Mi Amor de Secundaria

Capítulo 60.— El último baile

—Ya deben irse, han estado toda la tarde conmigo y en unos minutos comenzará el baile.—Les aviso a mis padres, a mi hermana y a Betty.

—Que rápido nos echas, E2.—Bufa Emma, haciendo puchero pero luego de unos segundos la cara se le ilumina, como si hubiese tenido una brillante idea.—¿Sabes qué?, tal vez nosotros podríamos...

—No.—La corto.

—¡Pero si no escuchaste lo que iba a decir!

—Sé exactamente lo que ibas a decir.—Le informo. Ella piensa en protestar pero me adelanto.—El baile es solo para los alumnos graduados.

—Demonios.—Susurra Emma.—¿Y los profesores por qué estarán entonces?

—Para cuidar que no hagamos nada estúpido ni traslademos alcohol, es obvio.

—¡Oh vamos!, déjame ir contigo, extraño ser una graduada. ¡Mírame!, podría pasar desapercibida, no parezco tener veintidós años.

—Pareces de cinco cuando haces esos caprichos.—La burlo y sonrío cuando ella me ve con sus ojos entrecerrados.

—Vamos, querida, tu hermana debe tener su momento, tú ya tuviste el tuyo hace años.—Le dice mi madre en mi defensa, pasando un brazo encima de sus hombros y dedicándome una sonrisa.

—Gracias por recordarme lo anciana que me vuelvo cada día, madre.—Responde Emma volteando los ojos.

—Si tú estás anciana, entonces yo ya soy un cadáver.—La reconforta mi madre, haciendo que Emma y yo soltemos una carcajada.

—Y yo polvo de hueso.—Dice Betty, causando otra risa mía y de mi hermana pero ella se mantiene seria.—No era un chiste.—Nos avisa y Emma y yo dejamos de reír, mirando hacia abajo con pena pero volvemos a levantar la vista cuando escuchamos una risa salir de Betty.—¡Claro que lo era!, ¿en serio se lo creyeron?, pero si aún sigo muy jovencita, por favor niñas.

Emma y yo aguantamos una risa a la vez que intercambiamos una mirada, finalmente mi madre insiste para irse y se despide de mi, luego lo hace Emma, luego Betty y por último mi padre, quien me da un fuerte abrazo y un beso en la frente, pero antes de separarse se acerca más a mí para susurrarme algo.

—Me agrada.

—¿Eh?—Pregunto confundida.—¿Quién?

—Christian.—Dice directo, tensándome.—Es un buen muchacho.

—Oh, papá, yo iba a decírtelo en algún momen–

—Con que me asegures que te hace feliz es suficiente.—Me informa y yo cierro la boca, simplemente asientiendo, causándole una leve sonrisa.—Bien, porque quiero ver a mi niña feliz, además que parece que tú lo haces igual de feliz a él, por lo que se pudo notar hoy.

—Gracias por preocuparte, papá.—Le agradezco sincera, dándole otro abrazo y cuando nos separamos, él se marcha.

Suelto un suspiro de alivio y, con el bolso que traje conmigo colgando de mi hombro, me dirijo hacia los vestidores de chicas.

Una vez allí, veo que no haya nadie y me siento agradecida por eso, ya que me considero una persona demasiado vergonzosa como para desnudarme tan fácilmente frente a otras personas.

Que gran chiste. Dice mi subconsciente, recordándome a una persona en especial.

—Como sea.—Bufo y seguidamente, comienzo a desabotonar mi camisa del instituto luego de quitarme la toga y el birrete.—Hoy no quiero desnudarme frente a nadie, punto.

Ya lo veremos.

—¿Así que no lo harás, eh?—Oigo una voz decir a mis espaldas.

Me volteo abruptamente, ahogando un grito cuando descubro a mi novio apoyado en el marco de la salida a los vestidores y con los brazos cruzados. Sus ojos me ven de arriba abajo mientras una sonrisa que conozco perfectamente se forma en sus labios. Él se me queda viendo y no a la cara, por lo que comprendo que tengo ya la mitad de la camisa abierta, e instintivamente me cubro, sintiendo mis mejillas arder.

¡Lo sabía, mierda, sí! Dice mi subconsciente, pero lo ignoro.

—Christian, no deberías estar aquí, esto es el vestidor de chicas.—Murmuro molesta.

—No hay nada que no haya visto ya.—Comenta él arrogantemente, haciéndome enojar aún más pero antes de que pudiera decir algo, él continúa.—He podido apreciar cada parte de tu cuerpo con lujo de detalles, Ana.

—No es necesario que lo dijeras.—Inquiero presionando más mi mano sobre mi pecho, cerrando con fuerza mi camisa cuando Christian se me acerca. No lo veo hasta que su mano toma mi mentón y me obliga a hacerlo.

—También he disfrutado tanto tocandote.—Susurra con la voz grave y ronca, denotando algo de excitación en su tono.

Sus manos atrapan mi cintura rápidamente y me empuja, pegándome a él, haciendo que sienta ciertas partes que me hacen querer quedarme aquí el resto de la noche con él, sin embargo, lamentablemente aún tenemos un baile al que asistir.

—Christian.—Lo llamo y él apoya su frente sobre la mía, mirándome fijamente con esos ojos azules brillando de lujuria.

—¿Huh?

—Ya comenzó el baile.—Le hago saber, frenando su destello deseoso.

—Lo sé.

—Si hacemos lo que piensas ahora, llegaremos aún más tarde.

—También lo sé.

—¿Y entonces qué?, ¿Quieres perder tiempo de estar en tu propio baile quedándote aquí?

—Quiero perder el tiempo estando contigo todo lo que pueda, Erica.—Dice con tristeza y ahueca mi mejilla, pasando su pulgar en forma de caricia.—No me siento bien hoy.

—Pues no se nota.—Bromeo porque hace un segundo quería tener sexo conmigo en los vestidores, pero al verlo sostener su seriedad, mi sonrisa se borra.—¿Por qué?

—Hoy casi llegué tarde porque tuve una videoconferencia con el director de Cambridge.

—¿Y qué te dijo?—Pregunto sorprendida, confundida aún sobre la razón que lo tiene mal.

Él hace una pausa antes de responder aún con la mirada fija en la mía.

—Que debo viajar a Inglaterra para inscribirme presencialmente.—Me hace saber y mi mente es tan estúpida que no comprendo aún el problema hasta que lo aclara totalmente.—Y que debo hacerlo mañana.

Es en ese entonces cuando mi corazón para de latir.

Sin quererlo, bajo mis brazos de su pecho y lo miro notablemente anonadada, causando que Christian se muestre preocupado.




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