El mundo está lleno de maravillas ocultas en las cosas más simples de la vida.
Sí, suena como a frase sacada de algún libro poético, pero no lo es, o tal vez lo sea, pero el caso es que eso realmente lo pienso en este instante, porque estoy comenzando a darme cuenta de que ya he visto muchas maravillas en mi tan común vida; me siento como Alicia.
Ya los juegos han acabado y la preciosa luna ha invadido toda la escuela, haciendo que cada faro de luz existente alrededor de las canchas y del principio del patiode iluminara cada rincón. Sin embargo, lo de afuera no es lo que importa, sino la zona a la cual me estoy dirigiendo y que hemos estado preparando tanto estas últimas semanas.
—No puedo creer que ya hemos llegado a esta noche.—La oigo susurrar a Madison a mi costado.—Me parece irreal pensar en lo rápido que pasaron todos nuestros años de secundaria hasta llegar a este festival.
Sus palabras me hacen voltearme a verla mientras vamos caminando lejos de todos los otros alumnos que se dirigen a la misma zona que nosotras y una sonrisa invade mis labios cuando veo su expresión nostálgica. Me acerco a ella y paso un brazo por encima de sus hombros, abrazándola y causando que paremos nuestros pasos.
—Así te está pareciendo ahora, pero en realidad todos estos años han pasado lento. Es por eso que tenemos tantos recuerdos, ¿acaso los estás olvidando a la hora de pensar en el pasado?
Ella niega con la cabeza y luego baja la vista, fijando sus lindos y, en este momento, tristes ojos verdes al piso.
—Recordar es lo único que he hecho estos últimos días. Pensar en todo lo que hemos pasado tú, yo y Mason.
—¿Entonces por qué tienes esa cara larga?—Pregunto sin dejar de sonreírle.
Madison levanta la vista y me ve fijamente, abre la boca para hablar y al mismo tiempo sus ojos se humedecen rápidamente.
—Porque cada vez falta menos para que acabe todo.—Susurra con la voz frágil.—Ya no estaremos en la secundaria, por lo que no nos veremos todos los días como ahora ya que tú irás a otra universidad debido a la carrera que elegiste, yo aún no sé qué estudiar y me siento una boba por eso, y Mason...
—¿Qué hay con él?—La cuestiono cuando deja pasar unos instantes sin acabar su explicación.
Madison duda en decirme, se muerde el labio y ve hacia sus costados unos momentos, intentando evitar mi mirada interrogativa, pero decide finalmente continuar.
—Tengo miedo de no verlo lo suficiente como para que nuestra relación perdure cuando entremos a la universidad.—Declara con lágrimas leves en sus ojos.—Ambos queremos seguir cosas muy diferentes, por lo que iremos a diferentes universidades, y quién sabe qué tan lejos estemos uno del otro...
—Madison.—La interrumpo antes de que pudiera decir otra palabra a la vez que dejo de abrazarla y la tomo de los hombros, quedándome frente a ella.—Las relaciones a distancia son difíciles, pero no imposibles, ¿bien? Sé que te asusta la lejanía que podrían tener, seguro piensas que eso sea algo que pueda separarlos, pero lo cierto es que yo no pienso en eso porque los conozco. Tú lo amas con el alma aunque te cueste admitirlo y sé que has cambiado con él, que no podrías hacer nada bobo a sus espaldas y que le serás completamente fiel. Y Mason... Oh Madi.—Fijo mis ojos a los suyos, viéndola con la mayor sinceridad que puedo reflejar al igual que en mi voz.—Sabemos que Mason siente lo mismo que tú, hasta me atrevo a decir que quizás más. Supe de su amor por ti mucho antes que tú y aún sigo sin encontrar la manera de explicarte lo flechado que estaba cuando tu nombre salió de sus labios al momento de confesármelo.
Ella sonríe ante mis últimas palabras y eso me trae felicidad. Corro un mechón de su rubio cabello hacia detrás de su oreja y seco las pequeñas lágrimas que se le habían escapado mientras le hablaba.
—Erica, ¿qué demonios haría sin ti?—Cuestiona con una gran sonrisa y seguidamente se abalanza sobre mí, abrazándome con fuerza y yo no demoro en corresponderla.—Gracias, en serio.
—Para eso estamos las mejores amigas.—Le respondo apretándola contra mí un poco más.
Nos quedamos así unos segundos más antes de separarnos. Madison se pasa la parte posterior de su mano por debajo de los ojos, secándose las lágrimas sin arruinar lo que le queda de maquillaje, que tampoco era mucho en general, y me da una señal para seguir caminando directo hacia la enorme carpa donde será el Festival de Invierno.
—¿Cuánto crees que tarde Mason en volver?—Le pregunto a Madison, recordando como nuestro amigo acompañó a Christian y al resto del equipo de básquet a los vestidores.
Veo de reojo como mejor amiga se encoje de hombros.—No lo sé, pero dudo que vuelva pronto. Apuesto a que irá a hablar sobre cada táctica de juego con todos los basquetbolistas.
—Espero que solo hable de las buenas.—Susurro, mordiéndome el labio inferior al imaginarlo decir cosas malas al equipo sobre sus jugadas de frente.
—Las dos sabemos que no será así.—Me informa y posa su mano en mi hombro, viéndome como si leyera mis pensamientos ya que me responde al instante:—Rezemos para que pueda vivir en silla de ruedas al menos.
Ambas soltamos carcajadas ante nuestras exageraciones hasta que llegamos a la entrada de la carpa. Nos paramos un momento para apreciar como unas leves luces de colores azules y blancos sobresalen del espacio abierto.
—¿Lista para ver todos los milagros que hice el día que faltaste?—Me pregunta Madison con egocentrismo y antes de que pudiera responder, me tira del brazo.—¡Vamos!
Y al instante tras pasamos la entrada, adentrándonos en un precioso panorama que casi parecería indescriptible para que alguien pudiera imaginar lo maravilloso que es en lugar de verlo, pero voy a intentarlo.
Como es obvio, la carpa enorme que cubre la mayor parte del patio es negra, y de ella cuelgan luces de colores celestes tan claros que podrían confundirse con blanco. Clavadas al piso hay faroles del último color que vacilan levemente, haciendo del ambiente uno mucho más bonito. Pero la iluminación es solo el comienzo.