Después de un día de exploración, se encontraban sentados en un restaurante. Fatiha, ataviada con un burka y niqab completos, irradiaba satisfacción junto a Zahran.
Zahran miró casualmente alrededor del restaurante, pero Fatiha le sostuvo suavemente el rostro.
"Sólo mírame a mí y no a nadie más", dijo, con un toque de diversión en su voz.
Una sonrisa se dibujó en los labios de Zahran. Él entendía su deseo de captar su atención, especialmente considerando que muchas chicas en el restaurante no vestían modestamente.
"¿Te sientes un poco celoso?" bromeó, rozando ligeramente sus nudillos contra su mejilla.
"Tal vez solo un poco", admitió Fatiha, con una sonrisa juguetona escondida bajo su niqab.
"Muy bien, entonces", dijo Zahran, con su mirada fija en la de ella. "Solo tendré ojos para ti, lo prometo. Además, de todos modos, no miro a los demás. Temo a Alá".
La sonrisa de Fatiha se hizo más profunda, y Zahran sintió que una oleada de calidez lo invadía. Amaba su inocencia, su fe inquebrantable y la forma en que ella lo convertía en un mejor hombre. Los ojos de Fatiha se iluminaron cuando el camarero colocó un plato humeante delante de ella. El rico aroma de las especias y del pollo asado llenó sus fosas nasales, una melodía familiar que le provocó una sacudida de alegría. Su mirada se dirigió a Zahran, con una sonrisa de sorpresa floreciendo en su rostro.
"¿Cómo supiste que este es mi favorito absoluto?" exclamó, su voz mezclada con incredulidad y deleite.
Los labios de Zahran se torcieron, y un brillo travieso apareció en sus ojos. Él sostuvo su mirada por un momento y luego le devolvió la sonrisa. El ceño de Fatiha se frunció juguetonamente.
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¿Disfrutas del camino que está tomando la historia? Me encantaría conocer tu opinión sobre esto. ¿Qué te ha parecido?
"Sabes, Zahran", dijo, su voz siendo un suave murmullo, "a veces siento como si nos hubiésemos conocido antes".
"Tal vez sí lo hemos hecho", Zahran respondió en broma.
"¿En serio? ¿Lo hemos hecho? ¿Dónde? ¿Y por qué no me lo dijiste antes?"
Zahran respondió: "Tal vez nos hemos conocido en la tierra de las almas. Nuestras almas podrían haberse cruzado. Por eso, me gustaste desde el primer día que te vi".
Fatiha se rió al escuchar sus palabras.
Sin embargo, en medio de la alegría, un sentimiento punzante persistía a su alrededor. Una sensación de ser observado. Era sutil, como la sombra de una araña en su visión periférica, pero persistente. Cuando Fatiha estaba absorta en su cena, Zahran no pudo resistir otra mirada alrededor del restaurante.
Sus ojos escanearon los rostros, buscando cualquier cosa fuera de lugar. Un comensal solitario envuelto en una capa oscura, un grupo de hombres susurrando entre ellos, un camarero que se demoraba demasiado en su mesa... todo parecía bastante inocente, pero el sentimiento persistía.
¿Fue solo paranoia? ¿O había algo real en su inquietud? Zahran no podía estar seguro, pero sabía que no podía ignorarlo. Tenía la responsabilidad de proteger a Fatiha y este sentimiento desconocido no le permitía relajarse.
Él discretamente puso su mano sobre la de ella, buscando consuelo y arraigándose en la calidez de su presencia. Necesitaba concentrarse en disfrutar de su luna de miel, pero el sentimiento desconocido persistía en el aire, proyectando una sombra sobre su idílica velada.
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Los ojos de Fatiha se abrieron y vio una cama vacía a su lado. Un rayo de luz de luna entraba por la ventana e iluminaba el reloj de la mesita de noche: la 1 de la madrugada. Al no poder encontrarlo, se quitó la manta y se levantó de la cama.
Mientras buscaba a Zahran, se dio cuenta de que estaban solos en la villa. Bibi y los demás sirvientes residían en sus habitaciones. Cuando escuchó ruidos provenientes del estudio, caminó hacia él y encontró alivio al reconocer la silueta familiar de Zahran inclinada sobre su computadora portátil.
"¿Por qué estás despierto tan tarde?" preguntó en voz baja mientras entraba a la habitación poco iluminada.
Zahran levantó los ojos del portátil y sonrió. "Estoy terminando un trabajo, cariño. No pude dormir".
"Puedes terminarlo por la mañana". Bostezando, se acercó a su silla y se sentó en su regazo, apoyándose en su pecho. Los ojos de Fatiha se dirigieron a la pantalla del portátil, llena de imágenes de muebles y cuadros antiguos.
"¿Qué estás mirando?" La curiosidad se agitó dentro de ella.
"Estaba pensando en cambiar la decoración de los resorts. Estoy buscando algunas piezas únicas para darles un aspecto fresco. ¿Algún favorito en particular que tengas?"
La mirada de Fatiha recorrió la pantalla y se posó en un magnífico tapiz tejido con intrincados hilos dorados. "Ése", respiró, señalando con un dedo delgado.
Los ojos de Zahran siguieron los de ella. "Ah, buena elección. Tu gusto es impecable, como siempre." Se inclinó hacia adelante y le dio un tierno beso en el cabello.
Sus ojos se dirigieron a un cajón entreabierto, revelando algo escondido en su interior. Superando su curiosidad, extendió la mano y lo abrió.
En el interior, escondido entre papeles, había un único naipe. Un bromista. Le devolvió la mirada con una sonrisa inquietantemente familiar, sus colores vibrantes parecían brillar en la tenue luz.
Fatiha lo recogió y sus dedos recorrieron la superficie resbaladiza. "¿Qué es esto?" preguntó, su voz teñida de curiosidad.
La cabeza de Zahran se levantó bruscamente y sus ojos se abrieron al ver la tarjeta en su mano. Por un momento, su compostura pareció flaquear, un destello de pánico traicionó su fachada cuidadosamente construida. Se recuperó rápidamente y extendió la mano con una sonrisa indiferente. "No es nada, cariño", dijo, "sólo un viejo naipe. Debo haber olvidado tirarlo".