Capítulo 16
Termino de alistar a Angel y se lo entrego a Lautaro que sentado ya ha terminado de ordenar las cosas, no tengo cómo atar mi cabello y me está matando.
—Monse, calma.
—No me digas eso, por tu culpa ahora estoy atrasada.
—No pasa nada —gruño malhumorada mientras espero a que los demás niños lleguen del agua.
—¿Monse?
—¿Qué pasa?
—¿Lauti, le puedes quitar el enojo con un beso?
—¿Tu quieres que se enoje más? —cuestiona el rubio mayor y sonrío, por lo menos ya sabe que no debe tentar al diablo—. Ayúdame a pararme.
El niño de diez años le tiende la mano a su hermano, quien se levanta aún cargando a Angel, maldigo cuando besa entre mi mandíbula y mi hombro, algo planeó su retorcida mente para fastidiarme, yo lo conozco muy bien.
—¿Qué vas a hacer, Lautaro?
—Nada —susurra con inocencia y se queda a mi lado, de hecho hasta me ayuda para sostener la toalla con la que cubro a sus hermanas para cambiarles el traje de baño.
—¿Lauti? —miro a Gabriel de manera sospechosa en lo que se termina de vestir.
—Silenciate —masculla el rubio casi más cerca de mi.
—Bueno —dice la chica apretando su estómago de tanto reír.
—Iré al agua con Angel.
—Por favor, no te mojes, y tampoco dejes a Ángel cerca del agua.
—Ya lo sé —gruñe fingiendo fastidio, lo miro y me sonríe antes de ir al agua.
—Ya estoy listo —dice Jorge.
Termino de guardar la ropa mojada en la bolsa y los chicos corren para ir donde su hermano en lo que yo termino de guardar las toallas y lo último. Cuando tengo todo listo suspiro y miro a los hermanos, les tomo una foto y suspiro antes de decidir llamarlos.
—Hola —giro hacia mi derecha y veo a uno de los salvavidas—. ¿Eres de por acá?
—Algo así.
—¿Es tu novio?
—No —mojo mis labios mirando al rubio.
—Ya entiendo, que tengas buen año —se marcha negando en dirección a los otros guardavidas en la torre.
Comienzo a caminar a la orilla cuando de pronto los tres niños corren y veo a Lautaro caer con Ángel sobre su cuerpo, maldigo y reto a los chicos antes de ir a auxiliar al mayor y al menor. Ángel se escapa de Lautaro que maldice cuando su hermano pasa por sobre su hombro. Llego justo a tomar al más pequeño que ya estaba a un paso del agua.
—¿Estás bien? —niega con los ojos cerrados, la mueca me hace saber que siente dolor—. Gab.
La rubia llega y le tiendo al pequeño, me agacho cerca de Lautaro y lo ayudo a sentarse, mira hacia el horizonte mientras vuelvo a acomodar su brazo en el cabestrillo de la manera que corresponde.
—¿Cómo fue?
—Los tres en mi contra, Mon amour —dice ya mirándome, sonrío y beso su mejilla para ayudarlo a levantarse—. Les pediré que me boten mas seguido si me compensarás con un beso.
—Idiota —pasa su brazo por mis hombros mientras vamos a donde sus hermanos.
Para ir al auto, Lautaro toma en brazos a Angel y lleva los quitasoles, yo llevo las mochilas, la de Lautaro, la de Ángel y la mía, además de la bolsa en la que traigo la comida para los niños. Llegamos al auto y es cuando recuerdo que teníamos prisa por llegar a la casa, se montan todos y guardo todo antes de montarme y conducir lo más prudente y rápido que puedo, aunque Lautaro va narrando todo el recorrido y me desconcentra tan solo un poco, pues sé que habla sonriendo y su sonrisa me hace débil.
Llegamos a la casa justo cuando mis jefes también han llegado, me ven asombrados porque yo siempre mido muy bien los tiempos, el problema de hoy radica en que su hijo mayor desde el veintiséis se ha empeñado en hacer que mi fuerza de voluntad se lance por un barranco y estuvo molestandome en la playa como si no estuviéramos a treinta y uno de diciembre.
—Lo siento, yo bañaré a Angel —Graciela asiente y señala a Borja a que ayude para sacar las cosas del auto.
Me toma casi treinta minutos alistar al pequeño, ya son las diez con treinta y conociendo a mi mamá, de seguro está despotricando con que no llegaré a la cena, por eso tampoco he mirado mi celular.
—Estás listo, bebé.
—Monse —miro a la puerta y veo a Lautaro—. ¿Tienes unos minutos?
—Lautaro, tengo que ir a mi casa.
—Son solo unos minutos —pide y toma a Ángel, el rubio ya se ha vestido y creo que tengo un faldón del mismo tono de rojo que su camiseta—. ¿Por favor?
—Bien ¿Qué pasa?
—Tienes que ponerte esto —dice tomando una bandana negra que llevaba sobre su hombro.
—No —niego y él hace un puchero—. No voy a cambiar de opinión por más que ruegues.
—Por favor, prometo no pedirte ni un solo beso, tampoco robarte.
Suspiro y me vendo los ojos, lo conozco tan bien que sin verlo se que sonríe, su cercanía me pone ansiosa, lleva una mano a mi espalda baja y me empuja, maldigo que su perfume me guste tanto. Conozco tan bien la casa que se hacia donde vamos y los nervios se apoderan de mí cuando tenemos que bajar las escaleras de la terraza, pero alguien más llega a ayudar.
—Prométeme que no me odiarás.
—Te estoy odiando porque harás que mi madre se enoje conmigo —ríe y se acerca a mi oído mientras desata el nudo tras mi cabeza.
—Luego podré disculparme con mi suegra.
—Atrevido —río y abro los ojos, entre la oscuridad y los pequeños faroles, veo a la familia completa cargando linternas flotantes.
—Por un mejor 2025 —dice pasándome una linterna, tiene mis iniciales entre dos corazones.
Sonrío y veo como todos encienden sus linternas, hago lo mismo y Borja me acerca a Ángel que quiere estar conmigo. Enciendo mi linterna y todos contamos una cuenta regresiva desde cinco antes de dejar que el viento se lleve la linterna como pasaba en enredados, los niños gritan felices y Angel aplaudiendo me hace sonreír, miro mi linterna flotando y espero que me cumpla los deseos que pedí.
—¿Si me odias?
—No, casi pero no —digo sonriendo mientras que Lautaro pasa su brazo por mi hombro—. Gracias.
#12413 en Novela romántica
#2499 en Chick lit
romance ligero, amor de verano y comedia, amistad amor risas
Editado: 11.04.2025