Mi Amor de Secundaria

Capítulo 51.— La carta

Llevo una enorme cucharada de helado de vainilla a mi boca y Betty abre los ojos como platos cuando me ve realizar dicha acción al otro lado de la mesa isla. Yo trago la comida sin problemas de atragantamiento ni dolores de cabeza por congelamientos y ella intensifica aún más su expresión de asombro.

—¿Cómo puedes comer tanto helado sin hacer gestos?—Me pregunta recomponiéndose, secándose las manos con un paño de cocina mientras yo me encojo de hombros.

—He comido tanto helado en el transcurso de mi vida que dar bocados tan grandes ya no me afectan.—Le explico, logrando sacar una sonrisa de ella.

Yo vuelvo a meter otra cucharada grande de helado a mi boca y Emma entra en la cocina, sus pasos escuchándose incluso antes de aparecer debido a los tacos pisando el suelo de cerámica.

Le echo un rápido vistazo por sobre mi hombro, viendo el traje formal que lleva y que sé que es por el trabajo que papá y mamá le asignaron hace unos meses debido a su estancia tan prolongada.

Según Emma, está en un estado de paro con sus estudios, pero en mi opinión se tarda más de lo normal debido a Elliot, a quien nuestros padres ya conocen, pero seguramente todavía no saben de su relación y mucho menos de su compromiso.

—Bueno, ya estoy lista.—Anuncia mi hermana mayor a mis espaldas y veo como Betty asiente con la cabeza mientras yo no doy respuesta alguna, pero oigo a Emma hablar una vez más.—Erica.—Me llama y yo me volteo con pesadez luego de unos segundos, imaginando perfectamente lo que está a punto de decirme.—¿Estás segura de que quieres quedarte en casa hoy?

Suelto un largo suspiro en un intento de hacerle notar lo molesta que se han vuelto sus preguntas desde que le dije que hoy no iría a la escuela. Además, ya era la hora del inicio de clases como para retractarme de mi decisión.

—No me hagas esos refunfuños, jovencita.—Me reprocha, poniendo una mano en mi hombro y obligándome a voltear, cosa que no le cuesta ya que la silla es giratoria.—Solo quiero procurar que estés bien con la casa sola, porque como sabes, yo debo ir a trabajar con papá y mamá, y hoy Betty tampoco va a poder acompañarte porque su hija mayor viene de visita con su hijo de menos de un mes.

—Mi primer nieto.—Agrega Betty con emoción, sacándome una sonrisa, la cual no tarda en desaparecer cuando veo los ojos autoritarios de Emma.

—Además, hoy no te levantaste con el mejor humor del mundo.—Replica mi hermana bajando un momento la mirada.—¿Acaso hay algo que te molestó?, ¿No quieres decirme qué es?—Pregunta preocupada y me ve con desesperación, haciéndome entender lo que está pensando.—¿Será que lo de anoche te...

—¡No es eso!—La corto, sacudiendo exageradamente la cabeza y Emma cierra un segundo los ojos en señal de alivio.—Pero no tengo ganas de hablar de eso aún,—Hago una pausa, recordando la razón de mi malestar, que es más que nada emocional, y la misma que me hará faltar a la escuela.—Cuando vuelvas lo haremos, ¿sí?, no te preocupes, estaré bien.

Emma me sonríe, entendiendo por fin que ya puedo cuidarme absolutamente sola y su mirada va hacia Betty, quien espera pacientemente por sus palabras.

—¿Ya estás lista?—Le pregunta mi hermana y ella asiente, luego vuelve hacia mí y deposita un beso en mi frente.—Entonces ya nos vamos.—Me informa alejándose y haciéndole una seña a Betty, quien la sigue.

Yo me bajo rápidamente de mi asiento y las sigo con la intención de despedirme de ellas en la puerta.

—Muchas gracias por llevarme hasta la ciudad, señorita Emma.—Oigo a Betty decir cuando me acerco.—Es muy amable.

—No es nada, total yo voy de camino para allá.—Dice mi hermana y suelta una risa.—Y no me digas señorita, no hay necesidad puesto que eres de la familia, ¿recuerdas?—Ambas me oyen alcanzarlas detrás y se voltean a verme un momento.—Casi cambias los pañales de mi hermana menor después de todo, creo que eso es suficiente para llamarnos de manera más personal.

—¡Hey!—Me quejo, provocando otra carcajada por parte de mi hermana y una palmadita en el hombro por parte de Betty.

Cuando alcanzamos la puerta, Betty es la primera en salir luego de darme un enorme abrazo y recordarme por décima vez que dejó comida en el horno para mí y un pote de helado extra en la nevera.

Mi hermana me da un abrazo después de que envía a Betty hacia su automóvil pequeño pero lujoso, que imagino habrá comprado unos días después de que llegó de Italia.

—Abrígate bien, duerme una siesta y come lo que Betty te dejó, ¿oíste?—Me sermonea mi hermana y yo le doy un apretón antes de soltarla para que sepa que ya debe irse.—De acuerdo de acuerdo, pórtate bien y no dejes pasar a ningún desconocido.

—Como digas, mamá.—Bromeo y ella me guiña un ojo como despedida, dándome la espalda y yendo hacia su automóvil.

Una vez cierro la puerta, me apoyo sobre la misma y me permito respirar el aire de la soledad que yace en mi casa.

Al fin en paz. Dicta mi subconsciente y por primera vez en mucho tiempo, coincido.

Aprovechando que el piso del pasillo es de madera pulida, comienzo a deslizarme como si tuviese patines en lugar de pantuflas, disfrutando de la rapidez con la que voy.

Paro en la cocina, sujetándome del borde de la entrada justo antes de seguir mi rumbo hacia el final y estamparme la cara con la pared, y preparo los platos para comer lo que sea que me haya dejado Betty. Una vez hecho esto, voy hacia el horno y lo abro, sacando lo que parece ser lasaña.

—Dos días seguidos de pasta.—Digo complacida con una sonrisa.

Tomo el guante de cocina que está a un metro de mí y con cuidado saco la fuenta de comida, sin embargo, uno de mis dedos se va y la toca, pero para mi sorpresa, esta no está caliente.

Muerdo mi labio inferior en frustración y devuelvo la comida al horno, esta vez sin usar guantes, lo que resulta ser una mala elección ya que toco la rejilla con unos cuantos dedos, quemándome ya eso sí está caliente.




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