ADVERTENCIA: Este capítulo también estará entrecortado debido a que al principio hay una escena inapropiada, por lo que para ponerlos en contexto... Nuestra querida protagonista tuvo un sueño inadecuado con su novio y terminó diciéndole que la amaba. ¡Así que continuemos!
—Te amo.
No era la primera vez que me lo decía, pero luego de hacerlo, estando en una situación tan íntima, en un día especial y luego de haber pasado algo tan complicado, todo eso, hace que el que me lo diga ahora sea la mejor vez de todas hasta ahora.
Mi sonrisa se extiende y lo abrazo más fuerte, pegándome lo más posible a su cuerpo y cierro mis ojos complacida.
—Yo también te amo.—Chillo feliz, abrazando con más fuerza lo que hay entre mis brazos, que extrañamente se vuelve más suave y apretujable. Sin embargo, ignoro estás características un momento más.
Hasta que vuelvo a presionar mis brazos y siento como lo que hay entre ellos se hunde y aprieta ridículamente fácil y de forma suave. Me dispongo a abrir los ojos, pero por alguna extraña razón me cuesta y duele un poco, hasta que finalmente lo logro.
Y veo a mi lado una almohada.
—¿Pero qué demonios?—Gruño sintiendo una punzada en mis ojos gracias a la luz que se cuela por la ventana.
Me siento como puedo y luego de frotarme los ojos con el objetivo de poder tener una visión estable, veo a mi alrededor, dándome cuenta de que estoy en una habitación que, pese a no ser mía, la conozco perfectamente.
—Maldición, fue un sueño.—Refunfuño cuando reconozco que no estoy en el lugar donde hace unos segundos creí estar.
Aún fatigada, pongo mis pies sobre el suelo y me paro, a pasos lentos y tambaleantes salgo de ahí. Recorro el pasillo y bajo las escaleras con cuidado, aferrando mi mano a la barandilla de la misma.
Cuando ya estoy en la primera planta, miro hacia mi derecha y sin ver a nadie pasar, decido dirigirme hacia mi izquierda, donde yace la cocina. Tampoco logro ver a nadie hasta que me adentro por completo, teniendo visión de toda la zona detrás de la larga mesa isla que hay y es cuando veo a alguien de espaldas a mí y sin nada que cubra su torso. No tarda en voltearse y enseguida dejar a la vista sus perfectísimos abdominales.
—No es que me incomode que estés mirando abajo, pero mis ojos están aquí arriba.—Dice con diversión y no tardo en mirarlo a la cara nuevamente, llena de vergüenza.—Buenos días, Ana.
Christian me sonríe y hace una señal con la cabeza, invitándome a la mesa. Me siento como puedo en una de las sillas altas y veo como él coloca unos huevos revueltos de una sartén que sostiene con guantes de cocina, y que no he podido ver por lo distraída que estaba con su perfecto físico, en dos platos frente a mí donde yacen también algunas tostadas.
—¿Así que cocinas?—Pregunto arqueando una ceja.
—Si colocar panes en una tostadora y batir huevos es cocinar, entonces sí, lo hago.—Me informa quitándose los guantes y sentándose frente a mí, acercándome uno de los platos.—Vamos, come.
Le doy una última sonrisa antes de llevarme un bocado a la boca, evitando sentirme nerviosa al comer bajo la atenta mirada de mi precioso novio.
—¿Y bien?—Me pregunta mientras finjo degustar exageradamente su comida.
—Está bueno.—Le digo sincera, dando otro bocado.—Deberías ser chef.
Christian suelta una risa, tomando una tostada—Y yo pienso que deberías dejar de exagerar.
—¡Oye!, no estoy diciéndolo por ser exagerada.
—Tienes mucha hambre.—Justifica.
—No realmente.—Admito encogiéndome de hombros, dándole un mordisco a una de mis tostadas.
Christian se inclina hacia mí, provocando una cercanía increíble entre nuestros rostros ya que la mesa no es tan ancha como parece, y siento mi corazón acelerarse, pero no por eso paro de comer.
—Entonces lo dices porque buscas seducir al cocinero, ¿huh?—Dice con su sexy sonrisa torcida, haciendo que por un momento me atragante y él suelta una carcajada, devolviendo su cuerpo hacia atrás.
—Lo digo... en serio.—Logro aclarar una vez trago grueso.—Cocinas muy bien.
—Por favor, son solo huevos condimentados. Además, no me veo dedicando mi vida a la comida.
—¿Y al básquet?—Le pregunto cuando la idea de chef es descartada por completo.—Eres el mejor basquetbolista de Belmont, e incluso del condado ahora que has llevado al equipo a la victoria en el campeonato.
—Bueno, me han ofrecido becas ayer luego del partido, pero sinceramente lo veo como un deporte para pasar el tiempo.
—De acuerdo, ya veo que no eres un Troy Bolton.
—Porque estoy más bueno que él.
—Y eres más arrogante.—Bufo negando con la cabeza e intentando con todas mis fuerzas no mirar su descubierto abdomen para no aumentar su ego.—Bien, entonces, ¿en qué otra cosa eres bueno?
Christian no responde y nos quedamos viendo un momento, él coloca su codo sobre la mesa y sostiene su cabeza ladeante hacia un costado con su mano, mirándome con una sonrisa divertida, haciéndome entender lo que está pensando.
—Hacerme gemir de diez maneras diferentes no es algo a lo que puedas dedicar tu vida.
—¿Quieres apostar?—Cuestiona mordiéndose el labio inferior.
—Christian.—Lo freno antes de que la sangre pueda invadir mis mejillas.—Esto es serio, jamás hemos hablado de lo que vamos a hacer de nuestras vidas cuando acabemos la secundaria, y falta poco para eso.
—De acuerdo, bien.—Acepta y suelta un suspiro, incorporándose.—¿Tú qué planeas hacer, señorita esto es serio, tenemos que hablar de lo que vamos a hacer con nuestras vidas?
—Primero, no existe nadie con un nombre tan largo.—Le corrijo, apuntándolo con mi tenedor.—Y segundo, voy a ser diseñadora de modas.
—¿En serio?—Interroga y yo asiento segura.—¿Y qué se supone que debes estudiar para eso?
—Pues—Me freno tras esa única palabra al darme cuenta de que no tengo idea de qué estudiaré para hacer eso, y como estoy quedándome tanto tiempo con la boca abierta, pareciendo una idiota, decido cambiar de tema.—Eso no importa, ¿qué planeas estudiar tú?