Madison y yo cantamos abiertamente la canción que suena en el reproductor de música mientras que un viento fuerte se cuela por las ventanillas del auto de Mason, el cual nos prestó para hacer este viaje, claro que no sin que mi mejor amiga lo hubiese convencido, de maneras que no quiero conocer, para que aceptara.
—¡Rise and shine!—Grita mi mejor amiga y yo la veo confundida.
—Madison, la canción acabó.—Le aviso cuando ya no se oye nada del reproductor.
Ella se encoge de hombros.—Lo sé, solo quería sentirme como Kylie Jenner.
Ambas nos reímos tras su comentario y posteriormente le indico que debe doblar en una desviación que conozco bien, un camino más angosto nos recibe, asegurándome de que vamos bien. Llegamos al final de este cuando el coche ya no puede continuar, por lo que Madison frena, justo frente al camino de tierra y rodeado de árboles que hacen que apenas se vea pese a ser de día.
—Entonces... ¿Es aquí?—Pregunta mi mejor amiga viendo con inseguridad a nuestro desierto alrededor.
—Sí.—Le contesto sonriente mientras me saco el cinturón.
—¿Y no quieres que vaya contigo?, ese camino no parece ser muy seguro, puedo acompañarte hasta el lugar.—Ofrece ella pero yo niego con la cabeza.
Me bajo del coche, acomodo mi ropa y luego me apoyo sobre el marco de la ventanilla baja de la puerta del copiloto.
—Lo siento Madi, pero solo él y yo podemos saber sobre esa zona.—Le comento entusiasmada.
—Así que ahora eres Alicia yendo al país de las maravillas.—Comenta ella y yo vuelvo a menear la cabeza en negación.
—Soy Anastasia yendo al lugar paraíso de Grey.
Madison sonríe satisfecha por mi respuesta.—Entonces disfruta del edén, Ana.
Ella me guiña un ojo como despedida y cuando me separo del auto, gira como puede y se va por donde ambas vinimos.
Me volteo hacia el camino entre los muchos árboles y arbustos, inhalo profundamente y muerdo mi labio sintiendo la emoción de lo que está a punto de suceder. Luego de unos meses, Christian por fin pudo venir de visita esta mañana, y aún no lo he visto, nos encontraremos ahora cuando cruce este camino, en aquel lugar donde pasamos parte de nuestra última noche antes de que se fuera a Cambridge.
Solo debo pasar el camino y te veré luego de tanto tiempo, mi Christian.
Encuentro valentía necesaria y comienzo a atravesar el camino de tierra, adentrándome entre las tantísimas plantas que hace tiempo me aterrorizaban.
Mi valor y coraje no duran demasiado porque, tal y como siempre ha sido, hay un punto del camino donde los árboles altos y con muchas hojas cubren la luz del cielo, no importa si es de día o de noche, esta parte ya se vuelve bastante oscura y tenebrosa, hay varios rayos de luz y buena visibilidad, pero eso no quita lo macabro de este camino.
No tardo en volver a asustarme, tal y como en los viejos tiempos, pero no retrocedo, porque es gracias a mi experiencia que tengo por seguro que no hay nada entre todo el ambiente que pueda atacarme salvo la familia del conejito que traje a casa conmigo en mi primera cita con Christian. Quizás ellos quieran cobrar venganza por llevarme a su hijo, hermano o lo que sea.
—Vaya, incluso en lugares aterradores pienso tonterías.—Susurro siguiendo hacia el frente.
Concuerdo totalmente. Dice mi subconsciente tranquilamente.
Escucho el crujido de las ramas y me exalto.—Tranquila Erica, solo son animalitos del bosque, tranquila.—Intento calmarme a mi misma, pero nuevamente suenan esos crujidos, haciéndome dar un salto, acto que me enoja.—¡Tranquila dije!
Camino más despacio, escuchando esos ruidos que alterarían a cualquiera y siento cada vez más miedo, también me insulto mentalmente por no haber puesto luces en este camino en las veces anteriores que vine.
Sí, no era la primera, segunda, tercera ni cuarta vez que paso por aquí y continuó muriendo de miedo.
Los ruidos van en aumento, causando que me abrace a mi misma.
—Pie grande no existe, pie grande no es real, pie grande no está aquí.—Me consuelo.
Otro ruido se oye, esta vez justo detrás de mí.
—¡Pero si los conejos asesinos, los conejos vengadores y los conejos mordelones!—Chillo y empiezo a correr, sintiéndome la persona más cobarde.
Algo viene detrás de mí y mi respiración se acelera, ya no veo nada con claridad y luego de unos momentos, como cualquiera esperaría de mí, me choco contra un árbol.
—¡Demonios!—Gruño llevando una mano al costado de mi cabeza.—Oh no, quedará una hinchazón, esto no podría ser peor.—Me quejo y como si no fuese suficiente, el ruido sigue detrás de mí, así que me volteo rápidamente, mi espalda pegada al árbol e instintivamente levanto mis puños.—¡C-cuidado, sé karate, capoeira y s-samba!—Digo disparates, sin saber qué rayos es lo último realmente.
Veo unos pequeños ojitos en la oscuridad y suelto un grito cuando se acercan, poniendo mis manos en frente, pero luego de unos segundos rezandole a la santa virgen para que cuide de mi alma en el cielo luego de mi muerte, nada sucede y abro los ojos.
—Es...—Pestañeo repetidas veces.—...¿Una tortuga?—Digo confundida y con el ceño fruncido.—De acuerdo, esto ya es un mal chiste, de verdad, ¡¿qué demonios hace una tortuga en un bosque así?!
La tortuga camina hasta tocar mi pie e intenta subirse encima, pero falla y se cae dada vuelta, con la caparazón en el piso.
—Ow, yo te ayudo pequeño.—Digo enternecida y la levanto, es una tortuga pequeña pero no lo suficiente como para caberme en una sola mano. No tardo en encariñarme con ella cuando acaricio su cabecita.—Te llamaré flash.
Súper lógico.
Ya habiendo descubierto a mi perseguidor, regreso al camino y continúo la caminata hasta que la luz empieza a verse más, y para mi sorpresa, algunos papeles aparecen repentinamente en los árboles.
Tomo el primero y mi corazón da una voltereta cuando leo lo que dice.
Querida Erica: