–Mi hija adorada, no temas. Soy yo, tu mamá –decía aquella figura femenina que parecía emanar luz propia en su cuerpo; era la viva imagen de su madre.
Aún no se lo podía creer, su mamá estaba estática frente a sus ojos, no podía negarlo, estaba cien por ciento segura de que no era una broma: era ella. La conocía por fotografías pero el hecho de poder verla en su totalidad materializada era increíble.
Tenía figura humana pero era traslúcida y tenía un par de alas enormes. Su cabello se veía negro pero definitivamente todo lo demás en ella lucía blanco y luminoso; era toda una aparición.
–¿Cómo es que puedo verte? ¿Qué es este lugar? ¿Acaso es un sueño? –preguntó Sandrita, restregándose los ojos, aún atónita –¿Tú me llamaste aquí madre? –emuló esa última interrogante para recordar algo importante –¡La sortija! –exclamó mientras sacaba la joya de su bolsillo.
–Así es hija. Yo te llamé por medio de esta joya, no podía esperar más este acontecimiento –respondió al fin, aunque su voz parecía provenir de todo su ser, ya que no hacía ningún movimiento con su boca.
–Madre, dime ¿Eres acaso un... ángel? –Sandrita necesitaba respuestas y explicaciones.
–Así es hija, los ángeles existimos y habitamos en un plano paralelo al mundo humano. –Le dijo Sandra mientras extendía su mano para que Sandrita se aferrara a ella.
En un abrir y cerrar de ojos la molesta niebla había desaparecido por completo, y en su lugar, poco a poco Sandrita veía que ambas estaban en un lugar lleno de naturaleza. La belleza de aquel lugar traspasaba todo lo que Sandrita conocía en la tierra. Los colores eran mucho más vivos en cada planta y animal.
La paz que se podía respirar era inmensa; no había un ápice de dolor ni maldad entre ellos. Todo parecía estar en perfecta armonía. Sandrita respiró profundamente para luego sonreír hacia su madre.
–Como me gustaría que mi papá estuviera aquí, así los tres podríamos pasear y ser felices juntos –dijo Sandrita emocionada.
–Oh hija, temo decirte que eso no puede ser posible. Verás, yo siempre he sido un ser de luz. Un enemigo me convirtió en humana temporalmente y la única manera de regresar a mi forma original era muriendo pero yo no debía ocasionármela ni morir inútilmente, si no mi ser se desvanecería por toda la eternidad. –Sandrita estaba atónita escuchando aquello, su madre prosiguió.
–Al convertirme en un ser terrenal me costó demasiado adaptarme, yo estaba desolada y me limité a vivir en indigencia debajo de un puente, a mi suerte. Casi muero de hambre y de sed, no sabía por dónde comenzar, mis conocimientos acerca de los humanos era errónea, y la mayoría de personas pasaban indiferentes ante lo que me ocurría. Mi vida en la tierra hubiera sido en vano de no ser por Miguel, fue el único que se acercó en mi ayuda al verme al borde de la muerte. Él me enseñó a vivir como humana; yo le revelé mi identidad y mi nombre. Pero lo mejor de todo lo que me pudiera pasar fue tenerte a ti hija, hubiera querido vivir para compartir contigo pero, estoy aliviada que Miguel ha cuidado de ti.
–¡Madre, todo esto que me cuentas es sorprendente! –sonreía Sandrita con lágrimas en los ojos –¿Podré verte de nuevo? –Le pregunto ansiosa a lo que Sandra negó.
–Es lo que más quisiera en este mundo, pero este acontecimiento solo se puede hacer una vez, pero, ya que eres mi hija seguramente encontrarás la manera de vernos, además yo te estaré protegiendo en todo momento –Le guiño un ojo.
–Eso no lo dudes, mamá. Ahora más que nunca sé que te volveré a ver antes de lo que crees –dijo con una amplia sonrisa y levantó su dedo pulgar.
Sandra le devolvió la sonrisa, pero sabía que, aunque su hija luciera muy feliz por fuera, se sentía un poco decepcionada porque no sabía a ciencia cierta hasta cuándo se presentaría otra oportunidad para ver a su madre de nuevo.
La niña no se había dado cuenta que estaban de nuevo sobre el gran arcoíris y frente a la puerta mágica, aún así, no pudo evitar correr una última vez hacia los brazos de su mamá. Ambas se dieron largo abrazo y Sandrita cruzó aquella puerta para volver a su recámara con los ojos llenos de lágrimas, no era media noche aún y juraría que habían pasado horas desde que se hubiera ido hacia aquel paradisíaco lugar.
Sandrita secó sus mejillas y un suspiro sintió la niña más afortunada. Definitivamente que, después de lo acontecido esa noche, su padre y ella celebrarían esa fecha con más fervor que nunca.
Fin.
#471 en Fantasía
#319 en Personajes sobrenaturales
#2384 en Novela romántica
papa soltero, drama amor, tragedia y amor superaciones y amistad
Editado: 27.04.2025