Ahora mismo me gustaría estar levantándome recién de la cama y ver a mi lindo novio durmiendo a mi lado, el sol de la mañana dándole en la cara, sus párpados relajados y poder verlo hasta que se despierte. Que luego él me de alguna otra ropa suya para vestirme y pasemos la tarde juntos, sin preocuparnos por decirnos adiós y sabiendo que nos veremos al día siguiente.
Pero para mi mala suerte, la realidad para nada es esa.
Me encuentro realmente en el vehículo de Christian, aún no es mediodía y nos acompañan su padre, su hermana y su madre en los asientos de atrás, todos juntos atravesando la ciudad.
Y dirigiéndonos hacia el aeropuerto en el día de su vuelo.
Audrey, James y Débora, quien vino porque el padre de Christian lo sorprendió trayendola de su hospital en la mañana, están sentados atrás sin decir palabra, mientras que Christian conduce y yo voy en el asiento copiloto, mirando por la ventana los enormes edificios que dejamos atrás.
A pesar de que todos estamos en silencio, puedo notar las emociones que cada uno siente.
James y Débora seguramente están agobiados al mismo tiempo porque su hijo se va a una universidad fuera del país, pero también se sienten orgullosos de él porque es una de las mejores del mundo.
Audrey se siente triste porque ya no verá al hermano que siempre la cuidó cada día desde que ella era pequeña, pero lucha contra ese sentimiento porque quiere sentirse feliz por él y su decisión.
Y Christian...
No necesito suponer, porque lo sé.
Él se siente nervioso, ¿y quién puede culparlo?, va a ir a Cambridge, donde le exigirán lo mejor de él, y aunque sé bien que mi novio es lo suficientemente confiado, no es realmente lo que lo hace sentir así, sino el hecho de dejar todo lo que tiene aquí atrás.
A su familia, a sus amigos y a mí.
Lo veo presionar sus manos en el volante, su semblante serio y sus ojos fijos al frente. Me gustaría poder decirle algo que lo consuele un poco, pero no quiero ser la que inicie una conversación en medio del silencio aquí y ahora y además, realmente ya no tenemos nada que decirnos porque todo lo hemos mencionado ayer por la noche, pero no después de haberlo hecho dos veces seguidas.
Otra cosa especial pasó anoche.
Miro por la ventana del vehículo y me pierdo en la lejanía de las miles de construcciones, recordando como anoche Christian y yo nos escabullimos por la noche a un lugar especial fuera de su casa.
—Ya llegamos.—Dijo él, ayudándome a pasar mis pies por encima del arbusto hasta quedar sobre el césped perfectamente cortado, las luces de los focos colgando de los árboles recibiéndonos bajo la oscuridad de la noche.—Bienvenida otra vez.
—Gracias.—Le dije sonriente, apreciando el precioso lugar, aquel al que me trajo en nuestra primera cita, por segunda vez.—Y veo que aprendiste cosas desde la última vez que estuvimos aquí ya que no me dejaste atravesar el bosque sola de nuevo, muy bien Grey.—Bromeé, soltando su mano para acercarme más a la desembocadura que llevaba al precioso lago reluciente que recordaba perfectamente.
Tomé una respiración profunda y luego me quedé unos segundos con los ojos cerrados, escuchando la mezcla de la corriente leve de agua junto con los ruidos de los grillos, relajándome por completo hasta que unos brazos rodeándome desde atrás me hicieron dar un pequeño brinco. Christian no dijo nada, solo me siguió abrazando y reposó su mejilla sobre mi cabeza, mirando también hacia adelante; temí que por un instante los latidos de mi corazón ante esas sensaciones tan cálidas se hubiesen podido oír fácilmente.
—La vista sigue siendo tan hermosa como la primera vez que la vi.—Comenté, intentando cortar el silencio.—Gracias por haber compartido este lugar conmigo.
—No lo habría hecho con nadie más si no era contigo.—Me susurró él, haciendo que mi corazón se volviera cada vez más loco.
—De todas formas te lo agradezco, ahora se volvió de mis lugares favoritos.—Le hice saber, tomando sus manos y entrelazando mis dedos con los suyos.
—También es el mío.—Dijo luego de una pausa.—Lo voy a extrañar.—Añadió, melancólico.—Ya no podré volver a cuidar de él.
Sus palabras me hicieron sentir mal, pero entonces mi mente albergó una idea que me pareció muy buena.—Yo sí.
—¿Qué?—Me preguntó, quitando su cabeza y eso me permitió ladear la mía para verlo por sobre mi hombro.
—Yo podría cuidar de él cuando te vayas.—Repetí con una sonrisa.—Claro que, solo sería hasta irme a la Academia, pero hasta entonces estaría dispuesta a hacerlo.
—¿De verdad?—Interrogó sorprendido y yo asentí. Luego, él tomó mi rostro con una mano libro y depositó un beso corto pero fugaz en mis labios.—Muchas gracias.
—Tú compartiste esto conmigo, ahora cuidarlo es prioridad de ambos.—Expliqué tirando mi cabeza hacia atrás, quedando sobre su hombro derecho y pudiendo ver su rostro de reojo a mi lado.—Ya no tenemos Belmont, pero sí este lugar.
—Eres la mejor, Ana.—Susurró en mi oído, causando las típicas mariposas en mi estómago.—Pero no coincido con lo que dijiste.
—¿Huh?
—Claro que tenemos a Belmont, ahí es donde nos conocimos, también donde comenzó todo y...—Él hizo otra pausa y por un momento creí oír sus latidos acelerándose.—Donde acabamos enamorándonos.—Aseguró.—Así que aunque ya no podamos pasar por ahí otra vez, una parte de nosotros se quedará ahí, así como una parte de esa secundaria nos acompañará a nosotros.
—Tienes razón.—Fue todo lo que pude decir y seguidamente solté una risa.
—¿Qué?—Preguntó Christian ante mi acción.
—Últimamente todo lo que dices me hace sentir mejor.—Le dije y me volteé entre sus brazos, nuestros rostros quedando frente a frente.—Sigue así y Cambridge será el que no pueda contigo.
Christian sonrió y me besó bajo la luz de la luna de aquella noche. Fue en ese instante en el que sentí que aquel sería uno de los mejores momentos de mi vida, y la mejor manera de terminar la noche además de haber tenido sexos dos veces seguidas.