Mi Ángel

Vulnerable

C l a r i s s a

Una brisa fresca me hace temblar y preguntarme por mi cobija, o algo que me cubra del frio, mi cuello duele, y mi comienzo a sentir mi rostro al igual que mi cuerpo sobre algo húmedo, es incomodo.

Me siento rápidamente al darme cuenta de que no me hayo en mi habitación, mis manos tocan algo húmedo y suave. Volteo y observo el barro cubriendo el suelo en el que estaba recostada.

Alzo mi vista, preguntándome cómo fue que llegue a este lugar.

Todo está rodeado por árboles y neblina cubre la copa de los árboles y gran parte de mi visión se ve afectada por ella.

No entiendo. ¿Qué hago aquí?

¿Cómo llegue aquí? ¿Alguien me trajo? O quizá vine por cuenta propia pero lo olvide, y solo me dormí aquí.

No, imposible. Detesto dormir en lugares que desconozco.

Hace frio, y tan solo un camisón—que antes era blanco—me cubre. El barro ha cambiado su color a un marrón muy feo, pronto comenzará a secarse y si no quiero que se arruine debo salir de aquí y comenzar a lavarlo.

Apareces en medio de un bosque y te preocupa tu camisón.

Me riño a mí misma, por pensar sin claridad. Paso número uno, debo salir de aquí.

Mi espalda arde, y un dolor intenso se instala allí, haciendo detener mis movimientos al intentar levantarme. Duele mucho, como si me hubiesen arrancado algo de mí.

Sin importarme, me levanto, porque ahora me parece más importante salir de aquí antes de que algún demonio decida aparecer y me encuentre vulnerable, porque en estos momentos me siento como si me hubiesen dejado aquí a la deriva, completamente sin escapatoria.

Logro ponerme de pie, sin morir en el intento; el dolor comienza a parecerme aún más agudo y una pequeña gota de sudor baja por mi frente.

Ahora de pie, puedo voltear y observar qué es lo que duele como dos cuchilladas en mis omoplatos.

Volteando mi cabeza e intentando observar hacia abajo, logro observar que en mi espalda falta algo.

Mejor dicho dos cosas.

Mis alas.

Mi corazón comienza a latir desenfrenadamente, y las lágrimas se arremolinan en mis ojos; volteo hacia el frente de nuevo, el dolor es inmenso y comienza a marearme.

¿Por qué?

Giro sobre mi propio eje, buscando algo, o a alguien, ya no me importa el que, pero necesito algo que me ayude a salir de aquí, porque sola no podré.

Me han dejado a la deriva.

El miedo se instala en mi ser, y comienzo a gritar en desesperación.

Alguien me oirá, alguien debe de oírme.

Intento caminar con dificultad, no me quedaré aquí de pie a esperar un milagro, sin embargo, cargar con el dolor de dos acuchilladas en mi espalda no es tan sencillo, y me hace detenerme al menos dos veces antes de continuar a un ritmo lento, pero menos tortuoso.

¿Qué hice mal?

¿Será esto a lo que tanto le temí siempre? ¿Me han desterrado?

No. No puede ser. Si he hecho exactamente lo que me han ordenado. Seguir las reglas al pie de la letra.

Los sonidos del bosque comienzan a sacarme algunos chillidos ahogados; algunas ramas crujen bajo el peso de algo, los pájaros deciden que es buen momento para alzar vuelo estruendosamente. La bruma comienza desaparecer y temo que comience a oscurecer en cualquier momento.

Un mareo me hace detenerme abruptamente, me sostengo de un árbol junto a mí. Duele.

Siento la presencia de algo a mi lado, y me volteo rápidamente.

No hay nada.

Mi corazón no tiene un descanso para continuar latiendo con normalidad, y comienzo a pensar lo peor.

Otra rama cruje y me volteo hacia el lugar de donde provino el sonido.

Hay algo allí, entre los árboles. Y sé que me observa, acechando por el momento perfecto para atacar.

Aunque no pueda verlo, sé que se encuentra allí.

Y me aterra no saber el que es.

Busco con la mirada algún lugar en el que pueda esconderme, o al menos pasar la noche de ser solo mi imaginación jugando en mi contra.

Nada, solo miles y miles de kilómetros de espeso bosque, y si esto continua así, con mi herida escurriendo sangre para llenar al menos un balde. No duraré mucho.

Continuo caminando, alejándome del lugar en el que escuche las ramas crujir, con miedo de darle la espalda al lugar, pero con mucho más miedo de quedarme y esperar lo peor. ¿Qué debo hacer? Quedarme y esperar a que alguien escuche mis alaridos o esperar a que algún animal salvaje me devore, o esperar a que un demonio siga el olor de mi sangre y acabe encontrándome.

Cada opción es peor que la anterior.

¿No hay opción? ¿Moriré aquí?

Me quedo totalmente quieta al sentir una respiración sobre mi cuello. Mis ojos se cierran instantáneamente, el pánico me gana y me deja totalmente quieta en mi lugar.

Ni siquiera lo escuché llegar.

Pero ahora le siento rodearme, hasta quedar frente a mí; sabe que le temo, y quiere que le observe, pero aún no sé por qué.

Abro mis ojos, y allí se encuentra él. De nuevo como el demonio que rasguño mi brazo y casi milagrosamente no acabó con mi vida.

Sonríe y de su boca cae el líquido negro, que continuo sin saber qué demonios es. Pero es lo suficientemente aterrador para que dé un paso atrás,

Sus manos siguen enguantadas, pero las venas color negro que suben por su cuello me hacen creer que son gracias a que las contiene. Y no me parecería raro, pero al menos ya no puede hacerme daño con sus garras.

Da un paso hacia mí, y yo lo doy hacia atrás, sus ojos son completamente negros, sin excepción de sus esclerótica.

Es espeluznante.

Y sé, que por más que ahora no se mueve, no debo confiar.

Hecho a correr sin importarme si viene detrás o no.

Aunque claro que lo hace.

Porque quiere asesinarme, quiere acabar con lo que hace años y hasta ahora no había logrado.



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En el texto hay: demonios, romance, demonios angeles

Editado: 06.02.2023

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