C l a r i s s a
Pateo una piedrita mientras camino, la imagen sobre mis manos se dobla gracias al viento, yergo la imagen por segunda vez y, cuando creo que he llegado al lugar, noto que es al otro lado del parque, donde un espeso bosque se laza a la lejanía.
Suspiro y comienzo a andar hacia ese bosque, donde se supone que adentrándome a el, encontraré al gato.
La imagen del gato en la hoja vuelve a doblarse; es muy lindo, de color blanco con manchas negras, al igual que sus orejas.
El bosque se alza frente a mi, algo tétrico pero habitable para animales. Me adentro con la piel de gallina, pero un ángel debe de cumplir con cada deber que se le ponga, lamentablemente...
Observo los grandes arboles frente a mí y a mi alrededor. Son tan altos que cubren todo, dejándome tan solo observar el cielo sobre mí.
Un maullido llama mi atención, observo una vez mas a mi alrededor, captando una pequeña mancha blanca moverse en una rama baja de un árbol.
Me acerco y lamentablemente, la rama "baja" no es tan baja para mi estatura, me saca al menos tres cabezas más. Y mis brazos cortos no ayudan. Unas pocas ramas diminutas me ayudarían a subir a por el, pero siguen observándose resbaladizas por el musgo.
El gato me observa con sus ojos grises, sus uñas están aferradas a la madera de la rama y su pelaje yace algo húmedo.
Muerdo mi labio inferior, buscando maneras de bajar al pobre felino.
•🐱•
—¡Por Dios, gato!—chillé.
Soy muy pequeña para intentar bajar al gato del árbol, he intentado todo, desde asustarlo con agua, hasta hacer ruiditos extraños para que baje, pero solo se aferra más a la rama...
—¿Sabes, gato?—intento subir apoyándome con las ramas—, ¿Por qué subes cuando no podrás volver a bajar? Quisiera que respondieses mi duda, pero si sucediera estoy segura que no querría ayudarte si descubriese que hablas—pongo mi pie derecho en una rama baja y el izquierdo en una alta—, pero soy un ángel, y es mi deber ayudar a cada ser viviente como buen ángel que soy.
Me impulso hacia arriba, pero termino perdiendo el equilibro en la rama resbaladiza y caigo de retaguardia en el suelo.
—¡Auch!—me quejo.
Algo bueno de que los humanos no puedan verme es ahorrarme la vergüenza que sentiría si me viesen.
Observo a mi alrededor buscando algo con lo que ayudarme, termino encontrando a un chico de cabello negro y ropas negras, con... ¿guantes? Parece también poder verme, y por sus ropas negras termino en la conclusión de que es un demonio; ignorando el echo de que debería huir, me levanto del suelo de un salto y camino hacia el desconocido.
Aunque la espinita de vergüenza al saber qué me ha visto caer de culo al suelo molesta.
Ignorando todas las alarmas que resuenan en mi cabeza llego junto al desconocido, quien me observa desde arriba con expresión desconcertada, claro, los ángeles huyen de los demonios y aquí estoy yo; acercándome a uno para bajar al gato del árbol.
—¡Ven, ven!—tomo su mano enguantada—, ¡ayúdame!
—Ehh...—no logro moverle ni un centímetro.
—¡Vamos! Luego intentarás matarme, ¡pero ayúdame!—al fin le siento moverse, le guío al árbol donde el señor bolas de pelo sigue aferrado a la rama—. Bájalo, por favor.
—¿Por qué no lo haces tú?—su entrecejo se frunce.
—¿Haz visto lo diminuta que soy al lado de este árbol?—alzo ambas cejas, debo aprender a hacerlo con una.
Su mirada para desde mis pies hasta mis ojos. Parece entender mi punto, se estira un poco logrando tomar al gato quien apenas esta cerca del demonio se acurruca contra él, sería una escena muy tierna de no ser porque el hombre frente a mi puede matarme en segundos.
—Aww—ladeo mi cabeza y el demonio sin nombre vuelve a observarme—¡míralo, le has agradado!
—No, no es verdad—despega el gato de su pecho y le deja en el suelo, donde se restriega contra mis piernas.
—Bueno—tomo al gato—. Ha sido un gusto, soy Clarissa, me alegra haberte conocido—le regalo una sonrisa caminando hacia atrás.
Su altura es algo intimidante para mí.
Aun con el entrecejo fruncido por la situación, comienza a sacar su cuchillo de uno de sus bolsillos, alertándome comienzo a alejarme más rápido con él siguiéndome de frente.
—Uh, bonito cuchillo—le sonrió de nuevo.
Sonríe, y casi me sega al verlo hacerlo, es... bello, no voy a mentir, pero sí continuo centrándome en su belleza se acercará en segundos y me hará comida para gato.
—¿Quieres verlo más de cerca?—intenta ponerme una trampa.
—¡Claro!—me acerco dejando al gato en el suelo.
Parece confundido por mi repentina emoción.
Observo su cuchillo teniendo las puntas de mis tacones blancos con las puntas de sus zapatos negros, su cuchillo trae un grabado a lo largo de su filo "Noel" se me hiela la sangre al leer el nombre del hijo del diablo.
Clarissa, es un buen momento para decir: "paticas para que las tengo."
—Lindo nombre, Noel—continuo observando el cuchillo—. Soy Clarissa.
—Ya lo haz dicho antes—habla desde su altura.
—¿De verdad?—suelto un risa nerviosa, doy un paso atrás para observarlo.
Una sonrisa me dice que noto mis nervios, y eso no es bueno; alzo al gato quien se mantenía restregándose contra mis pies, lo mantengo contra mi pecho como un escudo.
—Ajá—responde, con una sonrisa ladina.
—A-ah, que olvidadiza soy—vuelvo a caminar hacia atrás.
—¿A dónde vas?—pregunta divertido.
—¿No quieres un café? Yo quiero chocolate caliente, no soy muy fan de el café, eso es raro porque mi padre era muy amante del café—vuelvo a reír nerviosa—, ¿raro no?
—No lo creo—guarda su cuchillo, me detengo al verle hacerlo—, vamos, te acompaño.
Morí, reviví y volví a morir.