Ellen
—¡Ellen! —gritó Emma mientras corría por el pasillo del campus, agitando su móvil como si fuera una antorcha olímpica—. ¡No puedo creerlo! ¡Saliste en el directo de Jere!
Me detuve en seco. El corazón me dio un vuelco.
—¿Qué… qué estás diciendo? —pregunté, agarrando mi mochila con fuerza.
Emma puso su móvil frente a mi cara. Allí estaba Jeremiah, con su sonrisa luminosa y su acento chillón diciendo:
Jeremiah: …y la ganadora del microcuento es Ellen07. Felicidades, tu historia fue increíble. El equipo se pondrá en contacto contigo para el premio.
Me tapé la boca con las manos, intentando no gritar. Sentí las lágrimas subirme a los ojos. ¿Yo? ¿Ganadora? Emma me abrazó tan fuerte que casi me tira al suelo.
—¡Lo lograste, tonta! ¡Siempre te lo digo, escribes mejor que cualquier libro de Wattpad!
—No lo vi… no vi el stream… —dije, temblando de emoción.
—Pues ahora lo sabes. ¡Hay que celebrar! —exclamó Emma.
Fuimos juntas al café del campus. Pedimos dos frapuccinos enormes y pastel de zanahoria. Mientras nos sentábamos en una de las mesas del patio, afuera, un grupo de estudiantes tenía una bocina encendida. Sonaba reggaetón a todo volumen. De pronto, comenzó a escucharse Zapatito roto de Plan B, y Emma se puso a bailar sentada, moviendo los hombros.
—¡No, por favor, no bailes eso aquí! —le rogué entre risas, cubriéndome la cara de la vergüenza.
—¡Vive, Ellen! ¡Eres ganadora, el mundo debe saberlo!
Me reí, dándole un sorbo a mi frappuccino. Miré a mi alrededor y mi sonrisa se borró al instante. Frente a nosotras, en la fila de la cafetería, estaba mi ex novio con su grupo de siempre. Me estaba mirando con esa media sonrisa burlona que conocía tan bien. Sentí un nudo en la garganta.
—No le prestes atención —susurró Emma, dándome un golpecito en la mano.
Pero antes de que pudiera contestar, sentí un perfume familiar detrás de mí. Un aroma a madera, café y un toque suave de colonia italiana. Mi corazón comenzó a latir tan rápido que temí desmayar.
—Principessa… —dijo una voz grave y dulce a la vez.
Me giré y allí estaba Alexander Rossi, con su chaqueta negra, el cabello perfectamente peinado y esa sonrisa de diablo bueno que me hacía olvidar mi propio nombre. Sin pensarlo, se inclinó hacia mí, tomó mi rostro entre sus manos y me besó.
Fue un beso suave al principio, luego profundo y cálido, lleno de algo que no entendía pero que me estremecía hasta los huesos. Sentí el murmullo de decenas de estudiantes a nuestro alrededor. Algunos gritaron, otros aplaudieron. Emma dejó escapar un chillido de fangirl que no ayudó a mi vergüenza.
Cuando Alexander se separó de mí, sus ojos color miel me miraban con una intensidad que me quemaba por dentro. Sonrió y susurró:
—Te debía este beso… por anoche y por hoy, principessa.
Yo solo lo miraba, sin poder articular palabra. Sentía las piernas temblorosas y el corazón desbocado. A lo lejos, vi a mi exnovio con el rostro rojo de ira y confusión. Emma no dejaba de grabar con su móvil.
—¿Q-q-qué… ¿Qué haces aquí? —logré decir, con la voz más temblorosa de la historia.
Alexander sonrió de lado y me guiñó un ojo.
—Luego te cuento todo. Por ahora, disfruta tu momento.
Me besó de nuevo en la frente antes de alejarse, dejando tras de sí un ejército de estudiantes con los móviles en alto, grabando, tomando fotos, subiendo historias a Instagram y TikTok con títulos como “¿Quién es el misterioso chico ?” o “besada por un príncipe italiano en el campus”.
Emma me abrazó entre risas.
—Amiga… —dijo, mostrando su móvil con el vídeo del beso—. Te acabas de volver viral.
Yo solo me quedé allí, sentada, con la canción de Zapito roto de fondo y el sabor de su beso en mis labios, sin saber aún quién era realmente ese chico que acababa de besarme frente a todo el mundo… ni el caos que ese beso estaba a punto de traer a mi vida.