Capítulo 14
—Un beso —no me sorprendía lo que pedía, lo que me sorprendió fue que mi mente me imploraba que cumpliera su petición—. ¿Monserrat?
Cierro los ojos y respiro profundo antes de acercarme, inclino mi cuerpo y poso mi mano a la altura de su cuello mientras me sostengo en la punta de mis pies para alcanzar la altura suficiente donde no se me haga incómodo alcanzar los rosados labios del chico frente a mi.
Mi boca hace contacto con la suya y cierro los ojos al respirar el mismo aire, su mano en mi cintura me acerca más a él y es por eso que lo que suponía iba a ser algo mínimo, acabó con él consumiendo mi aire, obviamente no me quedé atrás y disfruté del baile que jamás creí me haría temblar.
—Mon Amour, Tu es la chose la plus merveilleuse que mes yeux aient jamais vue —muerdo mi labio inferior, mi mente me cuestiona algo y yo no quiero creer eso.
—Feliz Navidad, Lautaro.
El chico entiende y me suelta, se hace a un lado y me monto en el auto sin ser capaz de verlo a los ojos.
Soy una idiota.
Es que no me bastaba con saber que una parte de mi estaba confundida acerca de Lautaro, mi día a día, mis sentimientos. No. No me bastaba con saber que despertar y pensar en él era incorrecto. No me bastaba con rechazarlo, con decirle imbécil cada que pedía lo que yo también quería. No me bastaba.
—Eres una idiota, Monserrat —mascullo golpeando el volante.
Los kilómetros pasan volando, conduzco sabiendo que ni siquiera debería acelerar porque suficiente con la velocidad de mis pensamientos. Nunca me había sentido como ahora, perdida entre mis estructuras, perdida en mi propia mente, perdida porque no hay un orden que seguir, perdida por la aventura de lo que siento cada que recuerdo a Lautaro Zamora.
Llegar a mi casa lo complica todo más, hay dos autos además de la camioneta que mi hermano utiliza, los reconozco y eso sólo me trae más pesar, pues todos saben que el abuelo Luciano puede ver tu alma y desnudarla hasta hacerte entender que no hay nada más lindo que el amar, lo único que pido es no ser su víctima, porque lo que menos quiero es amar con fecha de caducidad.
—Pero que guapa tía —bajo del auto y escucho a mi prima, su sonrisa me hace soltar toda la tensión que acumulaba y corro para saltar a su cuerpo—. ¿Qué haces para estar así de mina?
—Estudiar, comer hamburguesas y sobrevivir a base de cafeína —la chica se ríe y me hace entrar a la casa, no paso por alto el olor a cigarrillo—. ¿Cuándo vas a dejar ese horrible vicio?
—Ni puta idea —suelta como si nada—. Ve a ducharte y emperifollate antes de venir y ayudarme en la cocina, tu mamá está enojada y me da miedo.
—Voy.
Corro a mi habitación y cuando me quito mi chaqueta la cajita celeste que Lautaro sostenía vuela hasta rebotar en mi cama, la levanto y suspiro, esa tiene que quedar bajo el árbol. Busco algo que usar para lo que será la cena navideña y todo el cuento, no me decido, pues tengo dos vestidos y ninguno me convence aún, por lo que primero me voy a bañar.
Ocupo la menor cantidad de agua porque mamá ya se estaba quejando de que le hemos gastado todo el gas con las duchas eternas, según ella, aunque muy bien se que lo dice para hacerme enojar porque yo hago lo mismo con ella. Termino de ducharme y aún con el pelo mojado voy a mi habitación, no tengo tiempo que perder.
—Monserrat, ayuda —los gritos de Constanza me hacen reír, ella es demasiado exagerada y le encanta fastidiar a mi madre, quien es bien corta de genio—. Tía, yo la amo tanto.
—Monserrat, aleja a esta gusana de mi —suelto una carcajada, es que esas dos me van a arreglar la noche.
Ya con el cuerpo bien hidratado, es que me decido por un vestido, este es azul con una longitud corta hasta la mitad del muslo, ceñido al cuerpo, de manga larga y cuello alto, es un vestido simple pero que me encanta. Me calzo unas zapas blancas y comienzo a maquillarme, algo simple, fresco, liviano y muy delicado. Ya lista tomo mi celular y reviso si es que hay alguna novedad, esos son los mensajes de Lautaro.
Lautaro: Espero no me copies el outfit ;)
Adjunta una imagen y sonrío viendo que viste una camiseta polo color blanco al igual que sus zapatillas casi idénticas a las mías, pero lo que da el toque final es el color del pantalón cargo, pues es azul muy similar a mi vestido, por no decir que es igual. Me tomo una foto frente al espejo y la subo a mis historias de insta, lo etiqueto pero lo oculto bajo el texto “Para ti que me copias el outfit”. Un nuevo mensaje no tarda en llegar.
Lautaro: Copiona.
Río dejando su mensaje en visto, salgo de la habitación llevando la pequeña caja y mi hermano entrecierra los ojos cuando ve el nuevo regalo. Me marcho a la cocina y mi madre discute con mi prima mientras cocinan.
—A ver tía, aquí la que estudió gastronomía fui yo así que la chef soy yo.
—Es mi cocina —declara mi mamá—. Además, no es mi culpa que estudiaras eso.
—Por dios, la falta de respeto —se queja la pelinegra que tiene un lado de la cabeza rapado por razones estéticas, ella no sabe qué hacer con su cabello aunque lo tenga hermoso.
Me quedo con ellas y las ayudo en silencio porque no quiero que me ataquen. Me sorprende que mi abuelo no esté cerca y pues tambien falta el padre de Coni con sus otros hermanos, de seguro han ido con mi papá a recorrer el campo, porque mi abuelo puede estar enfermo y todo y aún así es que no se queda tranquilo y siempre va de un lado a otro queriendo ver todo.
Estoy haciendo las bolitas de masa para hacer las sopaipillas que mi prima tanto ama, y en esa concentración es que mi mente me juega esas malas pasadas y me encuentro rememorando el momento previo a subirme al auto, tanto así que ni siquiera siento que mi hermano llega hasta que posa su mano en mi omoplato para llamar mi atención.
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Editado: 15.11.2024