Mi ángel de ojos azules

Capítulo XIII

 

Capítulo XIII

 

 

Cuando salgo del edificio con un mis mallas negras y una sudadera ancha, camino rápidamente hacia la puerta que me ha dicho Axel, y, antes de llegar, mira detrás de mí, para asegurarme de que no haya nadie. Miro a mis alrededores para ver si veo a Axel, pero no hay rastro de él.

—¿Axel? —digo bajito por si acaso, pero al ori una rama partirse, me acerco hacia ahí un tanto nerviosa— Axel, no tiene gracia…

Sí, soy una miedica. Pero, ¿a quién no le da miedo un bosque conde desaparece gente? Por no nombrar a los lobos…

Además, las películas de miedo no ayudan. ¿Cuántas veces sale un bosque en medio de la nada con un asesino psicópata? Miles.

—Axel…— le llamo asustada caminando hacia donde he oído el ruido, pero una mano se pone sobre mi boca, y otra en mi cintura, haciendo que grite asustada, pero son silenciados por la enorme mano que cubre mi boca.

—Soy yo— dice divertido en mi oído quitando la mano de mi boca.

—Pero tú eres tonto, no sabes el susto que me has dado— digo molesta, soltándome de su agarre y girándome para así no darle la espalda.

—Perdón— murmura, pero al ver que se me escapa una pequeña sonrisa, me tiende la mano— Ven, te voy a llevar a un sitio precioso— dice cuando tomo su mano, antes de comenzar a caminar en dirección contraria al internado. Sorprendida miro la fluidez con la que anda entre tanta rama y piedra, mientras que yo no dejo de tropezarme cada segundo.

—Joder, pero como haces para no tropezarte— me quejo con la respiración ligeramente acelerada, ya que, para colmo, con sus piernas tan largas, un paso suyo son dos míos. —Enserio, no lo entiendo— digo sincera al escuchar su risa, pero no me da tiempo a decir nada más ya que me tropiezo con una rama que sobresalía del suelo. Sin embargo, antes de caerme y abrirme la cabeza, Axel se gira súper rápido y me coge, evitando que me meta un leñazo histórico.

—Ay mi madre— tartamudeo asombrada, incorporándome con su ayuda.

—Eres muy patosa— dice serio, haciendo que le mire mal, haciéndole sonreír y negar con la cabeza. —Ven aquí anda, será mejor que te lleve— dice girándose y agachándose un poco para que me suba a su espalda, cosa que hago sin pensarlo dos veces.

—Si te cansas bájame— le advierto abrazándole y apoyando mi cabeza en su hombro.

—Tranquila— murmura antes de besarme con cariño y luego comenzar con la caminata conmigo encima.

—¿Vienes mucho al bosque? — pregunto curiosa, ya que parece sabérselo todo de pe a pa.

—Bastante, me gusta mucho correr por aquí

—¿Vienes a correr aquí? — digo asombrada— ¿Y nunca te has caído?

—No nunca— murmura risueño sin dejar de caminar.

—Menuda suerte, yo en menos de quince minutos ya me he caído y tropezado trescientas veces— bromeo haciéndole reír.

—Me supongo que estoy acostumbrado, además tengo buenos reflejos.

—Ya lo he visto, me has cogido al vuelo— digo asombrada estirándome un poco para besar su mejilla— Por cierto… Muchas gracias… Profesor…— murmuro juguetona en su oído, sonriendo con maldad al sentir su cuerpo tensarse— Tal vez podría, ya sabes, devolverte el favor— susurro mordiendo su cuello, haciendo que su agarre sea más fuerte.

—Tess— dice con la voz ronca, haciendo que mi cuerpo entero se prenda.

—¿Si? — murmuro con inocencia, acariciando su pecho sobre su camisa.

—Estas insinuando algo— dice, haciéndome sonreír de lado.

—Depende… ¿Tu qué crees? — murmuro divertida mordiendo su oreja juguetona, notando como mi cuerpo se calienta más y más a cada segundo que pasamos con este jueguecito.

—Creo que ya hemos llegado— dice claramente divertido antes de apartar una rama, dejándome ver un pequeño arrollo rodeado de flores de varios colores.

—Dios mío— digo fascinada, sin saber que palabras decir— Es precioso— rápidamente me bajo de su espalda y me acerco a las pequeñas margaritas que han germinado en el suelo.

—Lo encontré hace mucho tiempo, pero no se lo había enseñado a nadie— dice detrás de mí, haciendo que sonría y me gire a mirarle, encontrándole agachado a mi lado, mirándome con cariño.

—Es una maravilla— digo girándome de nuevo para contemplar el rio tan azul y cristalino como los ojos de Axel. Con intenciones de besarle, me giro, pero le encuentro con una pequeña margarita en la mano.

—Eres preciosa— con una sonrisa, aparta un poco mi pelo, y coloca la pequeña flor en mi oreja con delicadeza— Y ahora lo eres aún más— dice acariciando mi mejilla haciéndome sonrojar.

—Eres tan tierno…— murmuro empujándole con delicadeza para que se tumbe en el verde pasto para luego subirme encima suya.

—Solo contigo— dice con cariño, conmoviéndome, por lo que me acerco a sus labios, para así besarle con lentitud, disfrutando del momento.

—Eso espero...

—¿Celosa?

—¿Tendría que estarlo? — murmuro repitiendo sus mismas palabras.

—Nunca— asegura con cariño acariciando mi mejilla. Queriendo posar mi cabeza sobre su pecho, me tumbo a su lado, dejando que sus brazos me rodeen, para así disfrutar del lugar, en silencio, lo que nos permite escuchar a los pajarillos cantar, acompañando las caricias de Axel sobre mi espalda.

Sin embargo, tras unos minutos, Axel retira mi cabeza de su pecho y se incorpora rápidamente.

—¿Qué sucede? — murmuro confundida.

—Ponte esto— me pide quitándose la chaqueta que llevaba muestra.

—Axel, ¿qué pasa?  — murmuro sin entender nada, mientras él se levanta llevándome consigo.

—Escóndete tras esos árboles, por favor— dice mirando hacia unos arbustos— Luego te lo explico— me asegura antes de darme un beso corto, y aunque esto un poco desconcertada, voy hacia donde me ha dicho, y me escondo.

—Hermano— oigo decir a Axel a lo lejos, desde unos arbustos, curiosa asomo un poco la cabeza, pero solo le veo a él.




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