Capítulo V
—Joder, no llego— me quejo intentando subir una de las cajas arriba del armario, pero no hay manera— Venga ya— siseo estirándome lo máximo posible, pero nada. Molesta achino los ojos y suelto un bufido— A por la silla— digo decidida dejando la caja en el suelo, antes de ir a por ella.
—Hola, ¿puedo pasar? — dice Axel detrás de la puerta la cual abre un poco para dejar que pase su voz.
—¡No!, espera que estoy desnuda— digo con urgencia, riéndome por dentro cuando cierra la puerta de golpe. Sin poder evitarlo, estallo a reír, haciendo que abra la puerta y se asome.
—Era una broma— dice divertido al escucharme reír.
—Sí, y has caído como un pardillo— digo risueña dejando la silla frente al escritorio. —Estoy ordenando un poco— le explico subiéndome a la silla, al verle entrar con una bandeja llena de comida que hace que mis tripas rujan.
¡Qué hambre!
—Bájate de ahí, te vas a caer—me ordena, pero le ignoro totalmente mientras cojo la caja con cuidado de no caerme.
—No pasa nada, tengo todo controlado— digo subiendo la caja encima del armario— ¿Ves? Esto es como estar más o menos, sobre la tabla de skate— digo divertida mientras el deja la bandeja sobre la mesita frente a la tele, y la mochila en el suelo— Y yo soy muy buena con la tabla— digo contenta antes de bajar, pero las ruedas de la silla se mueven haciéndome medio perder el equilibrio y soltar un gritito, pero no me llego a caer ya que unos brazos me agarran de la cintura.
—Te lo he dicho— me reprende con el ceño fruncido y ayudándome a bajar— ¿estas bien? — pregunta mirándome con preocupación.
—Si, al final no se parecía tanto al skate…— murmuro sonrojada por su cercanía y sus manos en mi cuerpo, pero al ver mi reacción se aleja rápidamente con el ceño fruncido.
El olor a la comida me hace mirar detrás suya y no puede evitar soltar un jadeo al ver la cantidad de comida que hay sobre ella.
—Te has pasado un montón— digo sorprendida acercándome para ver que hay.
—No sabía que te gustaba, así que he cogido un poco de todo— dice detrás mía, y creo que demasiado cerca, cosa que ignoro ya que mis ojos se centran en otra cosa.
—Pizza…— digo con la boca echa agua antes de coger un trozo y llevármelo a la boca y darle un bocado— Dios que rica— digo encantada de la vida, haciéndole reír.
—Eres igual que Clara— comenta divertido, haciendo que le mire confundida— Es una de mis hijas— me explica al ver mi cara.
—Ah…— murmuro dejando el trozo de pizza en su sitio y mirando que más hay.
Pizza, ensalada, un filete, puré de patata, una manzana… Y tarta de chocolate.
—Tartita— canturreo como una niña pequeña antes de sentarme en el sofá y coger el plato con la pizza— ¿Quieres quedarte a comer? Hay comida de sobra— digo antes de darle un bocado a uno de los trozos, y de inmediato me arrepiento de lo que acabo de decir
Teresa, oficialmente eres subnormal.
—¿Cómo? — dice confundido, y no me extraña, le acabo de invitar a comer en mi cuarto, siendo mi profesor. Cosa que no es normal, así que es comprensible que se quede con esa cara.
Si es que me lo dice mi madre, que tengo que pensar antes de hablar, pero no hay manera.
—Nada, ha sido una tontería— digo avergonzada— Soy un poco impulsiva, por no decir bastante, y no pienso lo que digo— digo avergonzada, pero intentando no agachar la cabeza.
—No, no es eso… Es que me ha sorprendido— dice con un brillo en sus ojos que hace que me tranquilice— Me pido el filete— dice intentando animarme, por lo que sonrío.
—La tarta es mía— digo a modo de contestación, haciéndole sonreír y sentarse en el sofá junto a mí antes de acercar la mesita.
—Me imaginaba que dirías eso— dice intentando colocarse, pero es tan alto que se tiene que agachar bastante para comer, por no hablar de sus piernas que las tiene encogidas, por lo que le ofrezco el plato con la pizza.
—Toma anda, gigante— digo divertida haciendo que se gire a mirarme, antes de regalarme una sonrisa.
—Gracias— dice cogiendo un trozo y separando la mesa para estar más cómodo. Yo por mi parte, dejo el plato en el sofá´, entre ambos para que ambos podamos coger otro trozo.
Tras unos minutos en los que charlamos de cosas triviales y comemos tranquilamente, veo que me mira con una sonrisa divertida en el rostro.
—¿Qué? — murmuro sonrojándome, haciendo que su sonrisa se haga más grande.
—Es muy divertido verte comer— me explica con un encogimiento de hombros antes terminarse su trozo.
—¿Gracias? — murmuro confundida, aunque creo saber por dónde van los tiros.
—No te lo tomes a mal, pero es que haces caras muy graciosas— se explica divertido haciéndome reír, ya que mi hermano me decía lo mismo.
—Me lo suelen decir— digo sincera, antes de dejar el trozo de pizza en el plato ya que no quiero más. — Sabes, me llamarás loca, porque tú eres mi profesor y bueno casi no te conozco… Pero siento que contigo puedo hablar libremente, sin preocuparme de nada más— digo sin mirarle, pero cuando el silencio se apodera de la habitación, vuelco mi mirada en él y le veo sonreírme, no puedo evitar sonrojarme— Es raro, pero no sé…— digo bajando la mirada un tanto avergonzada.
—Te entiendo más de lo que crees— dice, por lo que levanto la mirada encontrándole con una sonrisa preciosa.
Es la sonrisa más bonita que he visto en la vida…
—No creas que yo como en la habitación de cualquiera— dice divertido apoyándose en el sofá, haciéndome sonreír, pero frunzo el ceño al ver como su mirada se apaga un poco.
Pero, antes de que pueda preguntarle, su teléfono comienza a sonar, haciendo que lo saque para mirar quien le llama antes de levantarse con un suspiro pesaroso y coger el teléfono.