Mi ángel de ojos azules

XLIX. Nueva casa

 

 

—Tess, tess...— susurra Axel en mi oído para luego besar mi mejilla despertándome haciéndome sonreír—Ya hemos llegado, la casera está esperando.

—Voy… Pero primero quiero un beso— murmuro sin abrir los ojos y sin que se borre mi sonrisa, después de unas semanas alojándonos en hostales y pensiones hemos encontrado un pueblo pequeño, poco poblado y con bosque alrededor para poder salir a correr y vivir casi sin escondernos.

—Perezosa— ronronea sobre mis labios antes de besarme con delicadeza. 

—Yo también te quiero— digo divertida una vez separamos nuestros labios, abrocho mi chaqueta como puedo ya que nos equivocamos de talla y me queda un poco ajustada.

—Ven— dice una vez estoy fuera del coche, tendiendome su mano para caminar hacia una casita de piedra de granito.— Esta es la casa, si no te gusta podemos mirar otros sitios— murmura Axel caminando a mi lado poco convencido de la casa.

—Parece bonita...— digo sonriendo al ver a una señora mayor esperarnos en la puerta.

—Buenos días, Juana ¿no?— dice Axel con una sonrisa encantadora que me hace sonreír como una tonta.

—Si soy yo, ¿usted es el hombre que me llamo?— dice confundida mirándonos a ambos.

—Si, soy Axel, y ella es mi mujer, Teresa— dice presentándome.

—Hola, encantada de conocerla— digo amable.

—Pensé que seríais una pareja con más años— dice observándonos curiosa.

—Aparentamos menos de los que tenemos— dice Axel encantador haciendo que sonría divertida.

—Eso parece, bueno pasar, podeis tomaros el tiempo que queráis— dice abriéndonos la puerta de la casa.—Esperar que os abro las persianas para que podáis ver— dice la mujer andando por el pequeño salón-comedor hasta llegar a una de las ventanas.

Para mi la luz no es un problema, así que comienzo a inspeccionar la pequeña casa la cual tiene las paredes pintadas de un color amarillento y con unos muebles viejos, al igual que hay una cabeza de un animal disecado.

—Esta tal cual la dejé una vez mi marido falleció, podéis hacer cualquier cosa, pintar, cambiar muebles, lo que queráis— dice la señora subiendo la última persiana.

Me giro a Axel un momento y le veo mirando la salita detenidamente sin moverse ni un milímetro.

—¿Las habitaciones?— la pregunto a la mujer, la cual asiente y me pide que la siga hasta un pasillo.

—Aquí abajo hay tres, de tamaño medio. Arriba está la de matrimonio, es la más grande.— dice dejándome ver la casa a mi rollo.

—¿Y los baños?—pregunto mirando una de las habitaciones las cuales tienen un poco de humedad ya que dan al jardín.

—Hay un aseo al principio del pasillo, y un baño completo entre estas dos habitaciones. Luego arriba hay un baño muy grande.— dice caminando hacia las escaleras.

Miro hacia atrás pero no veo a Axel, por lo que sigo a la señora hasta la habitación de matrimonio, la cual tiene alguna gotera.

—Tendrían que venir a arreglar las goteras— digo a la señora la cual asiente de acuerdo.

—Si, claro. El seguro arreglará las goteras y las humedades de eso no se preocupe— dice sonriendo.

—Perdone que la pregunte, pero ¿Cuanto sería el alquiler?— la pregunto curiosa— La casa está muy vieja, hay que arreglar muchas cosas para la niña...— la explico haciendo que sonría.

—Yo no la quiero para nada, y la pensión me da para vivir bien… ¿Os quedarías mucho tiempo?— dice curiosa bajando la escalera.

—Seguramente…

—En ese caso, os la podría dejar en trescientos euros, tendría que convencer a mis hijos, eso sí— dice una vez llegamos al salón.

—Necesito hablar con mi mujer...— dice Axel serio abriendo la puerta a la calle para que salga.

—Perdone— digo con una sonrisa antes de salir.— ¿Estás bien? ¿No te gusta?

—Claro que no me gusta, está llena de humedades, no podemos vivir ahí— dice serio.

—Las arreglará el seguro.

—Volverán a salir, además es demasiado vieja, las paredes ni siquiera son lisas.

—Porque es antigua, y se llama gotelé si no te gusta se puede llamar a un pintor y que lo quite— digo simple, ya que en mi casa de madrid también había.

—No estarás pensando en cogerla— dice serio.

—Son solo trescientos euros, Axel, no tenemos nada de dinero, ni un trabajo. No podemos coger nada más, la podemos arreglar...

—Ya se que no podemos coger nada más maldita sea— gruñe molesto.

—Además tiene un jardín enorme— digo sonriente haciendo que me mire sorprendido.

—¿En serio?— dice con una mueca de disgusto.

—Sé que no te gusta la idea, pero tenemos cuatro meses para poder arreglarla...— digo sonriéndole.

Si que es verdad que la casa es muy vieja y hay que hacer muchas cosas, pero tiene algo que me gusta, que me dice que la tenemos que coger…

—Maldita sea, lo que me haces hacer— dice cogiendo mi mano para volver al interior de la casa.—Nos la quedamos— dice en cuanto entramos.

—De maravilla, en cuanto querais firmamos el contrato y podéis veniros.—dice alegre la señora.

—Podríamos quedarnos a dormir hoy, y firmar mañana el contrato, no tenemos donde quedarnos a descansar...— la pido avergonzada.

—Claro que sí, no hay problema— dice sonriente.

—Y me gustaría preguntarla si usted sabría de algún trabajo por aquí cerca— dice Axel amable— De cualquier cosa— la alcara.

—Pues creo que en el bar de José necesitaban un camarero y si no, en el aserradero seguro que encuentras algo— dice amable la señora.—Bueno, os dejo solos, seguro que estáis cansados, tomad las llaves— dice la señora.

—Tome dos mensualidades— dice Axel sacando su billetera. Hace algunos días pudimos sacar dinero con sus tarjetas pero por si acaso lo hicimos en Valencia, para que si las rastreaban, que no supieran que estábamos aquí.

—Muchas gracias— dice la señora antes de salir de la casa.




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