Capítulo XI
—Teresa— me llama Alan en cuanto salgo de la clase de baile llena de sudor y con la respiración acelerada, ya que he sido una de las últimas en bailar.
—Dime— digo quitándome el sudor de la frente, mientras camino hacia los jardines ya que necesito aire fresco.
—¿Puedo hablar contigo un momento? — me pregunta nervioso, a lo que asiento siguiendo el camino en silencio, hasta que me detengo en el jardín.
Que fresquito…
—¿Te pasa algo? — pregunto al ver que está mucho tiempo callado, cosa que no es normal en él.
—¿Eh? — dice saliendo de sus pensamientos, haciéndome reír y que él se sonroje avergonzado.
—Te preguntaba si te pasaba algo— digo divertida, pero él se limita a fruncir el ceño, dándome a entender que es algo serio.
—No sé cómo decirte esto, pero…— dice revolviéndose el pelo, y no puedo evitar acordarme de Axel hace menos de hora y media haciendo el mismo gesto.
Axel…
—¿Me has escuchado?
—¿Qué? — digo confundida, ya que me he puesto a pensar y no he escuchado nada de lo que ha dicho.
—Bueno… Lo que te había dicho… Es que— dice mirándome a los ojos, pero nervioso los cierra y maldice por lo bajo.
—Alan… Tranquilo, puedes contármelo— digo intentando tranquilizarle, cogiéndole la mano— Eres mi amigo, puedes confiar en mí— digo con una pequeña sonrisa, a lo que él responde con un bufido, un tanto molesto.
—Ese es el maldito problema, no quiero ser solo tu amigo, Teresa— dice cogiendo mi mano con delicadeza.
Oh no…
—Teresa, me gustas, me gustas mucho— dice acercándose un poco más a mí.
Mierda, tremenda mierda… ¿En serio me tiene que pasar esto a mí?
—Alan— intento hablar, pero este niega con la cabeza.
—Tu no lo recuerdas, porque estabas muy borracha, pero el sábado, te pregunte por Alberto, porque no parabas de decir su nombre. Y solo repetías una y otra vez que no hablara de él, que era un capullo…
—Alan, es más complicado de lo que crees— digo incómoda, desviando la mirada hacia otro lado.
¿Cómo narices se lo explico? Que le digo: Eh, Alan no puedo estar contigo, es que me estoy acostando con tu padre. Obviamente no puedo decirle eso, pero es que tampoco me deja explicarme…
—¿Te gusto?
—¿Cómo? — pregunto sorprendida por su pregunta, pero al ver que lo dice enserio, me pongo aún más nerviosa— A ver, Alan… Si, eres guapo, pero yo no— comienzo a decir, pero no me deja terminar ya que se lanza a besarme, haciendo que me suelte de su agarre y me aparte de él de inmediato.
¿Pero cómo me meto yo en estas cosas?
—Alan, no puedo— digo sin saber dónde mirar ni que hacer, por lo que cojo la mochila queriendo salir de ahí lo antes posible.
—Perdóname— dice cogiéndome la mano, pero me suelto rápidamente.
—Yo… Me tengo que ir— digo sin querer hacerle daño, antes de caminar de vuelta al internado mirando al suelo fijamente, pero al notar una mirada sobre mí, levanto la mirada y veo a Axel no puedo evitar detenerme un momento.
Lo ha visto.
Avergonzada, salgo de ahí a toda pastilla hacia mi habitación, y cuando llego cierro la puerta detrás de mí y me apoyo sobre ella intentando normalizar mi respiración ya que he venido corriendo.
Cuando consigo medio calmar mi respiración, me acerco a mi escritorio para dejar mi mochila y mi móvil, justo en el momento en el que comienzan a dar golpes a la puerta con bastante fuerza.
La que se va a liar…
—Abre la maldita puerta, sé que estás ahí dentro— dice Axel furioso, un poco acongojada, abro la puerta y me retiro de inmediato ya que entra como si fuera un torbellino.
—Te lo puedo explicar— nerviosa, cierro la puerta, con miedo de que nos pueda escuchar o ver alguien.
—Eso espero— dice entre dientes, taladrándome con la mirada, haciendo que trague grueso.
—Ha sido todo un mal entendido, te lo prometo— digo nerviosa, sin poder mirarle a los ojos— Alan me preguntó en la fiesta por un chico, y bueno en ese momento estaba cabreada y…
—¡¿Otro chico?! — dice, o más bien grita, furioso, haciendo que me encoja un poco en el sitio.
—En verdad es gracioso, porque eres tú, pero con otro nombre— digo rascándome la nuca nerviosa, y cuando levanto la mirada y le veo preocupado rápidamente le explico que nadie sabe que Alberto es él, cosa que le hace relajarse de inmediato. —Bueno, a lo que iba, el viernes como te vi besándote con tu mujer, pues me cabreé bastante y…
—¿Te cabreaste? — dice sin una pizca de enfado, y con una pequeña sonrisa divertida, haciéndome fruncir el ceño.
¿Ahora que bicho le ha picado?
—Sí, pero ese no es el tema— digo intentando volver a lo de antes, pero me coge en brazos para que enrolle las piernas en su cintura, cosa que hago de inmediato.
—¿Te enfadaste mucho?
—¿Eres bipolar? — pregunto confundida por su cambio brusco de temperamento, haciendo que me mire con el ceño fruncido, bastante confundido por el comentario— Has venido hecho una furia, y en menos de un minuto estas contento y relajado ¿Estás bien?
—Bueno, eso… Me lo tendrás que explicar más adelante— dice un poco molesto y con una pequeña mueca— Pero ahora déjame hacer una cosa…— dice con una sonrisa antes de plantar sus labios sobre los míos con ansias, pero yo le separó de inmediato.
—Tú no estás bien, ¿tienes fiebre? —digo poniendo mi mano en su frente, pero él se limita a reír a carcajadas.
—Claro que estoy bien— dice llevándonos a la cama, donde se sienta y me retira uno de mis tantos rizos rebeldes que con tanto baile se ha salido del moño que me hice— Lo que pasa es que has admitido que estabas celosa, lo que a su vez significa que te gusto lo suficiente como para que lo que ha pasado no sea culpa tuya— dice simple y con una sonrisa en el rostro, mientras que yo tuerzo el gesto.