Mi Ángel

Quirón

C l a r i s s a

¿Dónde estoy? No tengo idea.

¿Cómo llegué aquí? Recuerdo algo, poco, pero es algo.

*

Salí a toda velocidad de aquel edificio, podía sentir su mirada sobre mí, aunque era prácticamente imposible, ya que él se encontraba encerrado en su oficina, al menos así fue cuando se alejó de mi vista. ¿Entonces que es lo que me mira? ¿Quién?

Observo a mi alrededor, no hay nada, ni nadie. Solo grandes muros que se alzan rodeándome, y se me hace demasiado extraño el hecho de que no haya ni un solo alma vagando por aquí, dos veces he pasado por aquí y siempre veía al menos tres demonios paseando por las calles.

¿Qué sucede?

Vuelvo a continuar con mi camino, hacia donde las escaleras comienzan a ascender frente a mí. Noel cumplió con lo dicho.

No hay nada, ni nadie que vaya a detenerme.

Trago el nudo que se forma en mi garganta y subo los peldaños. Siento mis piernas pesadas, como si en verdad no quisiera subir allí, pero siento que debo.

¿Porque es tan complicado?

Subo por completo, no hay luz del sol dándome de lleno en mis ojos, simplemente hay un gran bosque que se extiende por donde vea, vuelvo a mirar hacia abajo, donde las escaleras de ladrillo oscuro comienzan a cerrarse, doy un paso hacia atrás y entonces se cierra por completo. La hierba se extiende hasta cubrir la tierra seca que ha dejado el movimiento.

Suspiro y comienzo a andar desde donde salí hacia adelante.

*

Muy bien... ¿y que se supone que haga ahora?

—Folo... dijiste que debería comenzar a buscar a Alena... se te olvido decirme donde—bufo en un susurro.

—Jamás podría dejarte las cosas tan sencillas, Florecita—me sobresalto al escuchar su voz responderme.

Me giro buscando de donde proviene, busco entre los tallos de los altos árboles, en las copas de los mismos, las ramas... y todo está completamente normal, no hay ningún centauro oculto en ningún lado.

—¿Dónde estás?—pregunto.

—Esta vez, no quiero que me veas, continua con tu camino, que yo seguiré tus pasos evitando que camines en círculos—una seguridad me llena de sobremanera con sus palabras.

Asiento y continuo caminando.

—¿Por dónde debo ir?—pregunto, y me siento extraña hablándole al aire.

—Dije que te ayudaría a no perderte, no a encontrar el camino.

—Entonces tampoco eres de mucha ayuda...—susurro.

—Cuidado con ofender a un centauro, florecita—su amenaza me cala los huesos, trago y asiento.

—Lo siento, pero si no me ayudas con esto... encontraré otra manera para hacerlo.

—Hazlo—dice—. No hay reglas, ni límites.

Tomo aire por mi boca, me detengo y observo hacia arriba, donde las copas de los árboles tapan en cielo azul, allí arriba donde mi hogar se encuentra.

—Saldré rasguñada—murmuro.

—Nada que la magia de ser un ángel no cure.

Bufo y asiento.

Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que lo hice, pero no pude haber perdido la practica en... ¿Un mes? No lo sé, pero sé que aun puedo hacerlo.

Dejo que mis alas crezcan, y se abran a ambos lados de mi cuerpo.

Siento que me pesan, más que las anteriores veces.

Debe ser por la pérdida de práctica.

Me impulso hacia arriba, las ramas me rasguñan y siento el escozor cuando el aire me da de lleno, miro a mi alrededor sobre las copas de los árboles, todo a mi alrededor es hojas, ramas y más hojas.

No me detengo a pensar en qué dirección y sobre vuelo el lugar, comienzo a ver los árboles desaparecer a la lejanía. Los juegos que reconozco como los de aquel parque se ven a lo lejos, mi corazón se aprieta e intento llegar con más velocidad.

—¿Qué les pasó a tus alas?—escucho la voz de Folo preguntarme, lo escucho tan claro como si el viento no estuviera sacudiéndome.

Frunzo mi ceño y bajo la mirada, volteo quedándome sostenida en el aire. Abro mi boca con impresión y pierdo el impulso. Comienzo a caer desde lo alto hacia el suelo, recibo varios golpes de ramas gruesas y otras simplemente rasguñan.

El suelo me recibe y pierdo el aire. Me duele la espalda cuando intento incorporarme, respiro el aire que se ha escapado de mis pulmones y cuando me recupero, me siento sobre la tierra.

Mi ala izquierda está completamente ennegrecida, y se comienza a extender por mi ala derecha, la única parte que queda en blanco es parte de la mitad de la ala hasta la punta.

—¿Qué...?

—Sé perfectamente lo que ocurre—otra voz me hace elevar mi cabeza con rapidez.

No muy lejos de mí, logro observar unos ojos amarillentos devolverme la mirada.

Doy un paso hacia atrás por inercia.

Comienza a salir a la luz, suelto el aire retenido cuando observo a otro centauro.

Frunzo mi ceño.

—¿Quién...?

—Quirón.

—Tu... ¿Sabes que...?

Asiente y comienzo a sentir que mi piel se eriza, sus ojos son tan amarillos que asustan y me comienzo a sentir nerviosa.

—¿No creerías que estar tanto tiempo en el infierno no traería repercusiones, no?—comienza a caminar en círculos a mi alrededor—. Te creía más inteligente, Clarissa.

Bajo mi mirada hacia donde una pluma negra cae de mi lado izquierdo.

—¿Por qué están así?

Creo que no ha escuchado mi susurro, pero un sonrisa crece por su rostro.

—El infierno no es lugar para los ángeles—me mira de arriba hacia abajo, poniéndome aún más nerviosa conforme camina en círculos.

—Eso ya lo sabía, ¿Por qué mis alas están así?

Se encoge de hombros.

—El infierno es un lugar de demonios, y cualquier otro derivado de lo impuro...—su rostro no demuestra emoción alguna—. Si estas en él, te reconocerá como tal.

Bajo mi mirada, y siento que me falta aire.



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En el texto hay: demonios, romance, demonios angeles

Editado: 06.02.2023

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