Mi ángel de ojos azules

XXXLVII. Mentiras

Un par de días más tarde…

 

Todavía siguen investigando los atroces asesinatos de tres jóvenes en el bosque de Muniellos. Los forenses han esclarecido que, estos horribles asesinatos no los ha hecho una única persona, sino varias, creen que pudieron ser entre cinco y siete hombres, pero todavía quedan muchas muestras por analizar y no se sabe con certeza. Otra incógnita en este caso son los mordiscos y arañazos que presentaban las víctimas, pues aunque la hipótesis principal era que habían sido posteriores al fallecimiento, se ha revelado que son anteriores, lo que deja aún más confundidos a las autoridades.

La comunidad autónoma, está consternada por tales acontecimientos, y exigen que se manden más policías para por lo menos proteger a los pueblos de los alrededores que se encuentran prácticamente desprotegidos, ya que apenas tienen efectivos. Sin duda, este caso ha consternado al país entero...

—Pobres chicas...— murmuro dejando de escuchar a la presentadora mientras pongo los platos en la mesa, miro a Axel, el cual está, desde hace un par de días en su mundo— Axel, ¿estás bien? — le pregunto al ver que sigue ensimismado.—Axel— le llamo haciendo que vuelva a la realidad

—Perdón, ¿qué decías?

—¿En qué piensas tanto? Me estás empezando a preocupar, prácticamente no duermes y siempre estás como ido...— digo preocupada acercándome a él para que me mire a los ojos.

—Solo son cosas de la manada, no es nada— dice besando mi frente pero se que está mintiendo.

Desde que se fue con Fernando aquella noche, ha estado extraño, y por no hablar de los hombres que me vigilan todo el día y toda la noche. Se creen que no les he notado, pero siempre veo las mismas caras seguirme a todas partes, o se hacen pasar por conserjes o por cocineros, y si no les huelo todo el rato ya que no se separan de mí.

—No me mientas— le exigo haciendo que niegue con una sonrisa de mentira.

—No te miento, solo son cosas sin importancia sobre la manada— dice dándome un piquito que me hace fruncir el ceño.

Otra cosa nueva, no quiere acostarse conmigo ni besarme más de dos segundos. Y ya me está empezando a hartar tanto secretismo y tanta castidad. 

He llegado a pensar que ya no le gustaba, por la barriga, pero no. El muy cabronazo se encierra en el baño todas las noches, mientras cree que duermo y comienza a masturbarse, y lo se porque con estos oídos que tengo escucho cada gruñido que suelta y como murmura mi nombre. 

Ambos nos sentamos en la mesa y comenzamos a comer en silencio, hoy he decidido hacer unas tortillas a la francesa con una ensalada, ya que nos montaron la cocina hace un par de días, y aunque no sepa cocinar muchas cosas, la verdad es que me está gustando.

Después de cenar y recoger los platos en silencio, ya que Axel, sigue pensando en “las cosas de la manada”, vuelvo a mi escritorio a continuar estudiando, ya que los exámenes finales son dentro de un par de semanas. Voy bastante bien, solo me quedan dos temas de historia y algunas cosas de matemáticas, así que estoy muy tranquila.

Cuando dan las once, guardo mis cosas y me dirijo a la cama donde está Axel leyendo uno de sus libros.

—Podríamos hacer algo divertido...— murmuro una vez estoy dentro de la cama.

—Necesitas descansar ha sido un día muy largo— murmura sin apartar los ojos del libro. 

Me niego a darme por vencida.

Llevo mi mano a su pecho y comienzo a acariciarle tentándole mientras bajo hacia sus abdominales.

—Para— dice con la voz ronca antes de que llegue más abajo.

—¡Estoy harta!— grito molesta levantándome de la cama.—¿Qué coño te pasa?— me quejo, pero él ni se inmuta y sigue leyendo.—¡Maldito gilipollas!— gruño cogiendo el libro para tirarlo lejos haciendo que sus ojos se pongan rojos.— Dime, ¿ya no te gusto? ¡Cómo comienzo a tener estrías y casi parezco una vaca ya no te pongo!— gruño tirándole un cojín, pero simplemente lo para y se levanta de la cama.

—Volveré cuando te hayas tranquilizado— dice molesto caminando hacia la puerta, pero se lo impido.

—Ah no, tu de aquí no te vas— gruño poniéndome en su camino, para impedírselo.

—Déjame pasar— me ordena haciendo que levante la cabeza.

—¿O qué?— le reto echando la llave para meterla en mi sujetador— Si quieres salir cógela— le reto haciendo que gruña.

—Puedo abrir la puerta con una patada, no me hace falta la puta llave— dice sin moverse de su sitio, pero el pantalón de franela no le ayuda a esconder su erección.

Camino hacia la mesilla de noche no sin antes bajarme los pantalones junto con las bragas.

—Te encierras todas las putas noches en el baño, y te niegas a estar conmigo— murmuro bajo su mirada voraz, pero no se acerca ni un milimetro.— Asi que probaras tu puta medicina— digo sacando el vibrador que me regaló Andrea antes de encerrarme en el baño.

Lo enciendo y este comienza a vibrar en mi mano haciendo que mi piel se ponga de gallina, sabiendo lo que me espera, ya que no es la primera vez que lo uso.

—Abre la puerta— me ordena Axel, pero me siento en la encimera del lavamanos y me abro de piernas colocando los pies sobre ella.

(...)

—¡Te dije que lo sacaras!— grito avergonzada. 

Me he meado encima.

—Tess

—¡Fuera!— grito avergonzada, pero este se pega a mis piernas.

—No te lo has hecho encima, simplemente te has corrido, de una manera diferente— dice divertido, de inmediato frunzo el ceño confundida.— A veces pasa, es normal— dice divertido antes de besarme con pasión.

Recorre mi cuerpo con sus manos con rapidez y con ansias de tomarme, prometiendome con cada caricia una noche muy larga.

—Pero, eso sí. Si ese aparato lo ha conseguido, no voy a parar hasta conseguirlo yo— me asegura antes de acercarse más a mi, pero sonrió con maldad y le empujo para que se separe de mi.




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