Mi Ángel

Dibujo

6 años después.

C l a r i s s a

Unos toques en mi puerta me sobresaltan, lanzo mi lápiz al otro lado de la habitación con rapidez y al mismo tiempo, oculto el libro de dibujo bajo la almohada.

—Claritaaaa—la misma mujer de todas las mañanas entra, sin tocar.

¿Ya había dicho lo mucho que me molesta que no llamen a la puerta?

—¿En qué puedo ayudarte?—pregunto, haciendo como si estuviese acomodando mi cabello.

—Siempre tan servicial tú—sonríe—. Ha llegado uno nuevo—avisa, y se aleja de la puerta cerrándola tras su paso.

Suspiro aliviada, su nombre es Maite y suele ser un poco... estresante y abrumadora, es unos años, o bastantes años mayor que yo. Y, desde hace seis años, cuando llegue inconsciente, se ensimismó en ser mi nueva madre. O al menos ser la que nunca tuve. Sin embargo, crecí sin una madre, y aprendí a cuidarme sola; no estoy menospreciando sus buenas intenciones, simplemente me siento mejor estando sola.

Ella fue una nueva más mientras yo estaba apenas recobrando la conciencia aquel día, que aunque he preferido no recordar, es lo único que mi cabeza trae a recordar cuando no me encuentro ocupada.

Saco el libro de debajo de la almohada, dejando al descubierto unos ojos negros que recuerdo como si estos seis años fuesen solo unos seis minutos.

El dibujo es tan solo un par de ojos y cejas, pero se puede saber a simple vista quién es el dueño de dichos ojos.

Un dibujo más sin terminar.

En esto se había basado ocupar mi tiempo libre, el dibujo, además de ser un buen distractor es bueno para eliminar y sobrellevar el estrés... o eso según la información sacada de internet.

Levantándome de mi cama, comienzo a buscar el lápiz que lancé.

Lo encuentro bajo la cama, o al menos una de las dos partes de este; se ha roto, y el grafito está completamente destrozado.

Es el tercero esta semana.

Suspiro con pesadez. No quiero volver a enviar a Elián en busca de lápices al bajo mundo, o al menos así le llama Alysha desde que ocurrió algo en una misión simple por hacer, que acabó complicándose.

Mis dos pilares.

Dejo todo sobre un pequeño escritorio y salgo de la habitación en busca del niño o niña nuevo.

En esto también he gastado mi tiempo, recibiendo a los mas pequeños ángeles. Al principio fue complicado intentar buscar excusas para la cicatriz de mi brazo, pero luego Aly me consiguió una manga que cubre todo mi brazo, y puedo utilizarla con cualquier prenda. Me incomoda mostrarla porque automáticamente pedirían la historia completa y de allí me convertiré en una sobreviviente.

O una discapacitada que necesita que hagan todo por ella.

Y bueno, no es como que los niños deban de enterarse sobre qué cosas suceden más allá de todas estas paredes blancas.

No planeo crear traumas.

Llego a la gran sala blanca, como todo este lugar debo decir. El niño me espera sentado jugando con un pequeño peluche de un pato. No debe tener más de ocho años.

—Hola—intento llamar su atención.

Me observa, sus ojos son grandes y color avellana, se queda sentado pero levanta su mano y la agita levemente.

Bueno, algo es algo.

—¿Puedo?—señalo el asiento a su lado, asiente y me siento.

Continua acariciando el peluche.

—¿Cómo te llamas?

Intento crear una ambiente más cómodo para él, si logro que comience a hablar, el resto será sencillo.

—Leo.

—Bonito nombre, Leo—sonrío—. Soy Clarissa, pero si quieres puedes llamarme Lisa.

He descubierto que para algunos niños es mucho más sencillo las abreviaciones.

—Hola, Lisa—sonríe.

—Hola, Leo—le devuelvo la sonrisa—. Veo que te gustan los patos.

Asiente observando su peluche.

—Y... ¿no querrías ver unos de verdad? Aunque no creo que sean tan bonitos como el tuyo.

Su carita se ilumina y asiente con velocidad.

Sonrío y me pongo de pie, ofreciéndole mi mano.

De un salto baja de la silla, tomando mi mano con velocidad. Lo guio fuera de la sala, y caminamos por un pequeño pasillo hasta llegar a la puerta, donde detrás se haya Simón a la espera de mis instrucciones; le indico y en seguida en la habitación se ilumina creando un pequeño lago con patos.

Todo es completamente real, solo es un lago que se encuentra en el bajo mundo y, cuando le doy la instrucción a Simón él puede hacer que Leo se transporte al lugar. Todo sin moverse demasiado, y con ángeles superiores custodiando del niño.

—Mira, Leo—le señalo al pequeño que se ha quedado observando los patos—, él es Simón, de ahora en adelante lo seguirás a él ¿de acuerdo?

El niño lo observa y luego a mí, para asentir y seguir observando los patos frente a él.

Me alejo lentamente pasando al lado de Simón.

—Adiós, Lisa—se despide, divertido.

—Clarissa para ti—bromeo.

Salgo de allí, encontrándome de frente con Maite, creo que le pondré un cascabel para saber cada vez que se acerca.

—Eres increíble con los niños—dice.

Comienzo a caminar con ella al lado.

—Bueno, no es realmente complicado.

Salimos a la sala principal, donde todos los ángeles caminan o vuelan de aquí para allá, cada quien más ensimismado en sus asuntos.

—Lo haces ver muy sencillo, pero cuando llega el momento no sabes que decir, todos los niños son diferentes y no sabes cómo reaccionarán a lo que digas—intenta sacarme información.

O intenta hacer el papel de madre, o intenta robar mi papel aquí.

—Bueno, quizá no es para ti—digo, fingiendo lastima.

A la lejanía veo a Alysha acercarse a nosotras, respiro aliviada cuando llega.

—Te la robaré durante unos segundos—dice, antes de tomarme por el brazo y jalarme a toda velocidad.

Intento seguirle el paso, pero mis piernas cortas me lo impiden.



#7710 en Fantasía
#15898 en Novela romántica

En el texto hay: demonios, romance, demonios angeles

Editado: 06.02.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.