—Tomen un volante.—Ofrezco a cada alumno que pasa, y a su vez, estos lo toman.—Que tengan lindo día.—Digo con una sonrisa a las personas que recogieron el papel.
—Tengan un volante.—Oigo a Madison decir con entusiasmo unos metros a mi derecha, pero cuando volteo a verla, su rostro no refleja el ánimo de su voz.—Tomen.
Frunzo el ceño y la veo fijo hasta que ella se da cuenta, arquea una de sus cejas mirándome confundida y yo señalo mi boca antes de torcer los extremos de mi comisura hacia arriba, formando una sonrisa, señalándome que ella debería estar con una expresión menos indiferente.
Madison niega con la cabeza y estoy a punto de acercarme a hablarle para decirle que debe fingir entusiasmo aunque sea pero una voz fuerte me gana.
—¡Son-rí-e!—Le exige él a ella usando un megáfono, llamando la atención de la gente que pasa a nuestro alrededor.
Mi mejor amigo está tan cerca de mí que mi tímpano duele y lo demuestro haciendo una mueca a la vez que llevo mi mano a mi oreja para cubrirla.
Mason se percata de mi sufrimiento y reacciona torpemente.—¡Lo siento!—Me dice aún con el megáfono frente a su boca, haciendo creciente mi dolor, pero luego lo baja y me toma por los hombros, revisandome.—¿Cómo estás?, ¿Me oyes bien?
Froto mi tímpano, fijando mi vista en sus preocupados ojos verdes.—¿Que si como bien?
—No no no.—Me dice meneando la cabeza.—Pregunté si me oyes bien.
—No, Mason, no quiero té.—Le respondo, fingiendo tener los tímpanos rotos.
—Oh Dios, ¡acabo de dejar sorda a mi mejor amiga!—Anuncia con una expresión de horror, me suelta y se sostiene fuertemente la cabeza mientras intento aguantar mi risa.—¡Ahora tendré que aprender lenguaje de señas!
Sin poder soportarlo más, me hecho a reír abiertamente, sosteniendo mi estómago por el dolor que provocan mis carcajadas. Mason fija su vista en mí, sin entender qué sucede.
—Mason, tranquilo, estoy bien.—Le digo una vez logro calmarme, él me ve con duda y el ceño fruncido hasta que yo continúo.—No tendrás que aprender lenguaje de señas.
Mis últimas palabras hacen que los hombros de mi mejor amigo se relajen y baje sus brazos, suspirando en alivio.
—No vuelvas a hacer eso.—Me reprocha enojado.
—Mientras tu no vuelvas a hablarle al oído con un megáfono.—Le recalco.
—Touché.
Nos damos la mano para finalizar nuestro trato a la vez que una persona carraspeando su garganta llama nuestra atención. Nos volvemos hacia Madison, quien está de brazos cruzados.
—Sigan con el trabajo.—Nos ordena con una mirada asesina.—¿Acaso tengo que hacerlo todo yo?
Le doy una mala mirada, segura de que Mason hace lo mismo a mi lado, pero nuestra amiga cambia sus ojos fulminantes por una sonrisa inesperada y expresión dulce, acto que me confunde hasta que ella señala sus labios.
—Son-rí-an.—Nos burla, dando pasos hasta quedar frente a nosotros.—¿Cuántos volantes más nos quedan por repartir?—Se queja ella, dirigiéndose a mí.
—Todos los que ves en tu mano.—Le respondo, viendo que aún les quedan unos cuántos. Madison hace un mohín antes de darnos la espalda y seguir repartiendo los papeles.
—Bueno, voy a ir al interior del Instituto a pegar estos en las paredes.—Le aviso a Mason, quien aún sigue a mi lado.—Tú puedes ir con Madison y hacer que muestre un mayor entusiasmo.
Él frunce el ceño.—¿Y por qué no vas tú con ella?
—Porque yo no puedo cambiar su humor con besos, querido amigo.—Le digo picaramente y antes de que él pudiera seguir protestando, yo continúo.—Repartan todos los volantes que les quedan, nos vemos en clase.—Me despido, caminando lejos de mi mejor amigo y adentrándome en el Instituto.
Una vez me encuentro en los pasillos del mismo, acomodo mi bufanda, envolviendo bien mi cuello y comienzo a ofrecer a los alumnos y alumnas que pasan a mis lados los volantes que llevo conmigo sobre el próximo festival de invierno, una celebración que hacen los de último año para el resto de la escuela, y como ya estamos a más de mitad de año escolar, es hora de planear todo.
—Tomen un volante.—Ofrezco sonriente a un grupo de compañeros de mi clase, entre ellos hay dos chicas que me ven como si quisieran asesinarme y sé el motivo, pero las ignoro y sigo mi camino.
Estos últimos meses he recibido esas miradas fulminantes de desconocidas muy seguido, y apuesto a que ya se imaginan porqué.
—Buenos días.—Me dice una voz al oído, haciéndome sobresaltar y cuando me volteo, unos ojos hermosos que jamás me canso de ver me reciben junto con una sonrisa torcida en esos labios que me encantan.
—Hey, ho–
No alcanzo a terminar puesto que Christian toma mi rostro entre sus manos y se inclina rápido hasta que sus labios chocan con los míos en un dulce beso.
Suelto un suspiro de satisfacción y me dejo llevar ante la maravillosa sensación durante los segundos que duramos juntos. Cuando nos separamos, mis ojos se fijan en sus labios levemente rojos, haciéndome sonreír, pero dejo de hacerlo cuando veo de reojo como un grupo de chicas murmuran cosas entre ellas al pasarnos por un lado, viendo a Christian con dulzura y a mí como si quisieran tirarse encima de mí y hacerme trizas.
Sí, el motivo de tener tantas enemigas es esto.
Se podría decir que ser novia del chico que es deseado por medio Instituto no es nada fácil.
Pero hasta ahora no me ha ocurrido nada mayor que esas miradas de odio y murmuros pocos disimulados, así que puedo ignorarlo.
Además hay algo que me hace muy fácil hacerlo.
O mejor dicho alguien.
Levanto la vista hacia el mar azul frente a mí y me quedo apreciándolo unos segundos. Por si no sabían, los ojos de Christian son tan hipnotizantes, hay algo en ellos que te hace querer verlos para siempre.
—¿Qué hacías?—Me pregunta a la vez que me suelta, sacándome de mi trance.
—Oh, estaba ofreciendo volantes para el festival.—Le explico mostrando los varios papeles que hay en mis manos.—Tengo que repartirlos todos antes de que suene el timbre de la primera hora.