Capítulo 7
Llego a la casa de los Zamora Frei y por primera vez no me encuentro con mis jefe aunque he llegado a la misma hora de siempre, abro la puerta y camino a la habitación de Ángel, por lo general se está despertando media hora después de mi llegada, por lo que me decido, dejo todas mis cosas donde siempre y abro la puerta de su habitación.
—Lautaro es que yo te voy a matar —digo acercándome, le muevo un hombro para que despierte—. Lautaro.
Se mueve, sonríe y con su brazo alcanza mi cintura empujándome contra su cama, caigo casi sobre él y no sé cómo ni en qué momento es que sus labios caen sobre los míos, lo empujo con mis manos en su pecho y respiro antes de cometer alguna locura.
—Buenos días, amor mío —dice riendo, este imbécil, no se puede hablar con él.
Me levanto de su cama y cruzo mis brazos por sobre mi pecho, me alejo un par de pasos hasta donde no me pueda alcanzar. Sonríe gustoso pasando los brazos por detrás de su cabeza, está esperando que yo diga algo cuando en realidad es él quien me tiene que explicar porqué razón comentó tantas estupideces en doble sentido para que la gente interprete lo que se le antoje.
—¿Eres imbécil? Es que no me digas, ya sé la respuesta.
—No entiendo para que te molestas, tu misma dijiste que es una estupidez, la gente se inventa cualquier cosa.
—Pero es mi vida privada, es la seguridad de tu hermano, la intimidad de tus padres.
—Ellos ya saben lo que están diciendo —Dios, cómo puede ser posible, me van a despedir—. De hecho, se rieron, pero me pidieron una explicación de porqué estaba tan cerca tuyo en el agua y con Ángel, hasta ellos dijeron que hay fotos que se pueden malinterpretar, sobre todo porque soy guapísimo.
—Lautaro, por favor, no es un juego —digo viendo como sonríe y le resta importancia a algo que a mi me hace doler la cabeza.
—Por cierto, Gabriel está sentida contigo.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Cuando estaba explicando algunas fotos se me salió decir la verdadera razón por la que entramos al agua.
—Te odio, Lautaro —declaro llendo a la puerta.
—Espera, ven.
—¿Ahora qué quieres?
—Mi besito de buenos días, amor —le enseño el dedo del medio y cuando salgo de su habitación me permito salir de esa fachada de fastidio, es que el maldito me hace reír de cualquier manera.
Suspiro pesado y me fijo si es que Ángel sigue dormido o no, al notar que el niño aún tiene tiempo de descanso, entonces voy escaleras arriba, llamo a la puerta de Gabs hasta que escucho un “pasa”, me ve y se oculta bajo las sábanas.
—Cielo —susurro y me acerco cerrando la puerta—. Oye ¿Me quieres escuchar?
—Bueno —susurra, me siento en la cama a su lado y acaricio su cabello reposante en la almohada—. Hueles a Lautaro ¿Acaso si tienen algo?
—Pillina —la niña me guiña un ojo y pasa su brazo por sobre mis muslos—. Mira, tu hermano quería ir directamente a separarte del niño, yo tengo un hermano menor que es peor que Lautaro con sus celos, por eso es que fui para que no hiciera nada, pero es tan terco que no me dejó de otra. ¿Qué preferías? ¿Que escuchara un poco de tu conversación o que fuera directamente a amenazar a tu amigo con que no se acerque más a ti?
—Supongo que tienes razón —susurra ella y abre las sábanas—. Acuéstate conmigo un ratito.
—Sólo un ratito —ella asiente y yo me meto bajo la sábana, la abrazo y dejo que ella escuche mis latidos.
—Te quiero, Monse.
—Yo también te quiero, Cielo.
—¿Por qué a todos nos dices Cielo?
—Cuando seas más grande lo vas a entender —ella suspira pero se queda conforme con la respuesta, pues no vuelve a hablar.
—Amor, nuestro hijo ha despertado.
—Lautaro, me sigues jodiendo y juro que te ahogo la próxima vez que vayamos al lago —el chico se ríe y se acuesta en la cama por el lado contrario al que estoy yo, Gab ríe y abraza a Ángel que pasa por sobre ella para llegar a mi.
—Ustedes dos de verdad parecen pareja —dice Gabs frunciendo el ceño—. No me molestaría que fueras mi cuñada, Monse.
—Ahora le metes ideas tontas en la cabeza a tus hermanos.
—Cuñada suena bonito —dice Lautaro desordenando el cabello de su hermana.
—Iré a preparar sus desayunos, bajas tu con Angel —le digo al chico que sólo asiente y me lanza un beso, uno que no correspondo y le enseño el dedo medio nuevamente.
Bajo las escaleras con calma porque las zapatillas son un poco bajas para el largo de mi pantalón tipo palazzo de color azul noche, llego a la cocina y me dispongo a preparar el mismo desayuno que siempre preparo a cada niño, cuando se cansan luego lo cambian pero siempre me avisan antes. Preparo el biberón para Ángel y cuando ya tengo todo listo es que ellos llegan gritándome que Lautaro es un cerdo ¿La razón? Aún no la sé.
—Ten a nuestro hijo —dice el chico mientras Ángel estira sus brazos—. ¿No preparaste mi desayuno, amor?
—Vete a dar una ducha y vístete ¿Quieres? —mascullo fastidiada, creo que golpearlo es la solución.
—Claro, amor —dice corriendo a su habitación, tal parece que teme de mis amenazas aunque nunca las haría realidad.
—Lautaro, te voy a dar con la sartén.
—Veamos Enredados —gritan Gio y Jorge, tengo que ir a golpear la espalda de Gab que se atora con el cereal por reír.
—¿De verdad quieren ver enredados? —cuestiono dandole la leche a Angel.
—Sí —dicen los tres luego de unos segundos de meditación.
—Bueno —me acerco a la televisión y busco la película para reproducirla cuando terminen de comer.
—Monse.
—¿Qué quieres?
—¿Cómo me veo? —suspiro procesando información, este chico parece querer verme fastidiada todo el tiempo.
Se ha vestido utilizando un pantalón cargo azul no es del mismo tono del mio, pero se parecen, también una una camiseta color beige como mi corset. Golpeo su mejilla sonriendo, me acerco a la encimera donde tengo su desayuno listo, se supone que a él no debo atenderlo, pero no me cuesta nada.
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Editado: 15.11.2024