Mi Amor De Verano

C5

Capítulo 5

Termino de alistar el bolso del bebé y espero a que los chicos bajen con sus cosas, Ángel balbucea cosas en mi pecho y bosteza. Entro a la casa luego de dejar todo en el auto, Pablo, Enzo y Lautaro ríen en la cocina, en esta semana que llevo trabajando es la segunda vez que vienen y se ha sentido incómodo, pero creo que es por la desconfianza del chico que se va a casar.

—Nosotros ya vamos a salir —le informo a Lautaro, quien me ve de pies a cabeza otra vez, es increíble como siempre combina su vestimenta con la mía—. Sobró Tiramisú por si quieren probar, nos quedó increíble.

—¿Lo hiciste tú? —cuestiona Pablo.

—Lo hicimos con los niños ayer por la tarde.

—Oye, viéndolos bien, ustedes de verdad parecen ser los padres de Angelito —dice Enzo, noto que estoy bastante cerca de Lautaro porque este se acercó a despedirse de su hermano—. Además como combinan la ropa.

—Es increíble que hasta por la edad ser los papás de Ángel sería factible y natural —añade Pablo.

—Monse ¿Ya nos vamos?

—Nos vemos luego chicos —digo sonriendo aunque lo que han dicho ha sido muy incómodo—. Dile chao a los chicos.

—Chu —dice el niño agitando la mano para despedirse, río y camino a la salida.

Llego al auto y ya los chicos están montados en él, cierro el maletero y voy a sentar a Ángel en su silla. Me monto en el auto y lo enciendo mientras me pongo el cinturón de seguridad, Gab toma mi celular y lo conecta a los altavoces, antes de partir ya estamos escuchando Como Camaron, les he contagiado el buen gusto musical.

Conduzco con calma mientras hago que todos canten, busco lugar en el estacionamiento del supermercado porque tengo que comprar algunas cosas en caso de que les de hambre, igual me autorizaron a que si quieren golosinas, puedo comprarles.

—Vamos, bajen —tomo mi celular y le escribo a Graciela.

Hago lo mismo que los chicos y voy a buscar a Ángel, cuando ya lo tengo en mis brazos es que cierro el auto y me aseguro de que quede completamente cerrado hasta con la alarma puesta.

—Vamos y nada de perderse de mi vista —aviso viendo a los gemelos que visten similares, Gabs nuevamente ha combinado su outfit con el mío y yo soy quien viste a Ángel, así que luce mis colores.

Entramos al supermercado y Ángel se queja queriendo ocultar su cara de la luz, incluso tapa sus ojos. Lo tomo de manera que queda acostado sobre mi brazo izquierdo y arropado contra mi cuerpo, tomo el paño que llevaba en caso de que me vomite y lo paso sobre mi hombro y su cabeza para así filtre la luz al niño.

—¿Llevamos este con rueditas? —pregunta Gio cogiendo un ¿Canastillo?

—Sí, es más cómodo.

—¿Qué tenemos que llevar?

Enumero lo que hay que comprar, por lo que ellos avanzan delante de mí, ven algunas cosas que quisieran probar antes de alcanzar las cajitas de jugo personales. Sigo avanzando a la vez que trato de mecer suavemente a Ángel para que así se quede dormido.

—¿Qué haces en este pasillo? —Me encuentro con mi hermano y sonríe abriendo sus brazos.

—Cotizaba hermanita —suelta mi cuerpo notando que llevo a Angelito—. ¿Qué haces en este pasillo?

—Te vi y vine a saludarte —le hago una seña con la cabeza para que me siga, no quiero perder a los niños—. ¿Encontraste buenos precios?

—Por lo menos todo es más barato que lo que gasto para recolectar el semen de Bagheera —río sumamente para no perturbar al pequeño.

—Monse, no hay morochas —dice Gio llegando a mi, ve a mi hermano y frunce el ceño.

—Hola, soy el hermano de Monse, un gusto conocerte.

—Hola, soy Georgina Zamora —dice ella seriamente tendiendo su mano, mi hermano la toma asombrado por el actuar de la niña.

—Interesante, me puedes decir Jano.

—¿Segura que no hay morochas, cielo? —asiente efusivamente y sus ojitos cambian drásticamente a melancólicos—. Pero busca otra que te guste ¿Unas bon o bon?

—Bueno —susurra sonriendo y se va al pasillo en el que estaba, camino lento y cuando siento que Ángel deja de acariciar mi estómago es porque se queda dormido.

—¿No te cansas de ellos? —niego viendo como discuten civilizadamente.

—Monse —me llaman los tres al mismo tiempo, sonrío escuchándolos.

—¿Es sólo un paquete de galletas para cada uno?

—Pero, podemos llevar una para ti ¿Cierto? —inquiere Jorge al ver que sus hermanas no querían llevar otro.

—Lo puedo comprar yo —autorizo que eche una tritón chocolate al canasto—. ¿Qué falta?

—Tenemos todo —confirman viendo el canasto.

—Bueno, vayan a la caja, yo iré a buscar algo que olvidaba.

—¿Qué vas a comprar? —pregunta mi hermano—. Tienes encantados a esos niños, se de niñeras que han llorado por ellos.

—Son lo más adorable y bien educados —les defiendo.

—¿Por qué les dices “cielo”?

—¿No has visto el color de sus ojos? —cuestiono viendo a mi hermano escoger un pack de cervezas.

—¿A Lautaro también le dices así? —niego rápidamente.

Miro los jugos en la máquina y no sé qué comprar, podría ser una limonada pero se que el ácido no es muy bueno para la salud de los dientes.

—Yo me tengo que ir —mi hermano besa mi frente— nos vemos a la tarde.

—Sí.

Me agacho y tomo la botella de limonada, es un antojo por así decirlo, me levanto y camino a las cajas para poder pagar, lo que me encuentro ahí es a Pablo con Lautaro saludando a los niños que me señalan.

—¿Se durmió? —cuestiona Lautaro levantando el paño para ver a su hermano.

—Deja de verle las tetas —se burla Pablo y los niños hacen una mueca de desagrado, se ven mutuamente y sonríen con maldad mientras siguen dejando las cosas con la cajera que respira aliviada al ver que van conmigo.

—El que no debería verlas serías tú —suelta Jorge—. Deja de hablar desde la envidia.

—Oye —dice Lautaro llamándole la atención al niño, acomoda el paño para tapar a Angel—. Además, no te estaba viendo las tetas.




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