C l a r i s s a
Unos golpes en la puerta me hacen sobresaltar y alejarme rápidamente de Noel, él gruñe con desaprobación, sus manos sostienen con fuerza mi cintura imposibilitándome alejarme de él; manteniendo presionado su cuerpo contra el mío.
No me hace daño con su agarre, pero es lo suficientemente firme para mantenerme en mi lugar.
Lo observo, sus ojos se encuentran cerrados con fuerza, mientras muerde con fuerza su labio inferior, suelta un suspiro frustrado y abre sus ojos con lentitud.
La saliva se atora en mi garganta al ver la parte que debería ser color blanco en sus ojos completamente negra, sin embargo, al pasar unos segundos empieza a volver a la normalidad. Parpadea varias veces seguidas, y mi corazón comienza a recuperar su ritmo natural.
No dudé en quedarme a su lado confiando en que no sucedería lo mismo que años atrás.
Y la verdad, no sé de dónde salió esa confianza.
Suspira y una de sus comisuras se levanta mínimamente, antes de que vuelvan a tocar la puerta con mucha más desesperación.
—¿¡Os estáis divirtiendo!?—escucho a Miguel gritarnos desde el otro lado de la puerta.
—Sí, mucho—Noel se aleja suavemente de mí y comienza a acercarse a la puerta; la abre con rapidez—. Pero lamentablemente tu presencia tenía que arruinarlo todo.
Mis mejillas se encienden al Miguel asomar su cabeza con una sonrisita insinuante.
—Mi presencia no arruina nada—le responde a Noel entrando en la habitación, Maite entra tras de él—. Pero si la presencia del Rey.
Noel cierra la puerta y yo me mantengo estática sin entender nada, de nuevo. Miguel cae sobre el sofá con elegancia y Maite se mantiene de pie a un lado de todo y todos.
—Ebér—deduce Noel y camina hasta posarse a mi lado—. Justo como lo dijo ese maldito...
Niega con la cabeza, divertido.
—Debemos irnos—la voz de Maite resuena haciéndonos dirigir nuestra mirada hacia ella—. Si lo que Tahiel dijo es cierto, no tardará en buscarnos.
Los observo en silencio mientras asienten simultáneamente, Miguel se levanta de un salto del sofá y señala a Maite. Mi cabeza no logra comprender a quienes pertenecen esos nombres, pero tampoco me atrevo a preguntar. Como si mi voz hubiese sido robada por el beso de Noel.
Su beso...
—Tienes mucha razón, mi pequeña Pepe grillo—la voz de Miguel me devuelve al momento.
Noel rueda sus ojos y al sentir su mano alrededor de mi cintura me sobresalto.
—No me llames así—le gruñe.
La mano enguantada de Noel me presiona ligeramente para que comience a caminar a su lado silenciosamente.
—Oh, claro que lo haré—ríe Miguel.
Noel me guía por otros pasillos por los que no había pasado antes, salimos y noto que nos ha llevado por unas puertas traseras pero de igual manera altas y robustas.
—No entiendo nada...—susurro.
Comienza a caminar delante de mí, tomando mi mano para mantenerme tras de él y no perderme.
—No creo que sea necesario que entiendas todo—escucho a Maite decir tras nosotros.
Giro mi cabeza para mirarla de mala manera, mi cabeza me sugiere que me mantenga en silencio, me recuerda que en estos momentos yo me encuentro en desventaja alrededor de estos demonios... y al parecer también vampiros que son aliados de Noel.
Definitivamente no entiendo nada...
—No, pero sabemos que su novio pronto aclarará las dudas que conejito tenga—bufa Miguel—. ¿No es eso cierto, querido?
—En primer lugar, no me llames así—refunfuña el hombre que sostiene mi mano—. En segundo lugar, ¿Podéis dejar de hablar? Y por último... No es de vuestra incumbencia.
Me mantengo en silencio como mi cabeza me recomendó.
Sin embargo, comienzo a sentir cierta tensión en el ambiente no sé porque, pero mientras el silencio continua extendiéndose la tensión se hace más notoria.
Me concentro en mi mano entrelazada con la de Noel, y noto en ese momento que mi pulgar hacia círculos sobre el suyo; segundos después de que dejo de hacerlo él se voltea hacia mí con el ceño fruncido, su mirada se dirige hacia el lugar y vuelve a subir hacia mis ojos. Lo hace al menos unas tres veces hasta que, confundida, continuo con mis movimientos, satisfecho, vuelve su vista al frente volviendo su ceño a la normalidad.
¿Entonces si lo siente a pesar de la tela que separa nuestras manos?
Al parecer sí.
—¿Qué es este lugar?—me atrevo a preguntar, no en voz muy alta para que ni Maite ni Miguel logren escucharme.
Aunque si ambos tienen sus oídos mucho más afinados de lo que los míos están, está claro que no serviría de nada bajar el tono de voz. Al menos ambos se mantienen fuera de querer entrometerse, o al menos fingen que no han escuchado nada.
—El reino de Tahiel—responde paciente, y en el mismo tono de voz.
Entrecierro mis ojos.
—Ah, claro. Todo tiene mucho más sentido ahora que lo dices—digo con ironía.
Inmediatamente llevo mi mano hacia mi boca, sorprendida de que esas palabras y ese tono de voz hayan salido de mi boca.
Noel me mira por el rabillo del ojo por encima de su hombro, veo la comisura de su boca curvarse hacia arriba, agradezco que la oscuridad de la noche deje poca visibilidad a sus ojos que buscan deleitarse con el rojo de mis mejillas.
Aclaro mi garganta, intentando enmendar mi error.
—Quiero decir...—observo alrededor en un intento por parecer desinteresada—. ¿Quién es Tahiel?
—Un rey con mucho poder—responde Maite.
—También, nuestro aliado—completa Noel—. Al menos Lucifer hizo una cosa bien antes de irse.
Con la mención del diablo mi piel se eriza, causando una sensación extraña que recorre mi columna hasta mi nuca.
Llegamos a unas escaleras que al subirlas nos dejan observar dos autos color negro mate, dos personas enfundadas en unos trajes negros que lucen... verdaderamente incomodos. Esperan por nosotros para abrir las puertas traseras de ambos autos.