Capítulo 13
—Lauti ahí hay más galletas —dice Georgina ya de seguro molesta por su hermano mayor.
—Gio, estoy convaleciente, no me trates mal.
—Pero si quieres ayudar, entonces haz lo que Monse te dijo —le regaña su otra hermana que se encuentra glaseando las galletas con forma de mono de nieve.
—Es demasiado trabajo.
—Es lo más fácil —dicen al unísono los tres hermanos.
—Monse, ellos me están insultando, diles algo.
—Algo —los chicos ríen y yo sonrío divertida.
Hoy víspera de navidad estoy trabajando y por desgracia eso se resume en hacer galletas de jengibre que se le antojaron al mayor de los hermanos y lo peor es que él tiene sólo una tarea pues es tan tarado que aún no se acostumbra a hacer todo con la mano izquierda, o sea, yo sé que es complicado no poder usar tu mano dominante, pero es que con Lautaro es exasperante porque todo lo sale mal y ya sé que no lo hace a propósito, entonces no me puedo quejar porque se siente mal que te repitan que eres inutil cuando no es porque no quieras hacer las cosas.
—Mon amour —lloriquea Lautaro y suspiro dejando de amasar sólo para verlo—. Jorge dice que está mal.
—¿Qué cosa?
—Que me gustes tanto —juro que me tiembla el párpado, es que es imbécil.
—Lautaro —aviso, porque el que avisa no traiciona—. El día que tus palabras se hagan realidad, vas a sufrir porque no tendré piedad al romperte el corazón.
—Me entrego, mon amour —jadea estirando el brazo izquierdo en mi dirección al tiempo que me guiña un ojo, la diversión y desafío bailan en sus labios.
—¿De verdad no quieren ser novios, ustedes dos?
—No —declaramos al mismo tiempo, dejando toda emoción de lado.
—¿Entonces? —cuestiona el rubio de ocho años—. Discuten como novios y juraría que lo único que les falta es un beso en medio de una disputa.
—Olvidate, Lautaro.
—Ni modo que me muriera por un beso tuyo, mon amour —desafía y sonrío entrecerrando los ojos.
—Ya quisieras que te besara, Lautaro —digo determinada a dejar el tema, pues no quisiera recordar detalles de mis últimas noches.
—¿Quién habla de besos? —doy un brinco al escuchar la voz de Pablo cerca de mi oído—. Hola mi vida.
—¿Qué haces tú aquí? —cuestiona Lautaro acercándose, discretamente acerca su cuerpo al mío para alejar a Pablo de mi.
—Lauti, como caes —se burla mi ex que va a saludar a los niños que suelo cuidar con profesionalidad.
El calor del cuerpo de Lautaro me envuelve tanto como su perfume me embriaga, mojo mis labios y cierro los ojos concentrándome en respirar e ignorar que en realidad me está afectando de una extraña manera el conocer nuevamente al hijo mayor de Borja Zamora. El rubio se vuelve a alejar y nos apresuramos en hacer las galletas, pues hoy tengo que regresar antes a mi casa por ser veinticuatro de diciembre.
—Terminé —anuncia Gabs enseñándome las galletas glaseadas.
—Bien, hay que dejarlas ahí, creo que estas ya serán las últimas —anuncio acomodando las más recientes en una lata para llevarlas al horno.
—Pablo ¿A qué se debe tu indeseable visita? —cuestiona Gio que al parecer está en descontento con el chico que la va a abrazar sin importarle que ella no lo quiera cerca.
—Venía a ver a la rubia teñida y berrinchuda —dice este completamente divertido con la reacción de la niña.
—¿Sí? Aquí no hay ninguna así —aclara Lautaro—. La única berrinchuda bajo este techo resulta no ser rubia.
—Monse ¿Escuchaste eso? Yo que tu no lo ayudo nunca más.
—Dejalo, ya va a querer algo fuera del anexo de mi contrato —el rubio se acerca riendo y me abraza por la espalda, niego queriendome soltar pero me da miedo golpear su brazo en mal estado.
—Esas amenazas —se burla el recién llegado alzando las cejas con diversión.
—¿A qué viniste, amigo mío?
—Si dejaras de ver a Monse y notaras tu celular entonces sabrías que es lo que necesito.
—¿Qué es eso que necesitas? —insiste Lautaro tratando de tomar una de las galletas que acabo de sacar del horno.
—Con Enzo dejamos unas pastillas de emergencia aquí y verás que mi querida novia no se quiere casar con un bulto en la panza —niego con la cabeza, la verdad, es que es responsable de su parte conseguir un método anticonceptivo en el caso de que no quiso utilizar preservativo.
—Javiera se vería hermosa embarazada —suspiro recordando a la pelinegra de rizos hermosos—. Aunque ella es hermosa por naturaleza.
—Sólo las chicas hermosas ven la belleza de otras como algo completamente bueno.
—Disculpa, pero quien no valora la belleza de la demás gente en el mundo, es porque habla desde la envidia —defiendo mi punto de vista ante Lautaro.
—¿Y a la Carola la vez hermosa también? —muerdo el interior de mi labio.
—Pues físicamente no se puede negar que es bellísima —digo con una incomodidad desconocida.
—Si, pero lo bella que es por fuera, no disfraza que por dentro está podrida —acota Gabriel tomando una galleta y marchando al living.
Muerdo mi labio tratando de no reír por el comentario cargado de veneno, Gio por otra parte ella ríe con soltura mientras se deja abrazar por Pablo, Jorge mira fijamente a Pablo porque como dijo hace unos días, el amigo de su hermano le quiere robar a sus hermanas. Lautaro me lanza harina y corre hacia la habitación, de seguro para buscar lo que mi ex ha venido a buscar para su novia y su propia seguridad.
Comienzo a ordenar todo el lugar, los ingredientes regresan a donde corresponden y lo sucio va al lavavajillas. Glaseo las galletas personalizadas, tal como pidió Gabriel la suya es un Tulipán aunque no tenga relación alguna con la festividad a celebrar; termino de decorar la galleta de Lautaro, los ojos de Santa son pequeños corazones negros al igual que las comisuras de la boca del hombre barbudo; para mis mellizos favoritos hago campanitas y a Angel le decoro el trineo.
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Editado: 15.11.2024