Capítulo 8
Estaciono rápidamente y todos salen del auto apenas pueden, Lautaro toma al niño porque yo llevo de las manos a los mellizos, Gabriel va delante de mí porque ella irá echando todo al canastillo.
—Am…Monse, Ángel quiere ir contigo —fulmina con la mirada a Lautaro que me sonríe inocentemente casi que arrepentido, por suerte no había nadie cerca—. Mira, si solo te quiere a ti.
—Es que si dejo que vayas solo me vas a arruinar la paz, Lautaro —el chico me sonríe y besa mi frente en lo que tomo a Ángel en brazos.
—Ahora sí, vamos chicos —los pequeños a los que cuido avanzan con calma mientras camino a la par de su hermano mayor.
Comenzamos a echar cosas al canasto y estamos viendo que chispas de chocolate prefieren cuando se nos acerca la pareja próxima a ser un matrimonio. Enzo ríe y viene donde nosotros sin importarle que su pareja rehuye a la comunicación.
—Instagram es una locura, hermano —saluda a Lautaro de un abrazo y golpes en la espalda—. Hola Monse —me da un beso en la mejilla y seguido agarra un cachete de Ángel, por último saluda a los tres que siguen discutiendo.
—Hola —lo saludo a él y a su novia.
—Yo, o sea, se que Angelito es hijo de la tía Gracia, pero es que así como andan pareciera que sí son pareja y su hijo —dice Paulina viéndonos para luego mirar a su futuro esposo—. Es que nada más les falta ir de la mano.
—Es culpa de Lautaro, lo hace solo para fastidiarme porque sabe que me molesta que mi vida privada sea pública y él alimenta chismes que ni cerca de ser verdad —el rubio sonríe y pasa su brazo por mis hombros.
—Ella me ama pero no lo quiere admitir.
—¿Cómo es que todavía no te cortan los huevos? —cuestiona Enzo notando como miro a su amigo.
—Tiene una paciencia esta muchacha —exagera pasando su brazo por mis hombros.
—Iugh, no me vuelvas a decir muchacha, suena horrible —me quejo terminando la discusión de sus hermanos, hecho las chispas que a mi se me antojan.
—¿Qué andan haciendo por aquí?
—Estamos comprando porque vamos a hacer galletas —dice Gio viendo a Enzo—. Tu eres el de ayer en la playa.
—Sí —dice él sonriendo—. Fui a saludar.
—Oye, antes de irnos —suelta Paulina cuando su novio le toma la mano—. Sé que Enzo te dijo que podías ir con Lautaro, entonces si están de acuerdo pueden ir así. Tengo código de color, ojalá vayan de azul, cualquier tono está bien.
Los chicos se despiden y nos dejan solos en el pasillo, seguimos buscando el próximo ingrediente. Llegamos a pagar e incluso la chica de la caja nos mira esperando ver si estamos como en la página de Instagram dicen, actuó con calma porque bien sé que con Lautaro recién nos estamos hablando porque cuido a sus hermanos.
—¿No nos falta nada? —cuestiona Lautaro viendo la boleta.
—No.
—¿Y la harina?
—En la casa hay harina —digo acomodando las cosas en la bolsa—. Ya está todo.
—Vamos —dicen los niños.
Salimos del supermercado y espero a que Lautaro llegue para abrir el maletero, por desgracia el chico comienza a hablar con una rubia, inhalo y exhalo para no gritarle que se apresure, acomodo a Ángel en su silla y los chicos ya están listos.
—¿Cuánto más vamos a esperar?
Me encojo de hombros y se abre una puerta, veo cómo Jorge sale corriendo y llega donde su hermano que solo le desordena el pelo, el niño toma la bolsa y corre nuevamente al auto, me bajo y abro el maletero para el niño que me tiende la bolsa que al parecer está pesada para él.
—No vuelvas a salir así del auto, cielo.
—Está bien, lo siento —beso su frente y le abro la puerta para que se monte en el auto.
Esperamos más de cinco minutos en los que Ángel ahora llora, Gab distrae a Angel y a mi de verdad se me está agotando la paciencia. Miro a los chicos que sólo juegan en sus celulares, por lo que yo busco el mío y comienzo a revisar Tik Tok, estoy en eso cuando me llega un mensaje de Lautaro que me deja una extraña sensación.
—Gab, siéntate acá adelante —la rubia me mira frunciendo el ceño y moja sus labios.
—¿Y Lauti?
—No se va a ir con nosotros —explico encendiendo el auto, la rubia se sienta a mi lado y le tiendo mi celular para que ponga música.
—¿Escuchas a David Bisbal? —cuestiona sorprendida pero feliz.
—Sólo algunas canciones —susurro retrocediendo, hay personas que se estacionan muy mal y generalmente luego estorban para cuando uno quiere salir.
Herederos comienza a sonar y me muerdo el labio aguantando el grito que quiero soltar, esa canción yo la amo con todo mi ser, si sólo tuviera buena voz. Para mi sorpresa todos comienzan a cantar ¿Cómo es que conocen la canción? Es que tiene más años que ellos.
—Mamá es fanática de David Bisbal ¡Usa condón! —volteo rápidamente mi mirada para reprender a Gabriel que luego de explicarme el conocimiento de tal tema, abre la ventana para gritarle tal cosa a su hermano.
—Gab.
—Descuida —le resta importancia y yo suspiro—. Nada impedirá que te ame que seas mía, si corre por mis venas la pasión.
—Cantas muy bonito —susurro porque yo sólo me atrevo a tararear, su voz es muy melodiosa, con fuerza, con llanto, es increíble.
No tardamos nada en llegar a casa, bajamos del auto y es Gab quien carga a Ángel para así yo sólo llevar la bolsa. En mi cabeza aún se repite el coro de Herederos, pues la niña encargada de la radio la dejó en bucle hasta que pudo dominar la canción completa. Voy a la cocina y me encuentro con los almuerzos en los tuppers sobre la mesada, sonrío y leo la nota que ha dejado la abuela de los niños.
“Monse, en el refri está el postre. Por cierto, me gustó mucho el tiramisú, muchas gracias”
Comienzo a guardar todas las cosas que hemos comprado, ya luego cuando las necesite las buscaré, lo primordial para mi es que todo se vea limpio. Sigo a los niños a la sala, me siento al lado de Gabriel y Ángel, el bebé avanza a mis brazos y se sienta en mis piernas.
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Editado: 15.11.2024