¿Ya he dicho que era el mejor cumpleaños número dieciocho?
Bien, sí lo hice, pero quiero volverlo a hacer, porque las cosas siguen mejorando de una forma increíblemente exponencial. Ahora si podría decir que tengo buena suerte de cumpleaños, incluso gritarlo de lo feliz que estoy.
¿Por qué?
Porque Christian Harrison es mi novio.
Sí, no es un sueño, puedo asegurárselos porque ya intenté pellizcarme tres veces con la idea de que estuviera dormida y estuviera por despertar, pero seguí consciente y en el mismo lugar.
Además, el dolor leve en mi vientre es prueba suficiente de que nada de lo que sucedió esta noche fue parte de un sueño.
Termino de subirme las tiras de mi disfraz hasta que me siento completamente vestida nuevamente, pero mis manos no alcanzan a levantar el cierre en mi espalda.
Sigo intentando sin éxito mientras me veo en el espejo frente a mí y suelto un gruñido de frustración ante mi incapacidad.
Estoy a punto de dar media vuelta y salir del baño a pedir ayuda cuando mi salvación entra sin avisar, mirándome a través del espejo frente a nosotros y olvido cómo respirar al verlo con la camisa blanca abierta, dejando a la vista su abdomen.
¿En serio aún te pones así luego de lo que hicieron? Me recuerda mi subconsciente.
En mi defensa, nadie podría evitar no ponerse así al ver semejante ser divino.
—Llevas quince minutos vistiéndote, ¿necesitas ayuda?—Dice Christian, sacándome de mis pensamientos, y antes de que le pueda contestar, descansa su barbilla en mi hombro, haciéndome ladear la cabeza hacia un costado.—¿O prefieres estar aquí otro rato más?—Me susurra, enviando una corriente eléctrica a todo mi cuerpo.—En ese caso, créeme que no pienso protestar.
—Hey, acabamos de—No logro terminar la frase cuando Christian me voltea y estampa sus labios contra los míos.
Su boca se mueve contra la mía en perfecta sincronía, causando todos mis suspiros ahogados ante la sensación tan deliciosa y las cosquillas tan comunes en mi estómago.
Su lengua traza mis labios mientras Christian me aprieta contra su cuerpo, mis manos apoyándose en sus hombros anchos y luego tomándolo del cuello de su camisa para jalarlo más hacia mí, profundizando nuestro beso.
Cuando nos separamos, dejamos el silencio estar unos instantes mientras recuperamos el aire.
—No puedo subir el cierre de mi vestido.—Digo finalmente, viendo su pecho desnudo y respirando pesadamente.
—Excusas.—Me responde él y levanto mi vista hacia sus labios, viendo su preciosa sonrisa torcida.
—Es en serio.—Insisto.—Iba a llamarte para que me ayudaras, pero viniste solo.
—Y dejaste que te besara y me pusiera duro otra vez.—Susurra contra mi oído.—¿No pudiste rechazarme, eh?
Puedo sentir mis mejillas arder al oírlo.—Eso no es mi culpa.
—Lo es.—Dice separándose de mí y mirándome divertido.—Y me gusta.
—Como sea.—Le digo volteándome.—Ayúdame.—Exijo mirándolo a través del espejo.
—¿Con qué?—Pregunta inocente.
—Con esto.
—¿Qué es eso?
—Con el vestido.—Digo entre dientes, comenzando a impacientarme.
—Ah.—Me responde con simpleza.
Nos quedamos viendo unos segundos, él a mí con una sonrisa media y yo a él con el ceño fruncido mientras siento una vena palpitante en mi frente que parece estar a punto de explotar.
—¿Y bien?—Bufo denotando mi enojo.
—Te faltó el por favor.—Me responde encogiéndose de hombros.
—¡Oh, por favor!—Me quejo, alzando la voz.
—Eso es.—Dice Christian con una sonrisa abierta, dejando a la vista su perfecta dentadura.
Da un paso hacia mí y sube fácilmente el cierre de mi vestido mientras yo suelto un largo suspiro que por una parte es de alivio al sentir mi espalda cubierta, y por otra es de estrés.
—Ya está, gruñona.—Dice Christian y me volteo a verlo, quedando frente a él.
—No soy gruñona, pero es difícil ser amable cuando eres tan irritante.
—Y tú muy impaciente.
—Y tú realmente molesto.
—Gruñona.—Repite, esta vez mirándome enojado.
—Irritante.—Le digo cruzando los brazos y mirándolo igual que él a mí.
Nos quedamos viendo un momento, ambos en silencio, hasta que Christian suelta una carcajada incoherente en la situación en la que estamos.
—¿Qué es tan gracioso?—Digo seria, arqueando una ceja.
Él vuelve a acercarse a mí y yo retrocedo hasta que mi espalda choca con el lavabo. Christian estira sus brazos a los costados de mi cuerpo, apoyando sus manos en el mueble de cerámica.
—Yo y mis gustos.
—¿Qué quieres decir?—Le pregunto confundida.
—Hablo de que me estoy quejando de las personas gruñonas,—Me informa, su rostro a centímetros del mío.—Pero tengo una novia gruñona.
Oírlo llamarme así hizo que mi corazón dejara de latir.
Al instante dejo de fruncir el ceño y dejo de entrecerrar mis ojos en Christian, cambiando mi expresión a una totalmente asombrada.
De repente mi enojo se esfuma y las mariposas en mi estómago vuelan de forma tan potente que temo que puedan salirse de mi cuerpo.
Christian apoya su frente sobre la mía, sus ojos azules mirándome fijamente, esperando por mi respuesta.
—Jajaja.—Digo de forma automática en un intento de reírme, pero para nada suena como una natural.
—¿Qué fue eso?—Dice Christian, conteniendo la risa.
—Es que si es gracioso, ya sabes, lo de quejarte de personas gruñonas y que tengas una.... una...—Tartamudeo, perdiéndome en ese mar precioso frente a mí.—...una nov–novi...
—Novia.—Dice él, salvándome.
—Eso.
—¿Estás nerviosa?—Pregunta sonriente.
Claro que lo estoy, acabaste de decir que soy tu novia.
—No.—Digo y rápidamente quito uno de sus brazos, escapando de su acorralamiento.—Voy a volver a la fiesta antes de que mis amigos se pregunten dónde estoy.—Le aviso y salgo del baño.
Acomodo mi cabello, dirigiéndome hacia la puerta del cuarto de invitados para salir del mismo cuando oigo un silbido detrás mío que me hace girar.