Capítulo 12
—Lautaro, por favor deja a tu hermano ¿Quieres? —digo mientras termino de acomodar la ropa Ángel, Jorge ríe mientras su hermano lo hace dar vueltas en el aire.
—Pero mi amor, él es feliz —dice el rubio más grande, hasta hace poco noté que en esta familia todos son rubios excepto por Borja.
—Lautaro —gruño terminando de dejar a Ángel en su silla bien asegurado.
—Listo, ya lo dejé —mumura muy cerca de mí.
Su mano acaricia desde mi espalda baja hasta mi abdomen y hace que le de el frente, nuestra cercanía es demasiada. Lleva sus dedos índice y medio sobre mi barbilla e inclina mi cabeza, sonríe y sus ojos tienen esa chispa que los hace oscuros otra vez, muerde su labios inferior antes de comenzar a acercarse a mi boca.
—Monserrat —me alejo escuchando los gritos de Gabriel saliendo de la casa.
—¡Monse! ¡Monserrat!
—¡Mon!
Abro los ojos desperezándome, tres niños entran a la habitación como si de un huracán se tratase, me siento en la cama y los miro esperando que hablen, me cuesta acostumbrarme a la luz y mucho más al espacio.
—Si te quedaste —dice Gio sonriendo a la vez que gatea por la cama hasta llegar a mi altura.
—Hola, cielo —susurro fregando mis ojos, que aún ven clara la imagen provocada por mi mente.
—Holi —besa mi mejilla y se mete bajo la sábana.
—Oye, yo también quiero —pronto los tres niños ya están acostados conmigo o casi sobre mi.
—¿Qué hora es? —pregunto viendo que la luz del exterior ya se ve bastante intensa.
—No lo sé, pero mamá dijo que no te despertáramos temprano porque anoche te acostaste muy tarde —dice Gabs en respuesta, ya se encuentra bien peinada y hasta me sorprende.
—¿Es muy tarde? —cuestiono a Jorge, él no sabe mentir.
—No mucho.
—Maldición, no se me ocurrió poner alarma —gimo, por desgracia no puedo buscar mi celular.
—Pero no te preocupes, Pablo aún no trae el auto.
—Y nosotros no queremos que te vayas aún.
—Pero me tengo que levantar —digo aún al escuchar sus argumentos.
—No, aún no.
—Sólo un ratito más —accedo y ellos se arriman más a mi cuerpo.
—Sí —declaran los tres y los abrazo más.
—¿Qué hacen invadiendo mi habitación? —no lo veo pero sé de quién se trata.
—Ahora es de Monse —dice Jorge entre risas.
—Mmh, no me quejo —su tono de voz delata estar divertido por presentir mi reacción, pues bastante sugerentes sus palabras—. Por cierto, buenas tardes, Mon Amour.
—¿Cómo que buenas tardes? ¿Qué hora es?
—Las doce con treinta, mamá dice que te levantes a desayunar —me siento aunque los chicos se quejen.
—¿Me estás mintiendo? —niega sonriendo mientras sostiene ropa y una toalla en su mano izquierda.
—No, mon amour, no te estoy mintiendo ¿Te vas a duchar conmigo? —niego en un suspiro, quisiera que se abstenga de decir cosas insinuantes, pero siento que a una parte de mi le gusta escuchar esas cosas—. Necesito ayuda.
—Haciendo un puchero no consigues nada —los tres niños salen de la cama y se van de la habitación—. ¿De verdad son las doce treinta?
—Sí, no me cambies de tema ¿Te duchas conmigo? De verdad necesito ayuda.
—Dile a tu mami que te ayude —declaro buscando mi ropa—. ¿Cómo a qué hora va a venir Pablo?
—Aún no despierta, tendrás suerte si es que revive antes de las cuatro de la tarde.
—Maldición, no tengo ropa.
—No me molesta verte desnuda.
—Idiota —mascullo al tiempo que le lanzo una almohada y que le pega justo en la cabeza.
—Abusiva, sabes que no puedo levantar el brazo —se queja mientras que yo sólo río.
—Entonces no me provoques —mascullo tomando mi ropa para vestirme.
—Mamá pregunta si es que tienes algún bikini.
—Sí ¿Por? —alzo una ceja y espero, el chico me ve de pies a cabeza y sonríe.
—Es que queremos ir a la playa y mamá pensaba que fueras con nosotros.
—Pero…
—No hay pero que valga, vamos a la playa —declara saliendo de la habitación, suspiro y busco mi mochila, ahí tengo un bikini verde que no combina para nada con mi ropa de ayer.
Espero porque yo también necesito ducharme, miro mis manos y ordeno todo lo que más puedo, este chico tiene bastante desordenado este lugar y eso que sólo son cuatro paredes. Pronto escucho que está llamando el nombre de su madre desde el baño, salgo y veo a Graciela, quien besa mi mejilla y sonríe dulcemente.
—¿Qué quieres, Lautaro?
—Pues, no me puedo secar, esto es horrible mamá —me muerdo el labio para evitar reír—. Ayúdame.
—Bueno, espera —dice riendo, busca una llave y abre la puerta.
Vuelvo a la habitación y espero con la puerta abierta para ver cuando desocupen el baño, pronto y por estar viendo su cuadro de licenciatura es que no noto cuando entra al cuarto.
—¿Te reíste de mí?
—Para nada —niego tratando de no reír.
—Mon amour, tus ojos te delatan —no me contengo y me río junto a él, que por más molesto que quería lucir, pues no le funcionó—. Ve a ducharte, apestas.
—Gracias, cielo —comento yendo en su dirección, beso su mejilla a modo de saludo y me voy al baño.
Me quito la ropa y entro a la ducha prontamente, reviso el shampoo y por suerte hay un fructis que es el que papá generalmente usa por lo que ya se como me deja el cabello. Uso el jabón Dove de carité y aunque no me gusta el olor por lo menos me deja una sensación agradable en la piel. Salgo luego de unos minutos y me pongo el bikini, me pongo la falda que ayer usaba y salgo sin usar camiseta, por lo que solo me cubro con la toalla.
—Lautaro —llamo al rubio que sonríe al verme—. Hola Borja.
—Hola Mon ¿Qué tal la cama?
—Está cómoda —digo sonriendo con cordialidad tal y como él hace—. Lautaro ¿Me prestas una camiseta?
—Claro, revisa ahí —señala su closet y abro las puertas centrales que indicó.
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Editado: 15.11.2024