Capítulo 10
Arribo a la casa y como siempre avanzo hasta la habitación de Ángel, el niño aún duerme y en la habitación frente a la suya tres personas duermen y roncan, el olor a alcohol se cuela por el espacio que ha quedado por la puerta semiabierta, niego con la cabeza divertida por la extraña sensación. En la cocina decido preparar un caldo de pollo algo picante, les servirá para recomponer el cuerpo para su boda a eso de las seis de la tarde.
—Hola —salto en mi lugar y veo a Lautaro llegar sin camiseta, viene sólo con un short y fregando sus ojos, su cabello está muy desordenado y huele horrible a alcohol.
—¿Se tomaron una botillería? —cuestiono riendo, no puedo verlo así, su ego no soportará burlas.
—Calla, Monserrat —abro la boca anonadada, jamás me ha llamado por mi nombre, siempre me llama por mi apodo o para molestar, me dice amor.
—¿Te duele mucho la cabeza?
—Algo así —masculla inclinándose para besar mi mejilla, hoy no he venido con tacones—. Creo que hasta mojitos tomé.
—Estoy preparando un picante —le enseño la olla y gime extasiado con el olor, ese simple sonido aprieta mi abdomen y comprime mis pulmones—. ¿Vas a comer algo ahora?
—No, sólo vengo por un ibuprofeno o algo así.
—Entonces sí te duele la cabeza —me inclino en la barra hasta alcanzar el botiquín, busco ibuprofeno y le tiendo dos—. Deberías darte una ducha, apestas.
—Ya lo sé, no lo repitas y borra esta pésima imagen mía de tu mente —besa mi frente y se marcha por donde llegó.
—Do you like my brother?
—No —gimo asustada, Gab se ríe y se sienta en el mismo taburete de siempre—. What do you want to breakfast?
—I don’t know —me pasa unas ligas por sobre la encimera—. Can you?
—Sure —susurro tomando el peine de su mano, desenredo su cabello y luego comienzo a trenzar las rubias hebras que ella señala, no le gusta tomarse todo el pelo, pero tampoco le gusta tenerlo en la cara.
—Really?
—Qué.
—De verdad no te gusta Lautaro —cuestiona con cierto brillo en sus ojos, no sé cómo identificar eso que siente.
—No —aseguro sabiendo muy bien lo que siento, su rostro se muestra decaído y evita mi mirada—. ¿Qué pasa, cielo?
—Es sólo que, si yo tuviera que elegir, querría que tú fueras mi cuñada y no la rubia del otro día.
—Cielo, los hermanos no podemos interferir en la vida privada de nuestros hermanos por mucho que queramos.
—¿Por qué lo dices así?
—Porque yo adoraría que la mejor amiga de mi hermano sea su novia, pero ambos están muy claros con que no serán más que amigos.
—Pero ella no me gusta.
—Cielo, mira, piensa positivo…
—Pero ya viste que los idiotas se contagian, ahora Pablo se va a casar, ¡Pablo!
—Cielo —musito entre risas, es que es increíble esta niña, ella se ríe conmigo dejando de lado su furia momentánea—. Mejor dime que quieres desayunar.
—¿Estás cocinando? —asiento mientras reviso la olla—. Bueno, yo quiero un omelet con tomate y jamón, y un té.
—Está bien.
Estoy batiendo los huevos cuando escucho el lamento de Angel, me limpio las manos para ir por el niño, entro a su habitación y me aseguro de que su pañal esté limpio antes de salir con él para ir a la cocina a terminar el desayuno de la rubia.
—Hola bebé —saluda la rubia que sostiene a su hermano para yo poder seguir con lo que hacía—. Queremos a Monse como cuñada ¿No?
—Gabs —advierto con cuidado.
—Ya entendí.
Termino de preparar su desayuno y también la leche de su hermano pequeño, por lo que tomo al rubio pequeño y le doy su biberón. Gio y Jorge llegan más tarde molestos el uno con el otro, lo notó porque cada quien viene con su respectivo celular y sin hablar, cuando siempre juegan juntos y hasta me estresan con el constante parloteo de sus ubicaciones en el mapa.
—Buenos días ¿Qué se les antoja?
—Que hagas algo para que la rubia desinflada de ayer no venga nunca más —se queja Georgina besando mi mejilla como cada día.
—Apoyo la moción —secunda Jorge que me saluda de igual manera—. ¿Qué cocinas?
—Algo para tu hermano y sus amigos, cielo.
—Monse, pronunciate ante mis palabras —insiste la niña de pozos azules, que se encamina a revisar el refrigerador para ver qué opción desayunar—. Quiero cereal, yogurt y arándanos.
—Puede ser avena, no cereal.
—Bueno, entonces que sea Natur, es un cereal —Específica sonriendo, ella sabe lo que habla.
—Está bien —cedo ante la niña que sonríe angelicalmente—. ¿Jorge?
—Quiero marraqueta con queso derretido y tomate —pide el niño tomando asiento al lado de su hermana mayor, con eso me confirma que han discutido con su similar.
—Bien. Chicos, respecto a su hermano y sus decisiones, no está dentro de mis facultades como niñera el hecho de ser casamentera o no, por lo que me lavo las manos ¿Sí?
Los tres chicos se quejan y Ángel solo me mira fijamente, sonríe cuando le hago algún gesto y ríe cuando beso sus mejillas. Les sirvo el desayuno y sin embargo, cuando acaban se quedan sentados en los taburetes viendo cada paso que doy.
—Cómo amiga, puedes hacer algo.
—Chicos —suelto alarmada ante su insistencia.
—O mira, tengo la solución —canta Gabriel aplaudiendo y tomando el paño que ocupo para secar los platos—. Dijiste que Lautaro no está considerado en tu cuidado de contrato, pero a nosotros cuatro si nos molesta que la rubia se aparezca aquí y nos quiera obligar a hacer algo que no se nos antoja.
—Entonces díganle a Lautaro —insisto, ellos me están haciendo enojar muy fácil el día de hoy.
—No nos va a escuchar.
—¿Cómo es que están seguros? —termino de ordenar la cocina y apago la cocina a inducción porque la comida ya está lista.
—Porque es Lautaro —dicen los tres al unísono siguiendome al living.
—Mira, cuando a Lautaro se le atraviesa algo en la mollera, no lo suelta, y las cosas terminan o muy mal o muy bien, y con la rubia no van camino al primero.
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Editado: 15.11.2024