambos y llevo las manos a mi rostro, cubriendo mi visión. Al instante siento una calidez recorrer mi espalda y doy un brinco.
—Tranquila,—Habla Mason en mi oído,—Es para evitar que te caigas, así que evita excitarte al tenerme tan cerca, ¿sí?
Doy un codazo hacia atrás y, sea donde sea que haya impactado mi golpe, sonrío al oír un gemido de dolor salir de mi mejor amigo.
—Da gracias que es tu cumpleaños.—Dice él con dificultad y comenzamos a caminar con la voz de Madison guiándonos en susurros.
Unos pasos más adelante, oigo una puerta detrás mío cerrarse y el pánico me invade.
Y no es solo por la fiesta.
—¿Ya puedo ver?—Pregunto ansiosa.
—Aún no.—Exclama la voz de mi mejor amiga y suelto un suspiro, dando más pasos hacia delante y teniendo plena confianza en los brazos de mi mejor amigo sosteniéndome desde atrás.
Siento como doblamos luego de unos cuántos pasos más y mi paciencia empieza a desvanecerse a la vez que mi nerviosismo aumenta.
Mis emociones son como un medidor, el lado derecho pesa más que el lado izquierdo o viceversa.
—¿Y ahora?—Vuelvo a preguntar frunciendo el ceño.
No recibo respuesta y eso me hace querer quejarme, pero antes de poder hacerlo, las manos de Mason me sujetan con más fuerza, haciéndome frenar y por poco casi caer hacia atrás.
—¿Madison?, ¿Mason?—Pregunto preocupada cuando siento como mi mejor amigo me suelta,—¿Siguen ahí?, voy a destapar mis–
Un movimiento brusco me interrumpe. Al instante me quitan las manos de mi rostro y las luces, que al parecer estaban apagadas pero no pude verlo debido a que mi vista era opacada, se encienden, dejándome ver el enorme espacio del living de la casa invadido de personas con ropajes victorianos.
—¡Sorpresa!—Gritan todos al unísono, incluyendo a mis mejores amigos, quienes están frente a mí, delante de todo el mundo.
—Oh Dios.—Susurro con una sonrisa enorme en mi cara al ver todo.
Las paredes están forradas de papel con dibujos de mandalas preciosas sobresalientes de colores rojo y dorado. Hay sofás con telas que combinan y encima de cada uno de los muebles pegados a las paredes hay grandes espejos con marcos dorados formando ramas de árbol. En el centro del techo hay un candelabro también dorado, pero a diferencia de toda la demás decoración antigua, de este cuelgan luces eléctricas en lugar de velas.
Mi vista baja nuevamente hacia las personas, a quienes reconozco de mi instituto, al menos a la mayoría, con ropas victorianas,. Las chicas con vestidos largos, algunos grandes como el de Madison, otros pequeños como el mío, y los chicos llevan trajes muy parecidos pero con distintos colores en las chaquetas, en los pantalones y en las camisas, inclusive algunos llevan sombreros que van a juego.
Están todos los de mi clase, los de clases anteriores y más jóvenes sin exagerar, ya que no deberían haber alumnos tan menores en un cumpleaños de dieciocho. También logro reconocer a los de nuestra clase contraria.
La clase de Christian.
Christian...
—¡Bueno!—Madison alza la voz para que todos la oigan, sacándome de mis pensamientos,—Ahora que llegó la cumpleañera, ¡que empiece la fiesta!
Dicho esto, todo el mundo regresa a lo suyo a la vez que música comienza a sonar. El volumen sube lentamente hasta que el ambiente se convierte en una fiesta de esta generación, donde las bebidas en vasos de plástico recorren las manos de todos los adolecentes y estos bailan al mismo tiempo.
Me gustaría unirme a la diversión, pero una duda existencial merodea por mi cabeza ahora mismo. Me dirijo hacia Madison, quien habla entretenidamente con una chica de nuestra clase llamada Ashley.
—Hum, hola, ¿las interrumpo?—Pregunto a ambas con un poco de prisa.
—Hey, Erica, feliz cumpleaños.—Dice Ashley con una sonrisa y luego sus ojos bajan un momento por mi cuerpo antes de regresar a mi rostro,—Te ves muy hermosa.
—Lo mismo digo.—Le devuelvo a sonrisa y me acerco un poco más a Madison, mirándola inquieta,—Necesitamos hablar.—Digo entredientes manteniendo mi sonrisa lo mejor que puedo.
—Oh pero... Ashley me estaba diciendo lo lindo que está mi vestido.—Bufa Madison.
—Es urgente.—Aprieto su mano con ligereza y luego le doy una mirada suplicante de 'Por favor' que mi mejor amiga no logra resistir.
Ella suelta un suspiro y vuelve a ver a Ashley,—Bueno bonita, luego seguimos hablando sobre lo hermoso que es mi vestido y lo bien que me queda, ¿sí?, ahora debo dejarte un rato, órdenes de la cumpleañera.
Ambas nos despedimos rápidamente de nuestra compañera de clase y jalo del brazo de Madison hasta sentarnos en uno de los sofás vacíos.
—¿Qué pasa?—Pregunta ansiosa.
—Dijiste que hiciste lo que te pedí, ¿cierto?
—Así es.—Afirma con la cabeza.—Se supone que debe estar aquí.—Dice a la vez que mira a su alrededor unos segundos antes de devolver la vista hacia mí,—No veo a Christian por ninguna parte, pero prometo que sí lo invité.