Mi Ángel

10-12

C l a r i s s a

Si te tragas todo lo que sientes, al final te ahogas.

El centauro había dejado en mi cabeza una maraña de dudas.

Pero, me dio una llave para mis dudas.

Un nudo del cual un hilo sobresale, el hilo del que debo tirar para que cada duda sea resuelta.

Él me ha dicho donde se encuentra dicho hilo, yo solo debo tomarlo y tirar de él.

Suena realmente sencillo, ojála así lo sea.

Cualquier cosa que valga la pena no tiene un camino fácil por delante.

Pienso en ello, y suspiro.

Repito las palabras del centauro en mi mente.

"Donde todo comenzó, con un felino atrapado, encontrarás la cueva al bajar y adentrarte en el bosque."

¿Qué cueva?

Tampoco entendí muy bien de lo que hablaba Folo, sus manera de hablar confundía mucho mi cabeza, al igual que su manera fluida de responder a mis preguntas como si estuviera esperando una y cada una de ellas. Su calma al expresarse, como si una enorme tranquilidad bailase dentro de su sangre, o como si se hubiera fumado... algo.

Conozco poco sobre plantas, pero estoy segura que recuerdo alguna de ellas que causara ese efecto en humanos.

¿Pero en seres mitológicos?

¿Qué cosas pienso?

Jamás una hierba así podría llegar hacia el centauro.

¿O sí?

—¡Basta!—chillo en voz alta, intentando acallar los pensamientos incoherentes que se arremolinan en mi cabeza.

¿Estará Folo observándome perder la cordura por su culpa?

No, quizá si me observa. Pero no creo que se burle de mí.

Unos toques en mi puerta me sobresaltan, mi corazón comienza a latir desbocado cuando una esperanza le llena, ¿Podría ser? camino hacia ella y al abrirla miro por una pequeña hendija antes de abrirla por completo.

Paul me devuelve la mirada.

—¿Mal momento?—pregunta, con una sonrisa nerviosa.

Le intento devolver la sonrisa, pero me sale más una mueca sin siquiera quererlo.

Otra esperanza vacía.

—¿Por qué lo preguntas?—digo, abriendo la puerta por completo.

—Bueno, no es usual escuchar a los demás gritándose a sí mismos "basta."—noto entonces sus manos inquietas, la manera en la que las oculta en sus pantalones, luego las saca para acomodar su cabello y se aclara la garganta con nerviosismo.

¿Tan fuerte grité?

—Sí... lo siento por eso—digo y rasco la parte trasera de mi cuello—. No creas que soy esquizofrénica... o algo.

—No, no... para nada—ríe—. Solo quería asegurarme de que todo estuviera bien y, ya sabes...

Entrecierro mis ojos hacia él.

—¿Querías asegurarte de que la promesa sigue en pie?

Abre sus ojos como platos, su boca se abre y se cierra en varias ocasiones pero nada sale de ella.

—N-no...—ríe con nerviosismo—. Confío en tu palabra, por supuesto que lo hago...

—Anda, que las mentiras no me gustan—le ánimo.

Se queda unos segundos en silencio, y luego suelta todo el aire retenido y me mira apenado.

—Lo siento, de verdad—comienza a hablar, ahora sin nervosismo—. Es solo que, la tensión allí abajo era palpable y... después de todo él es quien tiene la última palabra.

Asiento y le observo nuevamente.

—No hay porque afligirse, Paul—le doy mi sonrisa más sincera, me hago hacia un lado para dejarle entrar—. Yo estaría igual de ansiosa si estuviera en tu lugar.

Se adentra a la habitación con paso irregular.

—¿Estas segura de que podrás hacerlo?—pregunta.

—¿Convencerlo?—inquiero y su cabeza se sacude en un asentimiento—. Bueno...

—Lo sabía—se exaspera, cae hacia atrás sobre mi cama, con sus manos cubriendo su rostro—. Era demasiado bueno para ser real.

—Oye, no he dicho que no—bufo, me acerco y me siento en el suelo, apoyando mi espalda en mi cama—. Es solo que, podría suponer que sí, que lo lograré. Pero también está la suposición de que... si no lo hago, solo estaré echando a la basura nuestra promesa.

Vivimos de suposiciones...

La voz de Folo me sacude por unos momentos, recordando sus mismas palabras que siempre me parecieron soltadas al aire. Sin mucha más importancia.

—Lo entiendo...

—A todo esto...

Me callo cuando noto que quizá le iba a incomodar, justo cuando había logrado que su nerviosismo se calmase.

—Puedes preguntar—dice.

Es mi turno para quedarme en silencio, pensando en si tomar la oportunidad o no.

—¿Cómo es que fuisteis separados?

De reojo le veo poner sus antebrazos tras su cabeza.

—Bueno, eso bastante más sencillo de explicar—le miro confundida, él me devuelve la mirada, divertido—. Ella no fue quien mató a su agresor.

Un nudo se forma en mi garganta, e intento no dejar entrever ninguna emoción en mi rostro, recordándome que él no es Maite, ni Miguel, mucho menos Noel. Si se entera de mi "secreto" todo el plan se jode.

—¿Y, tú?—no logro formular correctamente la pregunta.

—¿Hablas de como morí?—asiento y el observa el techo nuevamente—. Bueno, no tuve en cuenta que no sería solo un hombre. ¿Sabes? Fue bastante sencillo acabar con él único al que logré asesinar, después de todo fue el causante de todo. Cuando tienes tanta irá en tu interior, de las miles de veces que has ido recolectando pequeños recuerdos de las veces que has reprimido tu ira... que cuando finalmente explota, ves rojo.

Observo la pared frente a mí, sin saber cómo responder.

—Bueno, no literalmente—suspira—, es solo un decir, pero así es como se siente. Bueno, yo recolecté tanta irá luego de que mi hermana llegará varias veces llorando a casa y mi padre no quisiera poner una denuncia solo porque uno de ellos era el hijo de un policía.

—El mundo es...

—¿Una mierda? Sí.—aclara su garganta— Ni siquiera yo tuve en cuenta que un día cualquiera, paseando por las calles escuchará un grito desgarrador que venía de un callejón oscuro y maloliente—escucho como nuevamente vuelve a aclararse la garganta—. No lo pensé, me adentré pensando en que alguien podría necesitar ayuda... no imagine que en ese momento, la que necesitaba ayuda en ese callejón era mi hermana.



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En el texto hay: demonios, romance, demonios angeles

Editado: 06.02.2023

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