A pesar de todo, no me regañaron al llegar a casa. Tal vez mi atractivo compañero la convenció de perdonarme la vida, asegurando que fue su culpa distraerme por tanto tiempo después de mi reunión con el grupo de literatura, encargándose de igual forma de llevarme de regreso sana y salva. Al parecer, mamá quedó encantada con su caballerosidad, porque lo invitó a almorzar al día siguiente, y eso ya es raro.
Nos despedimos con un fuerte abrazo, pero no demasiado largo para no dar de que hablar, mamá no nos despegaba el ojo de encima. Al entrar, las preguntas cayeron en una lluvia torrencial, contestando las que podía. Les conté exactamente de donde lo conocía, él porque estaba en la ciudad y mis opiniones sobre él. Obviamente oculté algunos detalles, como el hecho que me gusta de forma sentimental. Eso me lo reservo.
Me advirtieron que tuviese más cuidado con quienes me relacionaba a través de las redes sociales, sin embargo, resaltaron el hecho de tener suerte en haber conocido a un chico tan “Bien parecido” y “educado” como Ever, según palabras textuales de mi madre. Al día siguiente me levanté súper temprano, sabiendo que vendría por lo que ordené completamente mi habitación, ayudé a mi mamá con el aseo, y por último me arregle lo mejor que pude. A las 12 en punto, tocó el timbre.
Estaba más que guapo, vestía una camisilla blanca debajo de una camisa de botones manga larga de líneas blancas y rojas, jean claro, zapatos deportivos negros y su preciosa carita sonriéndome tan ampliamente que me enamoré de inmediato.
—Hola, preciosa —saludó dándome un cálido beso en la mejilla—, ¿cómo estás?
—Excelente —contesté algo ruborizada—, sigue.
Saludó cordialmente a todos en casa, nos sentamos cómodamente en la sala a charlar mientras estaba listo el almuerzo, nos estábamos divirtiendo en grande con sus anécdotas como profesor, especialmente porque mi papá se estaba relajando un poco en su presencia. Siempre ha sido un poco sobreprotector conmigo, y algo celoso por lo que nunca he tenido amigos hombres, o no que él sepa. Así que, Ever es el primer hombre que pisa mi casa, aunque sea solo como amigo. Al terminar de comer, nos volvimos a sentar en la sala, esta vez con mamá uniéndose a la charla.
—¿De dónde es que eres? —preguntó mi mamá curiosa.
—Medellín —contestó Ever educadamente—, allá esta la mayor parte de mi familia.
—¿Acá con quien estás?
—Con una tía, tenía dos años que no la visitaba.
—¿Solo viniste por tu tía? —indagó papá demasiado serio.
—No solo por eso —contestó desviando la mirada hacía mi—, también quería conocer a Vale.
—¡Qué lindo! —exclamó Sídney, mi hermana mayor—, digo, que buen amigo eres.
Lancé una mirada de reproche y advertencia a Sídney para que dejara sus imprudencias, sobre todo si papá seguía aquí.
—Gracias —contesto Ever entre risas.
—Me preocupo por mi hija —dijo mamá—, además que eres el primer amigo que atrae a casa, así que debo preguntarlo…
—No… —susurré mirando con pánico a mi madre temiendo lo que estoy segura preguntará—. No lo hagas mamá… No.
—¿Cuáles son tus intenciones con mi niña?
—¡Mamá! —exclamamos Sídney y yo al tiempo, aunque ella lo hiso mientras se reía, yo no, estaba sumamente avergonzada.
—Ever, no contestes eso —le advertí.
—¿Por qué? —reía a carcajadas igual que Sídney.
—Porque no, es más —miré fijamente a mamá—. ¿Podemos salir? Solo iremos al parque, gracias mamá, el almuerzo estuvo muy rico, nos fuimos.
Lo tomé de la mano sin dejar que se despidiera de todos, arrastrándolo fuera de esas cuatro paredes antes que mamá soltara otra de sus preguntas incomodas. Nos sentamos en una banca del parque, donde me senté y oculté mi rostro sonrojado entre mis piernas, mientras escuchaba como seguía riéndose sin parar. No me molesta porque sinceramente me gusta oírlo reír, pero es el motivo de su risa lo que tiene preocupada. ¿Qué estará pensado de mí, de mi familia?
—Vale —susurró a mi lado cerca de mi oído—. ¿Qué tienes?
—¡Nada! —contesté sin levantar la cabeza.
—Entonces déjame ver tu linda carita, ¿sí?
Lentamente fui levantando mi rostro, solo para encontrar el suyo a pocos centímetros del mío. Estaba arrodillado frente a mí, había dejado de reírse, pero sonreía ampliamente con un brillo en sus ojos.
—¿Qué te hace tanta gracia? —indagué con algo de enfado—. Eso fue muy vergonzoso.
—Lo sé, pero es normal —comentó entre risas—. Si hubiese sido lo contrario, que tú conocieras a mi mamá habría pasado lo mismo. Madre que se respete, hace ese tipo de cosas con los pretendientes de sus hijas. Aunque acepto que tu papá si me dio un poquito de miedo, ¿siempre ha sido celoso?
—¿Con los qué de quién? —pregunté anonadada.
Me miró con dulzura volvió a reír, se acercó peligrosamente a mis labios desviándose en el último segundo para darme un beso en la mejilla.
—Ya deja el berrinche que no es para tanto, tu familia me cae bien. —Acariciaba dulcemente mis mejillas—. Mejor vamos por un helado.
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Editado: 23.05.2025