Es gracias a mi fuerte agarre sobre la puerta que logro mantenerme en pie al ver a la persona que menos esperaba encontrarme el día de hoy, y eso que ya he conocido a su misteriosa madre.
Sus ojos azules se clavan en los míos y olvido como respirar, sintiendo mi cuerpo pesado sobre mis pobres pies, pero mantengo mi mirada con la suya, intentando ser lo más tranquila posible.
—Hola.—Esta vez soy yo la que rompe el silencio.
—Hola.—Me imita, sus ojos sintiéndose cada vez más intensos, pero no puedo dejar de verlos, como si estuviese en el típico trance que aquel precioso mar me provoca.
Sin embargo, logro encontrar mis palabras lo más adecuadamente posible.
—¿Sue qucede?
Christian sale de su semblante serio y frunce las cejas ante mi comentario, mientras que a mi me toma un poco más de tiempo reconocer lo torpe de mi habla.
—¡Quiero decir!... ¿Qué sucede?—Me corrijo rápido, sintiendo mis mejillas arder.
—Tu sabes lo que sucede.—Responde, dando un paso dentro de la casa, haciéndome retroceder.
—Tengo una idea.—Digo luego de tragar grueso, teniendo a Christian tan cerca de mí que olvido siquiera la razón por la cual está aquí, por lo que agradezco cuando da un paso hacia atrás, quedando a una distancia prudente de nuevo.
—¿Dónde está?—Me pregunta con voz seria, devolviéndome completamente a la normalidad, y a su vez, haciéndome sentir intimidada.
Bajo la de la suya, aprieto mis labios y me aparto hacia un lado, dejándolo pasar. Cuando lo hace, cierro la puerta detrás de él y me adelanto, comenzando a caminar hacia el pasillo.
—Sígueme.—Le digo, oyendo como está caminando a mis espaldas tras mi orden.
Atravesamos el pasillo en silencio hasta llegar al final de este, me paro en la entrada del living y doy media vuelta, mirando al suelo y de reojo a Christian, que se detiene a mi izquierda.
—Ahí está.—Comento, señalando al sofá, echándole un vistazo rápido a la frágil mujer recostada sobre el mismo.
—Mamá.—Oigo a Christian susurrar, pasándome por un lado y yendo hacia su madre, se arrodilla frente a ella y toma su mano.
Me permito mirarlo por otro instante, observando su semblante inundado de preocupación y confusión, recordándome a mí hace unos momentos cuando dejé pasar a Débora.
—¿Qué le sucedió?—Me pregunta con voz demandante y fijo rápidamente la vista al frente, evitando la suya.
—Creo que dijo algo de una pastilla que había tomado antes de venir y que le estaba haciendo efecto, pero no me dijo cuál–
—Eszopiclona.—Me interrumpe Christian y lo vuelvo a ver, él besa la mano de su madre y se endereza, se voltea hacia mí tan rápido que lo mejor que puedo hacer es bajar la vista hacia su pecho.—Eso la dejará durmiendo de cuatro a ocho horas si es súper efectivo. Me temo que deberé quedarme aquí hasta que despierte.
—¿Qué?—Pregunto levantando la mirada despacio hasta llegar a sus penetrantes ojos.
—Lo que oíste.—Responde con simpleza, comenzando a caminar hacia mí.
—Pe... pero... tú... ella...—Comienzo a tartamudear mientras Christian acorta cada vez más la distancia entre ambos, volviéndose más alto para mi pobre estatura, causando que eleve la cabeza.—Acaso no... ¿acaso no puedes llevarla a tu casa?
—Los efectos secundarios de esa pastilla pueden llegar a hacer que una persona haga ciertas cosas dormida. No quisiera tener que conducir con ella y que sin previo aviso abra la puerta e intente tirarse.
Abro grande los ojos ante su explicación, pero rápidamente me centro en retroceder cuando veo que Christian no para.
—¿No puedes ponerle el cinturón?
Christian sigue mis pasos hasta que nos encontramos ya dentro del pasillo.—Podría quitárselo.
—¿Y si la acuestas atrás?—Pregunto con voz temblorosa por los nervios.
¿Que por qué me siento nerviosa?
Pues el hecho de comprender que estoy frente al chico con el que discutí tan mal ayer, que resulta ser mi novio y él que me ha enviado notas tan lindas durante tantos años creo que son razones suficientes.
Y para agregar, es mi crush de toda la secundaria; aunque hayan pasado meses desde nuestro primer encuentro, los momentos de tensión entre él y yo jamás terminarán para mí, mis nervios ante su presencia por la intensidad con la que sus ojos me ven tampoco.
—Sería lo mismo.—Responde él y casi puedo ver la tentación que contiene por esbozar una sonrisa ante mis acciones.
—Entonces... entonces...—Miro hacia todas partes, intentando pensar en alguna otra opción, cuando siento la parte baja de mi espalda chocar con un mueble que hay colocado en el camino, pegado a la pared. Le lanzo una mirada asesina al pedazo de madera y cuando me vuelvo hacia Christian, hablo sin pensar.—Yo puedo cuidarla y luego llamarte cuando despierte.
—No es propio de un buen hijo dejar sola a su indefensa madre en una casa ajena a ella.
—Le diré que soy tu novia.—Respondo con velocidad y tanto Christian como yo nos detenemos un segundo, sorprendidos por mis palabras, pero luego todo continúa, incluyendo mi desenfrenada palpitación de corazón.—Así que puedes irte tranquilo.
—¿Qué sucede?—Me pregunta sin intentar ocultar su tono burlón.
—A mi nada, ¿y a ti?—Contesto intentando ser lo más indiferente posible.
Christian ya no disimula sus ganas de sonreír, simplemente me da esa media sonrisa que siempre me ha vuelto loca y da dos pasos más hacia mí, quedando tan cerca que nuestros cuerpos están rozándose, sus manos las coloca a mis costados, sobre el mueble detrás de mí y se inclina hasta el punto de que su respiración choca con la mía.
—¿Y entonces por qué estás tan nerviosa?
Porque he descubierto que eres Mr. A.
Quiero responderle eso, pero las palabras se atoran en mi garganta ante el calor que estoy sintiendo en cada parte de mí y mis piernas amenazan con dejarme caer.