Mi amor literario

6

Ese día decidí mantener el teléfono apagado, no quería saber nada de nadie y menos de Ever. Me dolía demasiado el corazón como para verlo, escucharlo reír y saber que pronto se iría a su verdadero hogar, donde Dania lo esperaba completamente desnuda. Al recordar eso, no pude evitar volver a llorar. Mis padres, gracias al cielo, saldrían a visitar a una de sus primas lejanas por lo que mi hermana y yo nos quedaríamos solas. Por mi parte, al sentirme un poco mejor decidí retomar mis lecturas sentada bajo la sombra de un árbol en mi patio.

Las lágrimas y palabras que expresaba Dylan al saber que Carolina, de quien se había enamorado desde que la conoció, estaba enamorándose de Alex, me llegaron al corazón, más sabiendo que en ese momento estaba en su misma situación. Estaba totalmente perdida en mi lectura, derramando una que otra lágrima más por mí misma que por el libro, que no me percaté de lo que sucedía a mí al rededor. Hasta que siento una suave caricia en mi mejilla, sobresaltándome con un grito ahogado. Ever estaba arrodillado justo a mi lado mirándome preocupado.

—¡Ever! —exclamé un poco molesta—. Me asustaste.

—Lo siento, no fue mi intención. —Se excusó sin dejar de acariciar mi rostro—. Es solo que me tienes preocupado.

—¿Por qué? —Trataba con todas mis fuerzas el contener las emociones que me embargaban, no quería que me viera llorar sin poder decirle la razón.

—¿Qué era eso urgente para lo que te necesitaba tu madre? —indagó aún preocupado.

—Ah eso. —Desvié la mirada nuevamente a mi libro, sin ser capaz de mirarlo a la cara sin que doliera—. No era nada urgente, solo quería que regresara a casa porque necesitaba salir con mi papá.

Mentí.

—¿Y tu celular? —preguntó algo impaciente.

—Está cargando —contesté automáticamente.

Sin previo aviso, cierra firmemente el libro que tenía en las manos y antes de que replicara, toma mi rostro por la barbilla para que lo mirara a los ojos y con expresión de profundo miedo me dice.

—¿Lo viste?

—¿Qué cosa? —Me hice la desentendida tragando con fuerza para evitar romperme frente a él—. No sé de qué hablas.

—No sabes mentir —recalcó—, si sabes de que hablo, y lo de tu madre también era mentira.

—¿Tú sí sabes mentir? —exclamé molesta—. Porque que yo sepa mi mamá sí me había llamado.

Me levanté de mi asiento dispuesta a encerrarme en mi habitación e ignorarlo todo el día si era posible, pero me tomó suavemente por el brazo para encararlo.

—¿Qué viste? —insistió.

—Que no vi nada —me solté de su agarre.

—¿Entonces porque saliste corriendo de mi casa? —preguntó con exasperación—. ¿Por qué estas actuando así?

—¿Así como?

—Estas molesta conmigo, me has estado ignorando apagando tu celular…

—Obviamente estoy molesta —interrumpí con firmeza—, me acabas de llamar mentirosa en mi propia cara. ¿Qué quieres que haga? ¿Qué me ría a carcajadas?

Le di la espalda retomando mi escape rumbo a la seguridad de mi cuarto, el nudo en mi garganta amansaba con estallar en cualquier momento, pero firmemente se posiciona en frente de mí impidiéndome el paso.

—No eres mentirosa, y es precisamente por eso que sé que tu madre no es la razón de que salieras corriendo de mi casa —argumentó firmemente con expresión dolida—. Solo quiero saber qué fue lo que viste. ¿Leíste los mensajes?

—Bien, si eso es lo que tanto te preocupa puedes tranquilizarte —contesté cortante—, de las notificaciones no pasé, así que la imagen no la vi, tu vida privada no es algo de mi incumbencia, por algo nunca mencionaste que tenías novia.

—No, Dania no es mi novia…

—No me interesa saber —interrumpí tratando de pasar, sin tener éxito.

—Por favor escúchame, Dania no es mi novia y nunca lo fue.

—No seas mentiroso —El nudo se desató—. Si no lo es, ¿por qué te enviaría foto desnuda? ¿Por qué diría que te extraña y se marcaría tu nombre en su cuerpo?

—Estas… —Su expresión se llenó de perplejidad—. ¿Estás llorando?

—Yo no… —me interrumpí al sentir mi rostro húmedo, percatándome que sí había estado llorando sin ser consciente de ello—. ¿Para qué hablé? Solo déjame pasar, quiero estar sola.

Sin decir nada, me atrapó en un fuerte abrazo permitiéndome apoyar mi rostro en su pecho, donde sollocé sin control alguno. Acariciaba mi espalda tratando de tranquilizarme, susurraba palabras de consuelo y de disculpa a mi oído con voz quebrada.

—Lo siento, mi amor, sé que debía decirte sobre Dania, pero te juro que no hay nada entre nosotros. —Tomó mi rostro entre sus manos, pegando su frente a la mía—. No mentí al decir que vine a Barranquilla para conocerte, era lo único que había en mis planes. Por favor créeme.

—¿Por qué debería hacerlo? —indagué entre sollozos.

—Porque te amo —exclamó derramando las primeras lágrimas—, más de lo que cualquier otro podría hacerlo, esta es la principal razón de mis discusiones con Fede, porque te quiero solo para mí y detesto cuando te coquetea. De verdad te amo.



#5677 en Novela romántica
#1501 en Chick lit
#2429 en Otros
#612 en Relatos cortos

En el texto hay: amor a distancia, friendstolovers

Editado: 23.05.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.