C l a r i s s a
La presión en mi pecho se aliviana al ver a Maite mantenerse seria al lado de Noel, él se ha sentado en la orilla del acantilado, tan solo observando a la nada y de vez en cuando riendo de sus propios chistes mentales.
Cualquiera diría que se le ha zafado un tornillo.
No me siento cómoda aquí, a pesar de que la tensión entre Noel y yo ha disminuido desde la noche de las estrellas; luego de haberle dejado entrar en una pequeña parte de lo que fue mi día y de lo que había estado manteniéndome bastante baja de ánimos.
Pero hay una pequeña parte que me hace sentir incomoda, además de la presencia de Maite junto a ambos, tan solo llenando un espacio más entre ambos; nunca confié del todo en ella, y siempre la vi tan sonriente al intentar acercarse a mí, que ahora que la observo con el ceño fruncido y una seriedad envolvente me hace preguntarme que tanto fingió al acercarse.
Al menos ahora entiendo por qué Noel me llamo con el apodo que ella me había puesto el día en que volví a verlo después de tanto tiempo.
¿Será Maite su verdadero nombre?
No he escuchado a Noel llamarle ni por su nombre ni por otro sobrenombre... por lo que ni siquiera esa duda puedo saciar.
En mi cabeza hay mil y un dudas aun sin resolver, mis alas ya se han secado y podría irme si así lo quisiera, pero aquí estoy, tan solo por su promesa. Que fue un gran acto, en realidad lo fue, pero no esperaba que hiciera tal cosa solo para que esperara lo que tuviese que esperar para que deba saber no sé qué cosa.
—Tu novia comenzará a echar humo por las orejas—escucho la voz de Maite y levanto mi vista hacia ella, se mantiene al lado de Noel con una mueca en el rostro.
Él suspira y se levanta. Comienza a estirarse tan tranquilamente haciendo que su camisa se levante un poco, dejando parte de la piel de su abdomen al descubierto.
Volteo mi mirada hacia otro lado completamente roja.
Ella bufa y yo entrecierro mis ojos hacia ella, sonríe maliciosamente.
—¿Por qué aún estamos aquí?—digo cansada, mi vestido aun esta mojado y pegado a mi cuerpo, cuando el clima comience a refrescar sufriré como no nos vayamos.
—Tu amigo pudo haber enviado a todo un grupo de arcángeles solo para buscarte—explica—, no podemos arriesgarnos a que nos vea y tengamos que huir de nuevo.
Suspiro y acabo por recostar mi espalda sobre el césped.
—Aunque no sería mal momento para irnos—dice Maite, observando el cielo tornarse de colores naranjas—. En poco comenzará a oscurecer y la visión será prácticamente nula, son arcángeles, no gatos para ver en la oscuridad.
Él asiente de acuerdo con ella, yo aun no comprendo a donde quieren dirigirse, solo sé que puedo confiar en él, más no sé si deba hacerlo en ella.
Claro, por la promesa.
—¿Ir a dónde?
—Al infierno—responden a un unísono.
Me tenso completamente.
—¿Es posible que pueda entrar?—inquiero, levantándome de inmediato.
—Estarás con nosotros—se encoje de hombros—, en estos momentos soy la mayor autoridad allí, no te quemaras ni algo parecido a lo que estés pensando.
Me mira con una ceja enarcada y con una sonrisa de suficiencia al ver mis mejillas encender.
Bueno, en mi defensa debo decir que siempre creí que al entrar ahí te quemabas y luego morías envuelto en llamas.
—Solo hay un pequeño detalle—suelta Maite con sus ojos entrecerrados—, aun tienes al consejo encima por lo de tu padre, como planeas llevar a un ángel sin que lleguen a preguntarse qué es lo que sucede.
Él bufa y nos observa intercaladamente.
—Es bastante sencillo de hecho—se comienza a acercar a mi—. Vamos, no esperaré un minuto más.
Se agacha a la altura de mis piernas y de un solo movimiento me coloca sobre su hombro, el rápido movimiento me marea por unos segundos y luego comienzo a removerme.
—¡Bájame se moverme por mi solita!—golpeo su espalda.
—Eso no fue lo que vi cuando te torciste el tobillo—ironiza.
—¡Eso paso hace mucho tiempo!—comienza a caminar con Maite a su lado—, He cambiado y ahora soy diferente—refunfuño.
Suelta una risa baja.
—Pues yo te veo igual de bella y torpe—ríe ligeramente.
Mis mejillas arden.
—¿¡Torpe!?—chillo.
No logro seguir con mis quejas porque de repente el ambiente a nuestro alrededor cambia, al igual que el lugar en el que nos encontramos, todo es oscuro y solo veo como comienzan a bajar unas escaleras oscuras que nos llevan a no sé dónde.
Me tenso completamente al sentirme completamente expuesta a cualquier cosa que pueda y quiera atacarme, comienzo a removerme y a exigirle a Noel que me baje con más insistencia.
Conforme va caminando veo más piernas cubiertas de telas negras acercarse curiosos a lo que sucede.
Mi corazón retumba con fuerza en mi pecho, mis oídos solo escuchan murmullos que no logro entender nada de lo que quieren decir. En algún momento dejamos atrás a todas esas personas, hasta que mis pies vuelven a tocar el suelo, la puerta es cerrada y me sostengo de Noel al marearme. Él me sostiene hasta que me siento mejor, me aclaro la garganta separándome de él.
Es una habitación, o bueno, luce más como una oficina de una persona bastante aburrida y sin gusto, no hay cuadros, ni siquiera una planta falsa.
—¿Bien, que se supone que debo de estar haciendo aquí?—pregunto cruzando mis brazos frente a mi pecho.
—Ocultarte de los ángeles—suelta Maite, posándose al lado del escritorio.
—Ocultarte de todo y todos los que vengan del cielo—completa Noel.
—¿Por qué haría eso?—frunzo mi ceño.
Él sonríe.
—Para evitar que te lleven a rastras hacia el cielo—habla ella, observándome como si la pregunta le aburriese.
—¿Me creéis capaz de irme con ellos?
—Solo queremos evitar que acaben convenciéndote—explica él.