Mi ángel de ojos azules

Capítulo IX

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Capítulo IX

 

 

Mareada y con un dolor de cabeza horrible gruño contra la almohada en la que duermo, recordando la fiesta de ayer, en la que lo último que recuerdo es el coro que hacían todos para que bebiese, ¿o para que bebiese alguien? La verdad es que no lo recuerdo bien…

Creo que no volveré a beber tanto en mi vida…

Al sentir a alguien a mi lado, frunzo el ceño y levanto un poco la cabeza antes de abrir mis ojos y ver entre los rizos que caen sobre mi cara.

—Alan— me quejo quitando su mano de mi cintura y empujando su pierna lejos de la mía, cosa que le hace refunfuñar— Alan— digo más fuerte, haciendo que levante la cabeza lentamente y medio dormido, ya que me mira con los ojos prácticamente cerrados.

—Dios, quítate el pelo de la cara— se queja dejando caer su cabeza a la almohada de nuevo, haciendo que le dé una pequeña patada. — En vez de patadas se suele decir buenos días— se queja haciéndome rodar los ojos.

—¿Qué pasó ayer? — le pregunto ignorándole, y un tanto nerviosa ya que bueno, él está sin camiseta y creo que solo en ropa interior porque su pierna estaba desnuda.

Como haya pasado algo…

—¿No recuerdas nada? — dice con una sonrisa divertida, haciendo que me tema lo peor.

—Por favor dime que no pasó nada entre nosotros— pido llevándome la mano a la cabeza ya que me va a explotar.

—¿Tan malo hubiera sido? — dice risueño haciendo que le mire mal y que borre la sonrisilla— Vale, vale. No, no pasó nada si es lo que te preocupa... — dice tumbándose boca arriba para luego bostezar.

—¿Me cambiaste tú? — pregunto avergonzada, pero niega con la cabeza haciendo que suelte un suspiro de alivio.

—Andrea. Estabas muy borracha— dice divertido haciéndome sonrojar.

—A saber lo que hice ayer…— digo avergonzada cuando Alan se levanta y se estira perezoso haciendo que le vea solamente en calzoncillos y bueno, con un bulto en ellos cosa que me hace taparme los ojos con las manos.

—Es el calambre mañanero, lo siento— dice riéndose— Si eso ve bajando a la cocina y di a mi madre o a mi padre que te de algo para la resaca. Yo me daré una ducha primero— dice divertido, y cuando oigo la puerta cerrarse me destapo los ojos y respiro aliviada.

—¿Mi ropa?

—Ni idea, ponte algo mío— dice antes de abrir la ducha, llevo mi mirada al armario y me levanto de la cama para buscar algo que no se me caiga.

Cuando por fin salgo de la habitación, me doy pena a mí misma. Voy con unos pantalones de baloncesto que me quedan enormes, pero que gracias a que tiene un cordón que he atado en mi cintura me los he podido ajustar, y con una camiseta que me llega por debajo del culo.

Cuando bajo las escaleras y llego al pasillo, me rasco los ojos adormilada, intentando recordar donde estaba, pero al no recordar nada, empiezo a abrir puerta por puerta.

Baño…

Habitación…

Espera, ¡habitación!

Como si fuera una película, comienzo a recordar cada una de las cosas que pasó en esta habitación, y no puedo evitar cerrar la puerta de golpe sintiendo mis mejillas arder.

—Joder…

—¿Buscas algo? — dice Axel a mis espaldas, haciendo que pegue un pequeño brinco por el susto antes de girarme y pegarme a la puerta.

¡Que manía de asustar tiene esta familia!

—Que manía con los sustos— digo llevándome la mano al pecho a la par que levanto la mirada para mirarle a los ojos. Y, por una décima de segundo en ellos veo la preocupación, pero luego vuelve a poner esa cara de perros e indiferencia que me hace apartar la mirada. — Estaba buscando la cocina…

Maldito alcohol. ¡Pero como dije yo todo eso! Bueno tampoco ayudaba mucho a que estuviese sin camiseta ¡Madre mía aun siento el tacto de su piel en mis dedos!

—Esa puerta de ahí— dice como un tempano de hielo, sacándome de mis recuerdos, y lo último que veo de él es su perfil antes de que pase como si nada para salir de la casa.

Tras soltar un suspiro, camino hacia la puerta de la cocina, y no puedo evitar maldecir al escuchar un llanto de un bebé en cuanto abro la puerta.

—Ay hola— dice alegre la mujer de ayer, la que Axel beso, vamos, su mujer.

Su mujer.

—Hola— digo sin saber dónde mirar, encontrándome con dos pares de ojos igual de azules que los de Alan, mirarme divertidos, antes de que una de ellas me pregunte quien soy.

—Clara— la reprende su madre con mala cara— Es una amiga de Alan— las explica.

—Si… Me llamo teresa— digo intentando sonreír, pero entre el llanto del bebe, la luz y verla, solo consigo que me salga una mueca.

—Tienes resaca ¿no? — dice dando al niño a una de sus hijas, asiento un tanto cortada haciéndola sonreír— Ven, te daré algo— dice antes de encaminarse a un cajón para abrirlo y sacar unas pastillas.

—Muchas gracias— digo cogiendo la pastilla que me tiende, y con unas ganas terribles de que se me pase el dolor de cabeza, me la tomo sin agua y sin nada haciéndola reír un poco antes de apoyarse en la encimera frente a mí, que estoy en una islita.

—Ayer bebisteis mucho…— dice con una pequeña mueca— Le dije a Axel que no os dejara comprar alcohol— murmura haciendo que me sonroje avergonzada.

—Mamá, no seas aguafiestas— dice Alan entrando prácticamente igual que yo vestido, pero claro, a él le queda de maravilla— ¿Me das una? — la pide a su madre, sentándose a mi lado— Gracias— dice dándola un beso en la mejilla cuando se la da.

—¿Los demás siguen aquí? — pregunta su madre cogiendo al niño, que tendrá como mucho dos añitos.

—Eh… En sus casas creo— dice sin darle mucha importancia, antes de clavar su mirada en mi—Tu aquí— dice cogiéndome de la cintura para ponerme sobre sus piernas haciéndome sonrojar— Así mejor— dice sonriente haciendo que todos sonrían como tontos.




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